Quizás por el miedo o quizás por la incomodidad que causa dormir en aquel suelo, termine despertándome antes de lo pensando encontrándome así con la imagen de que Ivanty se encontraba particularmente haciendo berrinche lo que provocó que de igual manera yo terminase contemplando a Alexander. Al verle allí dormido me dedique a observarlo y porque no, la verdad tenía la completa intención de disfrutar aquella imagen en silencio y por lo mismo tomar de aquel momento todo lo que pudiera rememorar. En silencio contemple su absoluta pasividad y la sin igual tranquilidad que este reflejaba al descansar, su figura digna de cual sublime dios griego era indudablemente mágica ante mi mirada por lo que se me había hecho fácil para mi entender justo en aquel momento el por qué tantas mujeres le han de perseguir. No voy a mentir la tentación de tenerle cerca pudo incluso más que la voz de la propia razón que se aloja en mi con indudable fuerza, así que con un sutil movimiento de apoco me acomode
Alexander estaba inquieto, aparentemente no estaba muy complacido con la idea de tener que irnos una vez que vio aquellas letras inscritas en la pared. — Milena sé que no soy de tu total agrado, pero... — dijo mientras fingía emanar una cálida voz de terciopelo mientras se disponía a mirarme — te pido un favor, antes de marcharnos quisiera que en algún momento tú y yo volvamos a este lugar, me agradaría mucho repetir esto nuevamente contigo. — ¿Y porque yo? En todo caso no soy relevante en este asunto. Aquel tomo una actitud algo exigente y me dio a entender que realmente yo no tenía voto respecto a tomar una decisión en cuanto a aquel tema concierne a pesar de que yo estaba completamente implicada, así que tras acercarse a mí lo dejo bien en claro. — Vendrás conmigo y punto porque yo lo digo, así que espero que cuando valla a por ti en aquel momento, estés lista para regresar. Su altanería e intento evidente de querer controlarme me hizo sentir enojada y sumamente molesta. — Tu
— ¡Alexander, Milena! ¡Alexander, Milena! — gritos incesantes se empezaron a escuchar un tanto ahogados por la distancia, gritos que no eran apagados aun a pesar del sonido que aquel cuerpo de agua emitía tras aquel elemento chocar contra las rocas cercanas en su incesante batir, aun se encontraba rebelde y era fácil de percibir. — ¡Alexander, Milena! ¡Alexander, Milena! — varias voces masculinas gritaban sin cesar nuestros nombres pues buscaban por todos sus medios dar con el lugar en el cual nosotros nos encontrábamos, aquellos estaban desesperados y era notable la angustia venir de ellos pues era enteramente perceptible en sus voces. — Los escuchas Milena ya viene la ayuda. Alexander musitó aquello mientras en su rostro se dibujaba una cálida sonrisa, expresión que de alguna forma u otra proporciono calma a su alma que hasta ahora se mantenía probablemente inquieta, sus ojos en consecuencia de aquello no tardaron en iluminarse y por ende le brindaron de nuevo luz a su persona.
Cuando finalmente nos habíamos quedado completamente solos me atreví a tomar la palabra ante ella algo alterado. — ¿Qué haces Milena? Como puedes echarte la culpa así, si yo fui el responsable, a mi es que deberían de reñirme, no a ti. — Por favor cálmate Alexander, solo quería ayudarte. — Pero no lo entiendes, no merecerías eso y es lo que me duele, porque me defendiste, esto no debió de ser así. — Si te entiendo pero, te lo debía y por cierto gracias por cuidarme. Milena no muy bien recalco aquello con el rostro totalmente serio aunque un tanto pálido sin mostrar la más mínima expresión se dio la vuelta pretendiendo así marcharse, aquella quería alejarse probablemente ahora sintiéndose complacida habiendo cumplido con su cometido. Ella ya se había distanciado por algunos pocos pasos cuando de la nada se detuvo, al verla así y como sus manos temblaban un poco desde la distancia algo en mi decía que aquello no era nada normal, así que rápidamente me acerque a ella y pud
Hace un rato ya que me encuentro rondando por la caballeriza algo pensativo, e inquieto tras salir huyendo de aquel pasillo, sintiéndome el hombre más tonto e inservible sobre la faz de este mundo. Cabizbajo peleando contra mis propios demonios allí me encuentro algo melancólico — realmente soy un idiota — recalco una y otra vez sumergiéndome aun más en mi propia desgracia. Es tanto el ruido en mi cabeza que aquello me produce que no puedo estar quieto por lo que constantemente me encuentro en movimiento, por ende rápidamente paso de estar de pie a acomodarme sobre la superficie de un viejo troncó que se encontraba justamente al frente de la cuadra donde se encuentra Ivanty cosa que repito alguna que otra vez. En tanto aquel animal probablemente al escuchar como yo renegaba de aquella forma, tal vez debido a que reconoció mi voz o simplemente se sintió atraído hacía aquellos sonidos provenientes desde el exterior que ante mi nula sospecha asomo su cabeza por encima de la pequeña
Abro mis ojos algo sorpresiva mientras con la mirada intento descubrir en donde me encuentro puesto que la última imagen que ronda en mis recuerdos es haber tenido en frente de mi la figura de Alexander y a causa de aquello busco levantarme de donde me encuentro, pero término particularmente siendo detenida. — Recuéstate aun no te puedes levantar — me indicó una voz mientras sentía como las manos de aquella persona eran acomodas sobre mis hombros. — ¡María! — Recalco tras verle — ¿Dónde estoy? — En tu recamara, Alexander te trajo cuando te desmayaste, dime ¿Qué fue lo que ocurrió? Y la pregunta probablemente más incómoda para contestar se escucho — nada María, solo me desmaye. Desde el fondo de la habitación tras yo simular dar aquellas palabras con firmeza prácticamente intentando no dar más detalles se escucho decir con un tono un tanto burlesco e incomodo — te conozco muy bien Milena como para darme cuenta de que lo que dices no es del todo cierto. Nerviosa cuestione
Dar paso a la docilidad que cuidar a Milena ameritaba y que debía de tomar desde hoy ante ella probablemente y quizás hasta el momento final de nuestra partida de este lugar dio un anunció claro de que solo para mí vendrían una serie de acontecimientos y evidentes cambios. Yo Alexander, quien estaba tan acostumbrado a ser servido hoy se dignaría por primera vez en muchos años a servir cosa que nunca hasta el sol de este día me hubiera dignado a admitir a hacer delante de nadie y menos de una mujer. Dar la noticia de que yo sería su cuidador, noticia que fue dada delante de todos los que en aquella recamara se encontraban dio mucho de qué hablar, en parte no del todo en un buen sentido especialmente por Milena quien de lleno opto por la negación. Lidiar con ella durante aquel tiempo la verdad no fue nada fácil para mí, pues gracias a su fuerte actitud, su mal humor y su constante interés en llevarme la contraria hicieron que mi paciencia sin dudas se viera afectada en más de una
Observándola en su plena huida era tanto mi preocupación por ella en aquel instante, que salí a toda prisa rumbo al pasillo. — ¡Milena! — volví a gritar con la esperanza de que aquella fuera capaz de darme la cara, pero tal como sucedió hacía un momento atrás, recta y sin voltear continuó. — ¿Cuál será él mal que estoy pagando? — cuestione al viento pensando de que aquel podía llegar a darme una respuesta en cuanto a aquello, pero no, la realidad era de que yo muy bien conocía cual era la respuesta a aquella pregunta, una que sin dudas a mi no me agradaba pues me convertía de paso en el villano de la historia. Desde a expensas de la entrada de aquella habitación la vi desaparecer y adentrarse rápidamente al área de la piscina, llevando un caminar muy de doncella de la alta alcurnia que conformaba más que nada un leve bailoteo de caderas de derecha a izquierda muy característico que la hacían ver aun más tentativa. A sabiendas de que no podía dejarla sola intente serenar mis pen