Noto como el traga saliva y no pierdo de vista ninguno de sus movimientos. Hasta que el me responde. —Pues ya lo sabes, tuvo un pequeño accidente y el doctor no pudo hacer nada —me cuenta. Noto su voz algo temblorosa.—¿Pero qué accidente fue? —Me levanto de la silla y me acerco a él; los dos nos vemos atentamente.—No lo sé, ya no lo recuerdo —declara y esa respuesta me hace enojar. Lo tiro de la silla, él cae al piso y me abalanzo sobre él.Lo comienzo a golpear. Él intenta defenderse, pero no le doy oportunidad de hacerlo. Veo que empieza a salir sangre de la nariz, lo tomo del cuello, saco mi arma y la pongo en su cabeza.—Claro que lo sabes, así que de una puta vez dime qué pasó —le exijo y veo como me mira.—Tu mujer Ava y Silvana la arrojaron por las escaleras —me narra lo ocurrido. Eso me hace dudar, por eso no creo que llegara a tanto.—Mientes, eso no es algo suficiente para declarar a alguien como muerto —le grito y él me mira atentamente.—No miento, ella empeoró porque e
MateoDespués del operativo fallido a la casa de los Accardi y descubrí la foto de la madre de Anabela, la señora Enora, he quedado completamente confundido.Regreso a mi país de origen, Grecia. Llego a la mansión de mi padre. Al llegar y salir del auto, mi padre me recibe con los brazos abiertos.—Hola, hijo, que te trae de nuevo aquí —me saluda mi padre.—Hola, padre, he venido de visita, y ¿dónde está mi madre Sahara? —Le respondo a mi padre.—Está en el jardín —me dice mi padre.—Bueno, iré a saludarla —le digo y comienzo a caminar rumbo al jardín. La veo a lo lejos sentada en una silla tomando té. Llego hasta ella y me siento a un lado de ella.—Hola, hijo, porque no avisaste que vendrías —agregó.—Creo que usted no se merece saber cuando vengo —le expreso en un tono fuerte.—¿Qué pasa, Mateo, porque me hablas así? —Me mira completamente raro.—Usted dígame, señora Sahara, o debería decir Enora —le declaró.—¿Enora de donde sacaste ese nombre? —me preguntó.—Ese es su verdadero n
Francisco Ya han cuatro meses que llegamos aquí a Rusia. Veo a Vladímir y a mi hermana en el cuarto que será para la beba. Veo cómo Vladímir, después de enterarse de que era una niña, ha traído muchas cosas. Yo los observo desde la puerta del cuarto. Me da muchísimo gusto ver a mi hermana con una sonrisa en el rostro. Debo de decir que mi hermana se ve muy hermosa con su pancita ya de ocho meses. El cuarto del bebé es muy hermoso; tiene una linda cuna con listones y un velo color rosa. Las paredes pintadas de rosa con lindas flores. Veo su armario lleno de ropa de todo tipo. Ella será una buena madre. Comienzo a ver cómo Vladímir se arrodilla a sus pies y empieza a besarle el vientre a mi hermana. Eso es una señal para irme. Me voy de ahí y entro a mi habitación. Me voy a la mesa y tomo un vaso con alcohol, le doy un trago y me siento en un sofá cerca de la chimenea. Veo el papel con el número de esa chica, la hermana de Dante. No he tomado la decisión si de llamarla. No
Veo cómo se desviste: solo queda en ropa interior; cada vez que veo a Vladi desnudo, esa sensación en mí se despierta… Cada vez que estoy con él me siento totalmente feliz. Se sube a la cama y pone su mano en mi vientre. —Cómo están las dos mujeres que amo tanto —dijo y me da un beso en la frente. Los dos sentimos como la bebe se mueve y da una patadita donde Vladi tiene su mano. Es una experiencia hermosa y me alegra estarla viviendo con el. —¿Sentiste eso? —me pregunta muy emocionado. Pone su cabeza en mi barriga. —Hola, mi nena, soy yo, tú, papá, ya sal de ahí, quiero tenerte en mis brazos —dice con una voz cariñosa. —Vas a mimar mucho a la bebé —lo regaño. Él levanta su cabeza y me mira. —Claro que lo haré. Pero dime, señora Antonova, ¿cómo la vamos a llamar? —me preguntó, pero es algo en lo que no he podido pensar bien. —Sabe que todavía no me acostumbro a que me digan, señora Antonova —le digo. —Pues así es aquí y tú eres mi esposa. —Lo sé. Pero la verdad, no
Ava Llevo cuatro meses en este país de hielo; no sé por qué si en ocasiones se mira el clima muy bien, hace un terrible frío; odio este clima. —Cuando tenga Vladímir en mis manos haré que no vayamos de aquí. —Pienso que estoy sola, pero no es así. —Pues eso crees tú, ya te he dicho que ese hombre no es como Dante o los anteriores —me dice Fabio. —Eso lo veremos, soy una mujer muy hermosa y con buen cuerpo —le digo. —Si es que Dante no te encuentra antes, a ver dónde queda toda tu belleza —menciona señalando con los dedos entre comillas. —Pues tú disfrutaste de esa según belleza —le reprocho porque me está haciendo enojar. —Sí, lo sé, pero ahora es diferente porque sé cómo eres realmente —declara y siento mucho coraje. Comienzo a acercarme muy sensualmente, tomo el cuello de su camisa y le doy un beso en los labios. —¿Estás seguro de que no me deseas? —le preguntó en un susurro sensual. —Si tienes razón —pongo una enorme sonrisa al escuchar esas palabras— No te deseo —me recal
—Hola, no me invitas un trago —me dice esa mujer. Me siento muy incómodo y a la vez molesto. —No y quítese o no, respondo —le contestó molesto. —Mmm, me encantan los hombres rudos y misteriosos —me vuelve a decir y se lanza a mi cuello. Siento como me chupa algo fuerte. La separo de mí y veo que se lame los labios—. ¿No te gustaría estar conmigo a solas? Intento fingir una sonrisa y me levanto con ella en brazos. Camino unos pasos alejándome de la mesa y vuelvo a poner mi mala cara y la dejo caer al piso. —Eso es lo único que te mereces de mí —le expresó a esa mujer. Observo que me mira molesta con esos ojos azules. Se levanta y se pone enfrente de mí. —¿No me digas que no soy atractiva para ti? —me pregunta y veo como recorre sus manos en su mini vestido ajustado. —Mmm, la verdad —me acercó a ella a su oído—. No, ni un poco. Francisco me hace una señal con la cara para marcharnos de ese lugar; veo como se va por la puerta y me voy tras él. Escucho detrás de mí el sonido de los
Francisco Después de la salida de negocios con Vladímir regresamos a casa y debo de decir que no me gusto ver cómo esa mujer se acercó a Vladímir de esa forma. Me hace recordar lo que pasó mi hermana. Hoy iré a Oporto; debo de encontrarme con Laura. Con ver y recordar lo que pasó a mi hermana, esas ganas por verla se intensificaron; no quiero hacerle daño; peor, la voz en mí que me dice que lo haga se apodera de la otra. Intentaré regresar rápido, no quiero estar lejos viendo que mi hermana dé a luz a mi sobrina, quiero estar aquí y saber que ellas están bien. Tengo mi mini maleta lista, tomos mis cosas y mi arma y salgo de la habitación. Llego a la entrada principal. —¿Hermano, a donde vas? —escucho la voz de mi hermana a mis espaldas y volteo a verla. Se ve tan hermosa como su enorme pancita. —¿Por qué estás despierta tan temprano? —Me sorprende verla despierta; no quiero que sepa que iré a ver a Laura. —Desde que estoy embarazada siempre me levanto muy temprano al baño —me c
—Hola, Laura, qué alegría volver a verte —le saludó animado. Ella voltea hacia mí y veo sus hermosos ojos, y pone una sonrisa.—Hola, Francisco, digo lo mismo, qué alegría verte —me responde y toma la flor si la mano roza con la mía.Me separo de ella y me siento en una silla enfrente de ella. No apartó la mirada de ella; veo como se sonroja.Después de un rato pedimos algo de tomar; tengo que saber las intenciones de ella; estoy segura de que sabe todo lo que mi hermano le hizo a mi hermana.—¿Qué edad tienes, Laura? —Le pregunto; quiero saber.—Y eso importa, solo te digo que no soy lo suficientemente grande, ¿pero te importa la edad?—No me interesa la edad; espero que la mía no te importe —le digo y le doy un trago a mi vaso.—No me importa, siempre me han llamado la atención los hombres mayores —menciono. Es algo aventada.—Así, ¿entonces qué buscas en mí? —la interrogó mirándola fijamente.—Creo que los dos queremos lo mismo —me dice y comienzo a sentir como su pie sube por pier