Capítulo 3

Tenía tres meses de embarazo y me iba bien en el restaurante, agarré el hilo y con experiencia de servicio al cliente trataba a todos con su debido respeto.

No sabía de mi madre, de mi familia para ser exactos. solo me había centrado en mi salud y el bienestar de lo que se estaba formando en mi, compre libros para informarme de como ser una madre, como cuidarme, alimentarme y que debo y no hacer. Tenía una nueva responsabilidad y me sentía a gusto, mi jefe se portaba como un padre y siempre estaba al pendiente de como me sentía, mis antojos y de todo. Mis compañeros de trabajo, todos se portaban muy bien conmigo y cada vez que le pedía un favor no pasaba el tiempo cuando ya lo hacían, eran súper geniales. 

Anabelle era la hija del señor Eriksson, chef del local. Estudió en Italia y ahora es buscada por sus platillos aquí en el restaurant Bon Appétit.

Me ha enseñado algunas recetas y me ha instruido, de quemar huevos pasé a saber hacer omelette.

— Beck, podrías venir por favor —habló el señor y fui a su despacho— siéntate querida.— así lo hice y me puse cómoda, mi barriga apenas se notaba, el uniforme: pantalón negro y camisa blanca con un lazo negro en el cuello por corbata— eres muy buena en los negocios, me consta, —cruzó sus piernas y sus manos descansaron sobre ellas— has trabajado en mi publicidad desde antes. Quería saber ¿qué bien le iría a mi negocio si abro una franquicia en un hotel? El Greenwich precisamente.

— De por sí este restaurante es respetado y tiene renombre, él Greenwich por su lado es semejante en gloria, será favorecedor para ambos; tanto el hotel como el restaurante.

El hombre sonrió y asintió.

— Te tengo una propuesta. A parte de trabajar de mesera, dentro de unos meses no podrás estar mucho tiempo de pies, eso te diría mi esposa —me sonrió— hay una empresa de Marketing y Publishing... de esas donde trabajabas y te sabes mover. Está en ruinas y venden sus acciones muy por debajo. Podría conectarte con mi colega y tú podrías comprar algunas acciones y hacer lo que bien sabes hacer, claro sin descuidar tu trabajo aquí. Serás mi publishing y manager, éste restaurante viene muchos conocidos de telecomunicaciones y otras áreas donde podrás desenvolver y captar clientes y superarte por ti sola. Dime ¿te atreves?

Milagro. escuche los aleluyas de los angeles.

— Si... tengo mis ahorros, seguiría trabajando para usted para mantenerme y por otro lado haría lo que se hacer.

— Exacto. Cuando termines tu turno. Hablamos del tema.

Asentí encantada y fui hacer mi turno. Estaba feliz, una cosa que me salía bien. Llegue a la cocina y me tendieron varios platos en un carrito para trasladarlo a la mesa.

— Mesa cinco, Beck —habló una colega.

Fui en dirección a la mesa y la primera cara fue Elizabeth. No podía regresar era muy obvia, me acerqué y saludé.

— Buenos días —saludé sonriente a los presente hasta que vi un rostro no esperado y mi sonrisa se deshizo— Su desayuno.

— Becky que gusto —saludó Beth— Ella es Rebeca Graham. —los señores me miraban confuso.

— ¿Cómo la hija de Robert Graham trabaja de mesera? —preguntó la señora con una ceja alzada.

— Cosas de la vida —dije sirviendo a cada uno, las cuatro personas para ser precisa.

— Qué cosas ni qué cosas, está embarazada y sus padres la botaron. ¡Por Dios..! estamos en el siglo veintiuno, y el padre del bebé brilla por su ausencia. —habló Beth

Ha ella no le conté como quedé embarazada ni quien es el padre, mucho menos después de rumores de que estaban juntos aunque no me sorprendió.

— No todos los hombres tienen la virtud de ser responsable, un idiota inmaduro que no piensa y se arrepentirá —veía como se tensó Cristopher en la mesa por el comentario de su madre.

— Tiene mucha razón, yo lo aprendí por las malas ahora me las apaño sola y no me ha faltado nada. No lo necesito.

— Y cuanto tiempo tienes querida —habló el señor.

— Tres meses. Tengo que retirarme, espero y lo aprovechen, hasta luego —me agaché y besé la mejilla de Beth, de seguro sale con el idiota ese, ella es hermosa, rubia ojos azules, alta y figura de modelo. Perfecta.

Me fui a la cocina y me apoyé en la pared. Respiraba agitada, había retenido todo el aire. Quien no con ese momento, conocí los dueños de una gran empresa, estaba el idiota que no se sabe poner un condón y la presencia de Elizabeth que para nada es una tonta.

— ¿Qué te sucede? ¿todo bien? —asentí, Anabelle se veía preocupada. respiraba superficialmente

—Mesa cinco. Elizabeth Houston.

— ¿La Elizabeth de la competencia? —asentí

— No es todo, con ella Cristopher Geizzelez...

— Geizzelez, ¿de la droguería? ¿ingeniero biomédico?  —asentí— He escuchado que tienen un nuevo proyecto de investigación. Para el diagnostico del cáncer en niños y la terapias... han ayudado a miles de niños con cáncer y de pocos recursos. 

— Y están sus padres. George y Rachel Geizzelez. Creo que salen juntos.

— Elizabeth y ...—asentí— ¡Oh!. ¿Ella no sabe que es el padre de tu bebé? —negué

— Él no lo cree y tampoco me importa que lo crea, es más, como si no existe ese hombre.

— Lo que tiene de guapo lo tiene de idiota.

Sonreí y fui hacia afuera a tomar aire. Necesitaba respirar y olvidar las personas que estaban adentro.

— ¿Qué quieres para que no me dañes mi relación con Beth? —voltié, lo mire alzando una ceja

— Nada. ahórrate tus ofertas.

— Cinco mil y dejas de fingir que ese es hijo mío, me di cuenta de cómo me mirabas cuando mi madre hablaba del padre de tu hijo.—¡si lo mato aquí habrá testigos.!

— Sabes. Toma tus cinco mil y métetelo donde te provoque —lo fulmine con la mirada— no es tu hijo, olvídate de eso. Yo me equivoqué y es de otro hombre, no eres el padre así que no tienes que humillarte ni humillarme para deshacernos de este problemita. Y que sea la última vez que te me acercas ofreciendome dinero como si fuera una cualquiera.

Traté de irme y me detuvo, me miró directo a los ojos y esos que tanto ilusión me provocaban, de ira ahora me llenaban y creo que él lo sintió porque me soltó y retrocedió para darme pasó.

Entré con ganas de matar a alguien. Las hormonas no me ayudaban.

Respira.

Escuché como Beth le preguntaba por que tardó tanto y el solo dijo: Una llamada de emergencia. Me miró de lejos y volvió su mirada a ella y la besó. La besó mirándome. Idiota.

Es un idiota.

Me olvide que existía la mesa donde se encontraban ellos y me puse a trabajar y sentía la mirada del grupo.

Seguí sirviendo platos hasta que fui a hablar con el señor Eriksson.

Mañana mismo hablaría con el hombre de la empresa y ayudaría a que surgiera.

Espero que valga la pena.

¡Cinco mil!... Que idiota. 

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