Durante el día ella no había parado de pensar en si Daniel había llamado a la mujer de anoche o no. Probablemente no lo habría hecho, pero ella había cometido el error de aconsejarle que lo hiciera y últimamente él la obedecía porque quería cambiar, si al final acababa saliendo con esa mujer solo sería culpa suya ¿por qué había tenido que decírselo? Estaba sintiendo algo por él que ya no podía seguir negándoselo, pero ¿cómo se lo hacía entender? Si al menos él pudiera darse cuenta de ello. Pero si lo hacía ¿acaso le correspondería? Él era definitivamente distinto por todo lo que le había sucedido y era imposible saber qué es lo que sentía o quería, todo en él era una barrera impenetrable difícil de derribar. Se suponía que tenía que seguir con sus lecciones este día, pero él no la había llamado ni para decirle que no se verían hoy, tampoco la había escrito y eso la molestaba, la frustraba, quería saber cómo estaba, cómo le había ido y si había quedado con la mujer, pero era impo
Era un nuevo día y Sídney estaba haciendo la maleta, se iba a ir a vivir con Daniel, ahora estaba siendo consciente de todo lo que pasaba. Lo de anoche no había sido ningún sueño.Apareció Carla por la puerta. Se quedó mirando a su hija en el umbral, le estaba sonriendo.—¿Quién lo diría? Te has enamorado y pronto te casarás, es increíble.Se acercó a Sídney y se sentó en la cama junto a ella.—¿Estás segura de que quieres esto? ¿No es un poco precipitado?—No mamá. —intentó tranquilizarla—Está todo bien y es lo que quiero.—Me alegro mucho por ti y tu padre también. —le acarició el hombro. —Espero que seas muy feliz, te lo mereces.—Gracias mamá. —se apoyó contra ella. Llamaron a la puerta.—Iré a abrir yo. —dijo Carla, le dio un beso en la frente a su hija y salió de su cuarto.Sídney cerró la maleta, estaba ya todo listo; tampoco era para llevarse todo, por si acaso. Solo una maleta y una bolsa con todo lo necesario.—Cariño, mira quién
En una hora se empezaba a sentir un poquito más cómodo con ella apegada a su cuerpo. Aspiró su aroma, era delicioso. Desde que se había quedado allí tendida en el sofá con él, había procurado ser lo más normal posible, comentaba sobre lo que pasaba en el documental, aunque él no pudiera responderla con nada mejor que con monosílabos. Pero ahora se había quedado dormida, él acarició su muñeca que hasta entonces tenía rodeada.—Sídney. —le susurró al oído, pero no obtuvo respuesta.Insistiría, pero sabía lo que quería ella. Ya lo había hecho antes en algún momento, no podía ser tan difícil.En minutos la tenía ya entre sus brazos como la primera vez, pero con la diferencia de que ahora lo hacía consciente, ella solo estaba dormida y no desmayada. Se quedó de
Sídney se arregló y se puso un precioso vestido. Iba a cenar con el padre de Daniel, no sería la primera vez, pero esta vez era especial, estaba comprometida de verdad con su hijo y no tenían que pretender nada. Durante el día no había dejado de pensar en el beso que le había dado Daniel, cada vez que pensaba en ello la hacía estremecerse.Había llamado a sus padres en la mañana una vez que se fue Daniel y les había informado sobre la cena con Eduardo.Salió al salón donde estaba Daniel esperándola ya listo. Se volvió a verla y se quedó impresionado y no dudó que confesar lo que pensaba.—Me encanta cómo te ves. —ella se sonrojó y sonrió.—Tú en cambio siempre estás perfecto, también me encanta.A Daniel le estaba gustando esa sensación de poder expresar todo aquello que sentía, le resultaba agradable, por no mencionar lo fácil que ahora le resultaba acercarse a ella y depositar un beso en su mejilla, así lo hizo antes de que salieran de la casa y se subieran a
La noche se había alargado tanto que Eduardo tuvo que pedir al conductor que llevara de regreso a los padres de Sídney después de despedirse.Se quedaron los cuatro en la casa, Eduardo quería hablar con Sídney así que se sentaron juntos en el sofá para charlar. Nicolás y Daniel estaban en el mini bar observándolos a distancia.—¿De qué estarán hablando? —preguntó Daniel que le sorprendía que se estuvieran llevando bien, hasta Sídney estaba sonriendo.—Parece que a papá le gusta tu prometida.—Le gustaría cualquiera mientras sea mi prometida, ¿alguna vez le habías imaginado comportándose así?—Es papá, es impredecible. Aunque ahora que lo pienso, debería estar celoso.—Celoso tú ¿por qué?—Por ella, ahora toda tu atención estará en ella y no en mí. —Daniel miró a su hermano y frunció el ceño.—No estarás hablando en serio. —Nicolás asintió. Daniel sonrió irónicamente. —Eres increíble, tú te empeñaste en que estuviéramos juntos y ¿ahora te pones celoso?<
Sídney estaba saliendo de la cafetería después de concluir todo con el que ahora era su exjefe. Se encontraba en la acera con la intensión de llamar a un taxi, abrió su bolso para sacar su móvil y llamar a Olivia, pero de pronto se detuvo un auto completamente oscuro frente a ella. Se bajó de él un hombre trajeado y la habló.—¿Sídney? —le preguntó.—Sí ¿por qué? —todo le parecía extraño, no sabía de qué iba todo eso.—Debe acompañarme. —le dijo abriéndole la puerta trasera del auto -. Necesitan verla.—¿Quién quiere verme? Y ¿Por qué manda buscarme?—No puedo darle la información que necesita, solo decirle que es importante.Si tan importante era ¿por qué no podían decirla de qué se trataba?—Pues lo siento, no voy a subirme en el auto de un desconocido. Dígaselo a quien sea que le ha enviado…—Es sobre Daniel, su prometido.Sídney se paró en seco ¿qué tenía que ver ese tipo con Daniel? Nunca lo había visto antes. Pero también pensó que quizás se t
Sídney llegó al edificio donde se encontraba el bufete en el que trabajaban Eduardo y Daniel. Ya dentro, llamó al ascensor y pulsó el botón que la llevaría al piso correspondiente. Una vez allí le preguntó a la secretaria por el despacho de Eduardo.—¿Tiene una cita con él? —preguntó ésta.—No, pero es urgente.—Lo siento señorita, no puede atenderla sin una cita.—Ya creo que querrá verme. —en otras circunstancias habría sido un poco más paciente y hubiera intentado convencer de alguna manera a esa mujer que tan solo hacía su trabajo, pero en estas circunstancias no podía, su estado emocional no se lo permitía.El despacho de Eduardo era de cristal por lo que fácilmente se podía saber cuál era. Sídney dejó a la secretaria y avanzó hacia la puerta del despacho donde se encontraba él y otros dos hombres discutiendo algo. La secretaria la siguió casi corriendo por detrás.—No puede entrar allí, el señor se encuentra en una reunión. —Sídney la ignoró y abrió la
Aquella tarde después de salir del despacho de su padre enfadado se había ido a la playa, donde estaba el rancho y donde estuvieron hacía casi una semana. Siempre se iba allí cuando estaba enojado y quería tener las ideas claras. Cuanto más lejano estuviera el lugar de todos mejor. No era de esas personas que tomaba decisiones cuando estaba enojado, prefería meditar primero en la situación para luego actuar y es por eso que se alejaba. De verdad habría preferido enfrentarse a sus padres de una vez, pero odiaba arrepentirse y ahora no iba a ser la excepción. Estar así de lejos le impedía salir corriendo a enfrentarse a los que le habían hecho daño, estando allí podía tomarse su tiempo y pensar mientras se relajaba y tomaba una decisión que considerara razonable.Estaba de pie con la mirada frente al mar, al horizonte durante un par de horas y de vez en cuando se llevaba la mano a su pelo frustrado, no entendía cómo había podido suceder todo eso. El enfado no se iba tan