26: Infragantis

Zahid pasó la punta de su lengua en mi cuello y toda mi piel se erizó, me aparté rápidamente y terminé por caer de culo.

—¡¿Qué haces?! —sostuve mi cuello y sentí su saliva en esta zona —¡No hagas eso! Me da vergüenza.

—Lo sé, por eso es que me encanta hacerlo.

La sonrisa de Zahid era socarrona, pude ver que en su frente se deslizaba una gota de sudor que perlaba su piel. Verlo agitado era una especie de hipnotismo, quería apartar la mirada, en serio que sí; pero era imposible e inútil cualquier intento.

—¿Qué te ha pasado en la mano? —la miré herida y me levanté rápidamente —Dios, está muy fea. Déjame que la cure.

—¡No! —él ocultó su herida y apartó su mano con recelo —no te he pedido ayuda y no la necesito. Lo mejor es que te limites a hacer lo que te pida.

—No eres mi jefe —fui al baño y regresé con el botiquín —dame tu mano si no quieres que te dé otro golpe ahí abajo.

Esto fue suficiente para que Zahid me diera la mano y pudiera curarla. Comencé con cuidado, pude ver que hizo una
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