Al leer el testamento de la mamá de Franco, Valeria no estaba segura de que su jefe ya lo hubiera antes porque, en su preámbulo, declaraba algunas intimidades familiares bastante reveladoras, tanto, que hubiera preferido no haberlas leído. Al parecer, la relación entre Franco y su madre no era muy buena, pese a ser su único hijo, y eso se debía, en palabras de la mamá de Franco, al hecho de que él se había transformado durante su paso por la universidad.
Según la testadora, ella estaba al corriente de la forma en que Franco había aprobado varias, si no todas, las materias, incluyendo trampas en los exámenes, hackeos al sistema de la universidad, perpetrados por una estudiante de sistemas muy brillante a la que Franco enamoró con el único propósito de que alterara sus notas y, una vez conseguido, l
Esa tarde, Valeria tuvo suerte y a su jefe se le presentó una reunión. Pese a que ya había elaborado un informe con las posibles inconsistencias del testamento, no deseaba tener que reunirse con él a hablar sobre un tema tan espinoso, más cuando no estaba segura de si Franco ya había o no leído el documento y era consciente de las intimidades que revelaba. Esperó hasta las ocho de la noche, más por solidaridad con Jaime que por temor a su jefe, y cuando se despidió de su único amigo en la oficina, marcó al celular de Sofía. —Tenemos que vernos. No sabes el taco que tengo atragantado en la garganta —dijo Valeria. —Ya mismo voy a donde quieras que vaya, pero no voy a perderme un chisme en directo —contestó Sofía— ¿Me puedes adelantar alguna cosita?—Es sobre mi jefe —susurró Valeria, pese a encontrarse a varios cientos de metros del edificio donde trabajaba—. Es todo lo que voy a decir por ahora. —¡Ayyayayayayaya! ¡Ya estoy saliendo de mi casa, ya voy, ya voy! Valeria lamentó que no
Esa noche Valeria se forzó a dormir para evitar que aparecieran, de nuevo, las horribles bolsas que ya le habían hecho pasar un muy mal día, pero casi debió tomarse un somnífero para hacerlo, porque no dejaba de pensar en lo que había hablado con Sofía. «¿Será verdad que sí siento algo por mi jefe y es por eso que veo las cosas así?», se preguntaba Valeria, repasando lo que quiso ver cuando Franco le compró el conjunto en el almacén de ropa, incluso el verdadero motivo por el que se escondió de él en el vestidor cuando lo vio entrar, y lo abochornada que estuvo - a la vez que algo halagada- cuando él le pidió que modelara ese vestido. Después, la ira que sintió cuando supo que todo había sido una ardid para hacerla pasar por una amiga suya frente a su novia y, en lo quizá Sofía tenía más razón, la manera en que se desbocó para atravesar la ciudad y rescatarlo dle supuesto peligro en el que estaba. «Sí fui bien boba, actué como una enamorada, incluso cuando me lo advirtió Hortensia,
Franco echó un vistazo rápido al informe que le preparó Valeria, mientras la joven descubría que estaba empapando las hojas que tenía en la mano con el sudor de los dedos. Intentó agitarlas y hasta se pasó los dedos por la minifalda que llevaba ese día, pero parecía que el contacto con la tela la hacía sudar más, o era la expresión en el rostro de Franco, que tenía las cejas entornadas. «¿Sabe o no lo que dice la totaldad del testamento?», se preguntaba Valeria. Aunque hbaía descartado las propuestas que sugerían que conocía los antecedentes por los que la madre de Franco decidió incorporar las condiciones, ahora le daba la impresión de que, de todas formas, la redacción daba a entender que sí conocía la totalidad del documento, porque en varias ocasiones hizo alusión que un comportamiento inmoral del beneficiario no era causa suficiente para justificar un desheredamiento. «Debe haber leído ya eso y esa es la razón por la que mira así hacia la pantalla. Si no ha leído el testament
Valeria aprovechó que hbaía salido temprano de la oficina para pasar a la casa de Sofía y almorzar allí, pero antes de llegar, llamó a su amiga y le dijo que se fuera preparando. —Ya hice cuentas y puedo pagarte un sueldo —dijo Valeria—, así que puedes ir preparando a tus papás y decirles que vas a obtener un trabajo. —¿Lo dices en serio, Vale? ¡Ay, qué emoción! ¡Por fin juntas! ¿Te imaginas? Valeria tuvo que calmar un poco las expetctativas de Sofía, porque todavía tenían que escoger un apartamento, firmar el contrato de alquiler y hacer la mudanza. —Hablamos en un rato —dijo Valeria cuando tomó el bus que debía llevarla a la casa de su amiga. Cuando llegó a la casa de Sofía, Valeria no tardó en enterarse que su amiga ya había anunciado a sus padres que tenía un empleo, como cuidadora de una mujer mayor que le pagaría my bien por quedrase en su casa a cuidar de ella. —Menos mal y has venido, Vale —dijo Martha, la mamá de Sofía, después de saludar a la amiga de su hija y comenta
Esa noche, Valeria llamó a sus papás para avisarles que iba a quedarse en casa de Sofía, pero tuvo que prometerles que, antes de hacer el trstaeo al apartamento en donde iba a mudarse pasaría al menso una noche más con ellos. —¿Por qué será que los papás están tan obsersionados con que sus hijos se queden con ellos? —dijo Valeria cuando terminó la llamada. —No lo sé, Vale. Quizá solo lo sepamos el día en que seamos mamás y nuestros hijos quieran irse de casa. —Nunca creí que te escucharía hablarle así a tus papás, como lo hiciste en la tarde —dijo Valeria mientras repasaba, con resaltador naranja, las direcciones de los apartamentos que iban a visitar al día siguiente. —Yo tampoco creí que lo haría alguna vez —contestó Sofía, que había encendido el televisor en su cuarto para buscar alguna película en Netflix—. Pero es que no voy a dejar pasar esto, la oportunidad de irme a vivir contigo y poder cuidarte. Valria giró para mirra a su amiga, —¿Para cuidarme? ¿De verdad es por eso
Las chicas habían cuadrado la primera de las citas a las ocho de la mañana y estaban en la portería del edificio faltando quince minutos para la hora. Estaban muy emocionadas, porque la zona les había gustado, el edificio era muy bonito y solo estaban a treinta minutos del trabajo de Valeria. —Espero que el apartamento sea igual a como se ve en las fotografías —dijo Valeria—. Si es así, creo que será muy difícil que nos decidamos por otro, ¿no te parece? A Sofía le daba igual cuál fuera el apartamento que eligieran con tal de cumplir su deseo de salir de casa de sus padres, así que si ese apartamento le gustaba a su amiga y ella consideraba que le quedaba muy cerca del trabajo, no pondría ninguna objeción. —En las fotografías se ve muy bien, así que confío en que así sea, ¿porque cómo puedes trucar las foto de un apartamento? —respondió Sofía. La agente inmobiliaria llegó a la hora pactada y, después de saludar a las dos amigas, subieron al apartamento, abrió la puerta y, mientra
Valeria pasó el fin de semana en la casa de Sofía por temor que sus padres pudieran enterarse de tu estado, pero les prometió que, tal como les había dicho, pasaría al menos la noche del lunes con ellos, antes del trasteo el nuevo apartamento, del que Sofía se haría cargo. El domingo en la noche, y luego de casi haber pasado la totalidad del fin de semana encerradas en la habitación de Sofía, las dos amigas miraron algunos videos en Youtube en los que enseñaban a colocarse fajas para disimular la panza de un embarazo que, descubrieron, era muy distinta a una barriga tradicional porque la faja no solo debía conseguir ser colocada en el sitio adecuado para evitar que la barriguita se notara, sino que debía ser puesta de tal manera que no fuera a afectar al bebé. Fue más difícil de lo que pensaron, pero después de algunas horas de práctica y considerando que la pancita de Valeria todavía era pequeña, lo lograron. —Me temo que también tendrás que maquillarte si hicieras parte del cast
El maquillaje y la faja estaban actuando a la perfección, o al menos esa fue la idea de Valeria, que pasó frente a la recepción del edificio como siempre lo hacía, entró al ascensor sin que ningún hombre o mujer se girasen a mirarla, caminó por el corredor de los cubículos sin que ninguno de los jóvenes asistentes se distrajera de sus tareas e incluso Jaime la saludó como solía hacerlo, prometiéndole que estaría en la estación de café en una hora, en donde la esperaba para hablar. Incluso Hortensia la saludó como si solo una corriente de aire hubiera pasado por delante de ella. Era la primera vez que Valeria se sentía tan bien y cómoda al pasar desapercibida. Con una sonrisa en el rostro, fruto de la nueva seguridad que había adquirido, entró al despachó de Franco, que ya reinaba en su silla ejecutiva, frente los enormes cristales desde los que veía la ciudad despertando a un nuevo día. —Señor, buenos días.—saludó Valeria. —Buenos días —respondió Franco mientras giraba la silla pa