La puerta se abre ligeramente y me reciben con sorpresa esos ojos dorados. Me meto en el reducido espacio sin que me haya invitado a pasar. Es más pequeño de lo que esperaba.
—¿Samantha? —pregunta Niko con una sonrisa pícara, sabiendo lo que hago aquí, pero esperando de todos modos a que sea yo quién se lo explique.
Me abrazo a su cuello y lo atraigo hacia mí, besándolo con pasión; admito que me siento nerviosa, pero su boca lentamente comienza a intoxicarme con lujuria y vibro con sus caricias. Mis manos recorren su cuerpo y se detienen en su pantalón, con insistencia lo desabrocho y busco dentro de sus ropas lo que anhelo. Tomo su miembro entre mis manos, firme y suave a la vez, haciendo que Nikolai levante el rostro y apriete los dientes.
—Shhh… Nos van a escuchar —digo divertida y lleno su cuello de besos suaves y pasionales.
—Samantha… me estás matando. —Su voz sale entrecortada.
Verlo de esa forma, conteniendo su deseo, sucumbiendo y vol
La puerta de la entrada se abre abruptamente, una ventisca de aire deja entrar más nieve y a mi padre acompañado de un grupo de hombres uniformados con los ojos dilatados por las drogas que Negri logró enviar de regreso. Creo que un pequeño defecto en los panzers es que una vez que prueban esa cosa, no pueden dejar de consumirla, su adicción es fuerte y la desintoxicación los lleva a la locura e incluso al suicidio, ahora más que nunca es imperioso recuperar la fórmula, sino perderemos a los hombres que tenemos.—¡Deja esa cabeza de una buena vez! —grita mi padre y patea la bolsa sobre mi regazo—. Sé que siempre fuiste una buena para nada, pero sería de mucha ayuda si piensas en algo para solucionar el problema en el que estamos.—De seguro ya están en San Petersburgo —digo con la voz cortada, temerosa de que Yakov vuelva a golpearme.Desde la muerte
—Por si te lo preguntas… sí… Nikolai cuidó de ti cuando eras una bebé, te cambió los pañales, te alimentó, te bañó… —dice Dusha viéndome fijamente, valorando mi reacción. —Eso suena tan extraño. —No me lo imagino, siendo un chico de 18 o 19 años y cuidando de mí como una recién nacida. —No creo en el destino ni en las coincidencias, pero lo suyo es mágico, reencontrarse de esa forma y terminar siendo pareja… ¿No te causa confusión o molestia? —No. —Levanto los hombros restándole importancia. —¿Qué harás cuando tu tengas 50? Él tendrá 68, a dos pasos de los 70… ¿Qué ocurrirá cuando él esté cerca de los 90? Suponiendo que no muera antes, resultado de su oficio, no serás una joven, tampoco una anciana decrepita, pero él estará más cerca de las puertas de la muerte y ni hablar de cuando llegues a los 80 años. Sus palabras duelen en mi corazón. ¿Qué pasará con nosotros cuando lleguemos a esa edad? Aunque la verdadera pregunta que me atormenta es… ¿
—Esa «perra de pelea»… esa «mascota» que adjudican a La ‘Ndrangheta, soy yo. —Samantha da un giro y cae en mi regazo, cruzando sus piernas y apoyándolas en el descansabrazos de mi silla mientras se abraza a mi cuello—. Samantha Sforza. —Pone su mano en mi mejilla atrayéndome a sus labios y besándome con una pasión que empieza a apretar en mi pantalón. Se acomoda a mi lado, dejando que mis manos tomen posesión de su cuerpo, estrechando su cintura y acariciando sus muslos—. Yo maté a sus hombres, yo me robé sus armas y yo me llevé su dinero, soy la hija de Bartolomé Sforza, soy Smiley y su futura señora. Todos se quedan con la boca abierta, se ven entre ellos sin poder creer lo que acaban de ver y escuchar. Esperaban a un tierno corderito, temeroso y débil buscando refugio, una mujer que se escondiera detrás de mí mientras todos la atacaban con críticas y amenazas, pero se encontraron con una leona fuerte y dominante, arrogante, tan hermosa como peligrosa, consciente de su fue
—¿Cómo lo iba a llamar Alexander si… —comienza a explicarse Cat. —«Si el diminutivo es Sasha». —Interrumpe Nikolai, fingiendo la voz de mi amiga casi a la perfección si no fuera por su timbre áspero y grueso. —¿Sasha? Que extraño. —Frunzo el ceño. —¡Otra! —Óscar vuelve a torcer los ojos. —Haciendo a un lado la extraña forma de los rusos de ver la vida y escoger nombres… ¿Lo quieres cargar? —pregunta Cat y asiento con emoción. Preparo mis brazos para volver a sostener un bebé y Óscar lo deposita con delicadeza; se siente tan cálido y huele delicioso, es un aroma característico, dulce y suave, es olor a bebé, no hay otra forma de explicarlo. Lo arrullo entre mis brazos y lo veo con adoración, jamás me imaginé cargar al hijo de Cat, el futuro se veía tan distante y no pensé que terminaríamos así. —Hola Mateo, que hermoso estás. —El pequeño bebé abre sus ojos intentando identificarme y amplía su sonrisa—. Se parece mucho a ti —le digo a Ca
Tomo el liguero del tocador y me levanto, apoyo mi pierna sobre la cama y alzo la falda de mi vestido para colocármelo en el muslo y después atorar la jeringa, encontraré la forma de que está aguja atraviese su corazón, lo juro. Tanto Ed como Anette se toman de la mano y salen de mi habitación, dejándome sola de nuevo, con mi miedo. Tomo el velo de la cama y me lo coloco, atorándolo sobre mi corto cabello ante el espejo, cubro mi rostro con él y me siento más como un fantasma que como una novia a punto de casarse. Cuando lo levanto un movimiento por la ventana me pone alerta, giro sobre mis talones y me asomo recorriendo con la mirada el jardín lleno de nieve. Hablando de fantasmas, una silueta se mantiene firme entre la ventisca, sus cabellos rubios se ondean con brusquedad y sus ojos verdes se clavan en mi como navajas afiladas. Es Irina, de pie entre toda la blancura, cargando una pequeña mochila de tela e invitándome a salir. Volteo hacia atrás, como si e
—Irina… las cosas no tienen que terminar así —dice Nikolai intentando convencerla—. Baja el arma y hablemos.—Nikolai… tú me alejarías de mi padre, tú me harías feliz, ya no volvería a sentir dolor, ya no volvería a ser humillada ni utilizada… sería libre… pero decidiste tratarme como una puta más. ¡Como tu padre trató a mi madre cuando conoció a Gwen! —grita resaltando su locura.—¿Qué? ¿De qué estás hablando? —pregunta Nikolai confundido.Las lágrimas caen pesadas por las mejillas de Irina, congelándose casi al momento de que el viento gélido las toca, en verdad me siento mal por esta pobre mujer, es una lástima que no haya forma de salvarla, pero… ¿en verdad esperaba que alguien más la sacara de su problema? ¿No pudo ha
Por un momento nos vemos directo a los ojos, su frente se llena de sudor y su piel se ve pálida, temo por su vida. De pronto desvía su mirada, extiende su abanico y lo lanza haciéndolo girar por el aire, este parece una sierra pues corta la cabeza de un panzer y se entierra en el pecho de otro.—Me quedaré aquí, si Dios lo permite nos veremos al final, cuando todo esto termine. —Toma su otro abanico y me lo extiende.Cuando lo tomo me doy cuenta de su verdadero peso, lo abro y veo por la parte interna una serie de navajas ensambladas, unidas por una tela color azul dura que les da firmeza, esto nunca fue un accesorio sino un arma mortal.—Ve por el otro y acaba con todos. —Me guiña un ojo y me da unas palmadas en la mejilla.Me alejo, dejando que la rusalka más cercana sea quien continúe haciendo presión en la herida de Dusha. Giro sobre mis talones y corro hacia el pan
—¿Qué quieres Yakov? ¿La fórmula? Te la doy, ¿quieres follar después de todo esto? Sin problemas, puede ser relajante para ambos. —Le guiño un ojo—. ¿Quieres unirte a La ‘Ndrangheta? Creo que Sforza estaría más complacido contigo que con Nikolai.—¿Ah sí? ¿Eres capaz de hacer todo eso por mí? —Apoya su mano en mi muslo y lo amasa con lujuria—. Eres una perra traidora, ¿cómo sé que no me traicionarás a mí también?—Puedo hacerlo, pero por ahora tienes mi vida en tus manos, Yakov, así que aprovéchalo, porque sé perfectamente bien que necesitas la fórmula.Me toma por el cabello y apoya su pistola en la base de mi mandíbula mientras recorre mi rostro con esa mirada lasciva.—No puedes juzgarme cuando tú fuiste quien traicion&o