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Había un sonido constante en el fondo. Era molesto, insistente y afectaba su concentración. Traspasaba vagamente la nebulosa en su mente. Su cuerpo estaba fuera de sí y apenas tenía control sobre él. Los dientes en su cuello en vez de dolor mandaban estremecimientos por cada fibra de su ser. En sus ojos, los colores se distorsionaban, se saturaban cada vez más, mientras sus manos se enterraban en la espalda del lobo, la que mantenía cautiva entre los fuertes brazos, manchado la tela con pequeñas gotas de sangre. ¿Qué le estaba pasando?

No sabía lo que hacía, su voluntad se había desvanecido hacía rato, siendo reemplazado por el ser dentro de él, por primera vez era consciente de su alrededor. Del lugar donde estaban, del hombre que sujetaba su cuerpo contra la fría pared del elevador, de sus manos grandes y cálidas acariciando su nuca y su cadera, de los dientes en su cuello y de la lengua que acariciaba la piel de su nuca y acariciaba su hombro desnudo. Y de su cuerpo encendiéndose b
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