Si cerraba los ojos Leonardo aun podía sentir el dulce sabor de los labios de Natalia, así como la suavidad de los mismos. Besarla había sido mejor que cualquiera de sus fantasías. Sus fantasías no tenían su sabor, ni su aroma.
Había esperado que el arrepentimiento apareciera en algún momento, pero todo en lo que podía pensar era en su necesidad creciente. Necesidad por probar sus labios de nuevo, sentir su cuerpo junto al suyo otra vez y escuchar su respiración acelerada.
Trataba de entender cómo se sentía Natalia y ese era el motivo por el cual no la había presionado para hablar esa mañana. Eso y qué, pese a sus deseos, no quería lastimarla. Natalia no iba aceptar nunca ser algo de una noche. Aunque después de su desastrosa experiencia, era seguro que no quería involucrarse con el sexo opuesto de ninguna manera por un largo tiempo.
<Leonardo tenía la vista puesta en cada movimiento que Natalia realizaba. Era inevitable no prestarle atención cuando tenía tanta confianza. Parecía ser la dueña del lugar. Ella se sentó a la mesa con un movimiento grácil y ambos empezaron a comer. Ambos estaban en completo silencio, pero ya no era el silencio incómodo de la mañana. Natalia había dejado de rehuir a su mirada y le había hablado apenas unos minutos atrás. Estaba buscando el momento adecuado para preguntarle lo del evento. Aunque no sabía cuál sería con exactitud. —¿Saliste hoy? —preguntó como modo de conversación. —Sí, fui al parque. —Natalia sonrió un momento y luego se puso seria—. Leonardo, respecto a anoche… —Ni lo menciones. —Ella lo miró extrañada—. No me voy a disculpar sobre lo sucedido porque yo lo quería y sé que tú también. —Natalia parecía querer interrumpirlo, pero continúo—. Sin embargo, no quiero que las cosas se sientan incómodas. Así que puedes estar tranquila, n
Las lágrimas empañaban la visión de Natalia. No eran lágrimas de tristeza, todo lo contrario no podía con la felicidad que sentía en ese momento. Confirmar que estaba embarazada había sido de las experiencias más hermosas de su vida. En tan solo unos días, había pasado de sentirse insegura sobre si era una buena idea tener un hijo en ese momento de su vida a no poder esperar para que su hijo naciera. Las preocupaciones aun existían, pero seguro siempre las tendría. Nadie venía al mundo sabiendo cómo ser una madre. Sin embargo, ella se esforzaría día a día por serlo. Su celular timbró en su cartera. Se limpió los ojos antes de ponerse a buscar su celular. Cuando lo extrajo, vio que se trataba de Leonardo. Se extrañó al ver su nombre en el identificador. Contestó rápido creyendo que tal vez necesitaba que hiciera algo en su departamento. —Hola —dijo. —Hola, Natalia. ¿Dónde estás? —Estoy saliendo del hospital. —Solo llamaba para saber que
—Lo siento, no sabía que ellos vendrían —se disculpó Leonardo en cuanto subieron a su auto para dirigirse restaurante que Bianca había sugerido. Ellos estaban yendo en su propio vehículo. —No te preocupes. No tengo ningún problema, ellos parecen geniales. —Lo son. —Natalia notó la admiración en la voz de Leonardo. El resto del viaje Leonardo le hizo preguntas sobre su cita con el médico. Llegaron al lugar en apenas quince minutos, al mismo tiempo que Valentino y su esposa. El lugar al que entraron era sencillo, pero elegante. Estaba lleno, pero el dueño parecía conocer a los gemelos, así como a Bianca, porque se acercó a saludarlos y los llevó hasta una mesa para cuatro. —Por aquí —les indicó el hombre. Los cuatro tomaron asientos. Valentino a lado de su esposa y Leonardo junto a ella. —¿Cuándo nacerá el bambino? —le preguntó el hombre a Bianca. —En un par de meses. —Entonces pronto tendré un nu
Natalia estaba en la sala leyendo un libro cuando su celular sonó. Vio que se trataba de un mensaje de Leonardo. <<Estoy abajo>> <<Ya bajo>>, respondió. La fiesta a la que irían sería dentro de dos días y necesitaba un vestido. Leonardo se había ofrecido a acompañarla. Aunque ella no se había cansado de asegurarle que podía hacerlo sola, él no había cambiado de opinión. Tal y como dijo, Leonardo la estaba esperando abajo cuando salió. Él se bajó de su coche y le abrió la puerta para que se subiera. —¿Cómo estás? —Bien, un poco cansada, pero eso no es una novedad. Él sonrió con comprensión. Durante casi todas las noches Leonardo le preguntaba lo mismo y ella compartía con él sus síntomas. Sobre todo porque él parecía bastante interesado. Las primeras veces había resultado extraño compartir con él sobre su día o sus síntomas. No le parecía la típica relación jefe-empleada. Pero a
Leonardo apagó su computadora faltando algunos minutos para que fueran las cinco y media de la tarde. Tenía que llegar temprano a su departamento para tener tiempo de cambiarse para asistir al evento que se llevaría a cabo esa noche.Como la mayoría de los días se preguntó cómo estaría Natalia. Era inevitable pensar ella.<<¿Cómo va todo?>>. Escribió en su celular y se lo envió a Natalia.<<La estilista es genial, acabará dentro de poco>>. Respondió a los pocos segundos.Sonrió orgulloso de haber pensado en contratar a alguien que ayudara a Natalia a arreglarse. No importaba las preguntas que tendría Lia para él después. No es como si ella no estuviera al tanto de la existencia de Natalia. Valentino o su esposa, Leonardo no podía decirlo con exactitud, ya le había contad
Leonardo llegó frente a un lujoso hotel. Natalia lo observó con asombro. El nerviosismo que había estado sintiendo durante toda la tarde volvió a hacer acto de presencia.—Tranquila —dijo Leonardo recordándole su presencia—. Piensa que es como cualquier otra fiesta.—En la última fiesta a la que fui nos invitaron cerveza caliente. No creo que eso sea algo con lo que compararlo.—Tienes razón —comentó él con una sonrisa—. Tal vez no es igual. Lo cual es bueno porque me sentiría mal trayéndote aquí, con un vestido como el que llevas para que tomes cerveza caliente. Eso podemos hacerlo cualquier otro día.Una risa se le escapó de la boca. Su tensión se aligeró un poco.Miró a Leonardo y su mente se llenó de imágenes del beso que acaban de compartir en su departamento. No sabía que había significado aquello y tampoco quería pensarlo demasiado. Tendría la noche en su cama para torturarse de porque no había estado bien, por ahora solo quería recordar lo
Leonardo tomó las manos de Natalia y las colocó sobre sus hombros, luego llevó las suyas hasta su cintura. Los dos comenzaron a balancearse al ritmo de la música.Se olvidó de donde estaban, lo único en lo que podía pensar era en la persona con la que estaba. Se sentía afortunado por haberla conocido y cada vez le importaba menos que por ella sus planes estaban cambiando.—Tu hermana es muy linda —comentó Natalia con una sonrisa. Al verla tan relajada y feliz, una necesidad por mantenerla siempre así se instaló en su pecho—. De hecho toda tu familia lo es.—Sí, aunque están un poco locos. Mis padres fueron demasiado pacientes al criarnos.Natalia sonrió y asintió.Ella sabía mucho sobre su vida, pero él no sabía casi nada sobre la de ella.—¿Y tú?—¿
Natalia no podía dejar de jugar con sus manos mientras viajaban de regreso. Ver a Maurizio en la fiesta había sido todo un impacto. Ni por un instante había pasado por su mente la idea de que podía verlo en el evento. Saber que era conocido en su círculo social era una sorpresa para ella. Habían estado un año juntos y no sabía nada de él más allá de las mentiras que le había contado.Tenía que reconocer que era doloroso darse cuenta de que en realidad nunca lo había conocido. Estaba molesta, pero con ella misma por haberse permitido confiar en Maurizio.Si pensaba en el pasado se daba cuenta de que las señales de que él no era honesto habían estado allí. No sabía si no las había visto porque no quería o simplemente fingió no hacerlo.Miró a Leonardo y lo vio concentrado en la pista. No ten&ia