El domingo llegó pronto para Natalia. No le estaba costando demasiado acostumbrarse a su nueva vida y con el pasar de los días la idea de ser madre se estaba asentando en ella. Con menos preocupaciones atormentándola, empezaba a disfrutar de su embarazo. Arreglar una cita con algún doctor era un asunto pendiente y que pensaba hacer dentro de los próximos días.
Al salir de su habitación todo estaba en silencio. Caminó de puntillas hasta la cocina para no despertar a Leonardo que debía de estar descansando aun. La noche anterior lo había escuchado llegar tarde, ella había estado dormida cuando escucho unos pasos en el pasillo. No estaba segura como lo había logrado escucharlo. Tal vez el haber vivido toda su vida en lugares para nada seguros la habían preparado para estar mantenerse alerta en caso alguien intentara ingresar a su habitación. No es que creyera que Leonardo harí
Leonardo intentó mantener sus mirada enfocada en los ojos de Natalia, si su vista se deslizaba más hacia abajo estaría perdido. Su raciocinio pendía de un hilo y seguro que no quería cometer un error. La imagen de Natalia cubierta solo por una toalla no salía de su cabeza. Era casi como haberla visto desnuda. Sus curvas eran algo que lo atormentaría por mucho tiempo y formarían parte de sus fantasías. Natalia estaba hablando sin parar sobre los lugares a los que había ido. Seguro que no tenía idea de lo que pasaba por su mente o ya se habría alejado. Se sentía perdido, estaba confundido por lo que le estaba sucediendo. Su cuerpo le pedía una simple cosa, tomar a Natalia en brazos y poseerla. Por otro lado, su cerebro, al menos la parte que aun parecía funcionar, le exigía mantener las distancias. Había pensado que salir con alguien sería la solución a su problema. ¡Oh, sorpresa! No había funcionado cómo había esperado. La noche anterior habían
Natalia aun podía sentir su corazón latir acelerado. Leonardo había estado cerca de besarla, había leído con claridad sus intenciones, y lo peor era que no habría encontrado la fuerza suficiente para resistirse. Él lograba hacerla olvidar cosas importantes, como por ejemplo que no debía involucrarse con él. Esa era una sensación nueva para ella. Siempre había sido dueña de sus acciones. Maurizio nunca había logrado tener ni siquiera una pizca del poder que parecía ejercer Leonardo sobre ella. Bastaba con decir que no lo había besado hasta la tercera cita. Sentirse así por alguien que apenas conocía le daba miedo.Se movió en su cama sin poder conciliar el sueño. Se la pasaba todo el día cansada y en el momento que más necesitaba no podía dormir. Eso era genial. Estuvo un rato más dando vueltas sin sentido.Un p
Si cerraba los ojos Leonardo aun podía sentir el dulce sabor de los labios de Natalia, así como la suavidad de los mismos. Besarla había sido mejor que cualquiera de sus fantasías. Sus fantasías no tenían su sabor, ni su aroma.Había esperado que el arrepentimiento apareciera en algún momento, pero todo en lo que podía pensar era en su necesidad creciente. Necesidad por probar sus labios de nuevo, sentir su cuerpo junto al suyo otra vez y escuchar su respiración acelerada.Trataba de entender cómo se sentía Natalia y ese era el motivo por el cual no la había presionado para hablar esa mañana. Eso y qué, pese a sus deseos, no quería lastimarla. Natalia no iba aceptar nunca ser algo de una noche. Aunque después de su desastrosa experiencia, era seguro que no quería involucrarse con el sexo opuesto de ninguna manera por un largo tiempo.<
Leonardo tenía la vista puesta en cada movimiento que Natalia realizaba. Era inevitable no prestarle atención cuando tenía tanta confianza. Parecía ser la dueña del lugar. Ella se sentó a la mesa con un movimiento grácil y ambos empezaron a comer. Ambos estaban en completo silencio, pero ya no era el silencio incómodo de la mañana. Natalia había dejado de rehuir a su mirada y le había hablado apenas unos minutos atrás. Estaba buscando el momento adecuado para preguntarle lo del evento. Aunque no sabía cuál sería con exactitud. —¿Saliste hoy? —preguntó como modo de conversación. —Sí, fui al parque. —Natalia sonrió un momento y luego se puso seria—. Leonardo, respecto a anoche… —Ni lo menciones. —Ella lo miró extrañada—. No me voy a disculpar sobre lo sucedido porque yo lo quería y sé que tú también. —Natalia parecía querer interrumpirlo, pero continúo—. Sin embargo, no quiero que las cosas se sientan incómodas. Así que puedes estar tranquila, n
Las lágrimas empañaban la visión de Natalia. No eran lágrimas de tristeza, todo lo contrario no podía con la felicidad que sentía en ese momento. Confirmar que estaba embarazada había sido de las experiencias más hermosas de su vida. En tan solo unos días, había pasado de sentirse insegura sobre si era una buena idea tener un hijo en ese momento de su vida a no poder esperar para que su hijo naciera. Las preocupaciones aun existían, pero seguro siempre las tendría. Nadie venía al mundo sabiendo cómo ser una madre. Sin embargo, ella se esforzaría día a día por serlo. Su celular timbró en su cartera. Se limpió los ojos antes de ponerse a buscar su celular. Cuando lo extrajo, vio que se trataba de Leonardo. Se extrañó al ver su nombre en el identificador. Contestó rápido creyendo que tal vez necesitaba que hiciera algo en su departamento. —Hola —dijo. —Hola, Natalia. ¿Dónde estás? —Estoy saliendo del hospital. —Solo llamaba para saber que
—Lo siento, no sabía que ellos vendrían —se disculpó Leonardo en cuanto subieron a su auto para dirigirse restaurante que Bianca había sugerido. Ellos estaban yendo en su propio vehículo. —No te preocupes. No tengo ningún problema, ellos parecen geniales. —Lo son. —Natalia notó la admiración en la voz de Leonardo. El resto del viaje Leonardo le hizo preguntas sobre su cita con el médico. Llegaron al lugar en apenas quince minutos, al mismo tiempo que Valentino y su esposa. El lugar al que entraron era sencillo, pero elegante. Estaba lleno, pero el dueño parecía conocer a los gemelos, así como a Bianca, porque se acercó a saludarlos y los llevó hasta una mesa para cuatro. —Por aquí —les indicó el hombre. Los cuatro tomaron asientos. Valentino a lado de su esposa y Leonardo junto a ella. —¿Cuándo nacerá el bambino? —le preguntó el hombre a Bianca. —En un par de meses. —Entonces pronto tendré un nu
Natalia estaba en la sala leyendo un libro cuando su celular sonó. Vio que se trataba de un mensaje de Leonardo. <<Estoy abajo>> <<Ya bajo>>, respondió. La fiesta a la que irían sería dentro de dos días y necesitaba un vestido. Leonardo se había ofrecido a acompañarla. Aunque ella no se había cansado de asegurarle que podía hacerlo sola, él no había cambiado de opinión. Tal y como dijo, Leonardo la estaba esperando abajo cuando salió. Él se bajó de su coche y le abrió la puerta para que se subiera. —¿Cómo estás? —Bien, un poco cansada, pero eso no es una novedad. Él sonrió con comprensión. Durante casi todas las noches Leonardo le preguntaba lo mismo y ella compartía con él sus síntomas. Sobre todo porque él parecía bastante interesado. Las primeras veces había resultado extraño compartir con él sobre su día o sus síntomas. No le parecía la típica relación jefe-empleada. Pero a
Leonardo apagó su computadora faltando algunos minutos para que fueran las cinco y media de la tarde. Tenía que llegar temprano a su departamento para tener tiempo de cambiarse para asistir al evento que se llevaría a cabo esa noche.Como la mayoría de los días se preguntó cómo estaría Natalia. Era inevitable pensar ella.<<¿Cómo va todo?>>. Escribió en su celular y se lo envió a Natalia.<<La estilista es genial, acabará dentro de poco>>. Respondió a los pocos segundos.Sonrió orgulloso de haber pensado en contratar a alguien que ayudara a Natalia a arreglarse. No importaba las preguntas que tendría Lia para él después. No es como si ella no estuviera al tanto de la existencia de Natalia. Valentino o su esposa, Leonardo no podía decirlo con exactitud, ya le había contad