Sídney se arregló y se puso un precioso vestido. Iba a cenar con el padre de Daniel, no sería la primera vez, pero esta vez era especial, estaba comprometida de verdad con su hijo y no tenían que pretender nada. Durante el día no había dejado de pensar en el beso que le había dado Daniel, cada vez que pensaba en ello la hacía estremecerse.
Había llamado a sus padres en la mañana una vez que se fue Daniel y les había informado sobre la cena con Eduardo.Salió al salón donde estaba Daniel esperándola ya listo. Se volvió a verla y se quedó impresionado y no dudó que confesar lo que pensaba.—Me encanta cómo te ves. —ella se sonrojó y sonrió.—Tú en cambio siempre estás perfecto, también me encanta.A Daniel le estaba gustando esa sensación de poder expresar todo aquello que sentía, le resultaba agradable, por no mencionar lo fácil que ahora le resultaba acercarse a ella y depositar un beso en su mejilla, así lo hizo antes de que salieran de la casa y se subieran aLa noche se había alargado tanto que Eduardo tuvo que pedir al conductor que llevara de regreso a los padres de Sídney después de despedirse.Se quedaron los cuatro en la casa, Eduardo quería hablar con Sídney así que se sentaron juntos en el sofá para charlar. Nicolás y Daniel estaban en el mini bar observándolos a distancia.—¿De qué estarán hablando? —preguntó Daniel que le sorprendía que se estuvieran llevando bien, hasta Sídney estaba sonriendo.—Parece que a papá le gusta tu prometida.—Le gustaría cualquiera mientras sea mi prometida, ¿alguna vez le habías imaginado comportándose así?—Es papá, es impredecible. Aunque ahora que lo pienso, debería estar celoso.—Celoso tú ¿por qué?—Por ella, ahora toda tu atención estará en ella y no en mí. —Daniel miró a su hermano y frunció el ceño.—No estarás hablando en serio. —Nicolás asintió. Daniel sonrió irónicamente. —Eres increíble, tú te empeñaste en que estuviéramos juntos y ¿ahora te pones celoso?<
Sídney estaba saliendo de la cafetería después de concluir todo con el que ahora era su exjefe. Se encontraba en la acera con la intensión de llamar a un taxi, abrió su bolso para sacar su móvil y llamar a Olivia, pero de pronto se detuvo un auto completamente oscuro frente a ella. Se bajó de él un hombre trajeado y la habló.—¿Sídney? —le preguntó.—Sí ¿por qué? —todo le parecía extraño, no sabía de qué iba todo eso.—Debe acompañarme. —le dijo abriéndole la puerta trasera del auto -. Necesitan verla.—¿Quién quiere verme? Y ¿Por qué manda buscarme?—No puedo darle la información que necesita, solo decirle que es importante.Si tan importante era ¿por qué no podían decirla de qué se trataba?—Pues lo siento, no voy a subirme en el auto de un desconocido. Dígaselo a quien sea que le ha enviado…—Es sobre Daniel, su prometido.Sídney se paró en seco ¿qué tenía que ver ese tipo con Daniel? Nunca lo había visto antes. Pero también pensó que quizás se t
Sídney llegó al edificio donde se encontraba el bufete en el que trabajaban Eduardo y Daniel. Ya dentro, llamó al ascensor y pulsó el botón que la llevaría al piso correspondiente. Una vez allí le preguntó a la secretaria por el despacho de Eduardo.—¿Tiene una cita con él? —preguntó ésta.—No, pero es urgente.—Lo siento señorita, no puede atenderla sin una cita.—Ya creo que querrá verme. —en otras circunstancias habría sido un poco más paciente y hubiera intentado convencer de alguna manera a esa mujer que tan solo hacía su trabajo, pero en estas circunstancias no podía, su estado emocional no se lo permitía.El despacho de Eduardo era de cristal por lo que fácilmente se podía saber cuál era. Sídney dejó a la secretaria y avanzó hacia la puerta del despacho donde se encontraba él y otros dos hombres discutiendo algo. La secretaria la siguió casi corriendo por detrás.—No puede entrar allí, el señor se encuentra en una reunión. —Sídney la ignoró y abrió la
Aquella tarde después de salir del despacho de su padre enfadado se había ido a la playa, donde estaba el rancho y donde estuvieron hacía casi una semana. Siempre se iba allí cuando estaba enojado y quería tener las ideas claras. Cuanto más lejano estuviera el lugar de todos mejor. No era de esas personas que tomaba decisiones cuando estaba enojado, prefería meditar primero en la situación para luego actuar y es por eso que se alejaba. De verdad habría preferido enfrentarse a sus padres de una vez, pero odiaba arrepentirse y ahora no iba a ser la excepción. Estar así de lejos le impedía salir corriendo a enfrentarse a los que le habían hecho daño, estando allí podía tomarse su tiempo y pensar mientras se relajaba y tomaba una decisión que considerara razonable.Estaba de pie con la mirada frente al mar, al horizonte durante un par de horas y de vez en cuando se llevaba la mano a su pelo frustrado, no entendía cómo había podido suceder todo eso. El enfado no se iba tan
Cuando Sídney se despertó estaba sola en la cama, Daniel no estaba a su lado. Se habrá despertado temprano, pensó. Se levantó de la cama y salió de su habitación para ver si él había salido. Estaba en el salón de espaldas hablando por teléfono, entonces se acordó de la conversación que tuvieron en la noche ¡iban a casarse hoy! La idea la puso de nuevo nerviosa, estaba feliz, pero también nerviosa.Daniel finalizó la llamada y notó su presencia, se volvió para verla.—Buenos días —. Saludó ella.—Muy buenos días. —se acercó a depositarla un beso en la mejilla que la estremeció. —¿has dormido mejor?—Sí. —contestó feliz, era agradable tener a Daniel de pareja cariñoso.—Estaba hablando con mi padre, estaba insistiendo en encargarse del arreglo de la ceremonia y no tuve más remedio que permitírselo.—Tal vez quiere sentirse mejor por lo que hizo.—Al fin y al cabo, es mi padre. Prepárate, saldremos a desayunar fuera y después iremos a buscar la ropa para la c
Sídney se puso el vestido, le quedaba perfecto y a un lado estaba abierto dejando ver parte de su pierna. Se maquilló moderadamente, recogió su pelo en un moño decente y se puso unos tacones negros al igual que su monedero. Le tomó tiempo terminar de arreglarse y era normal, no todos los días se casaba una.Salió de la habitación y se encontró a Daniel apoyado contra el muro que daba al salón con los brazos cruzados, parecía que llevaba tiempo esperando. Él estaba ya listo con su traje impecable, él alzó la mirada y la vio.—¿Te he hecho esperar mucho? —preguntó preocupada.—No importa, —se incorporó y se acercó a ella. —ha valido la pena. Estás preciosa. —ella se ruborizó y sonrió.—Gracias, tú también, solo…—¿Qué? —preguntó mirándose. Ella elevó la mano y le quitó el lazo.—No necesitas esto, estás perfecto así. —él sonrió.—Lo que quiera mi futura esposa. ¿Nos vamos? —ella mantuvo la mano en el cuello de su camisa e hizo lo mismo con la otra mano. Ahora podí
Acompañaron a Eduardo hasta el lugar reservado, no se encontraba muy lejos de allí. Olivia iba en el mismo auto que los recién casados. Eran ya las ocho de la noche.—¿Sabes? Una vez ella me llamó para decirme que te extrañaba cuando te fuiste de la universidad.—De eso hace mucho. — dijo sorprendido Daniel.—Olivia ¿puedes callarte de una vez? Por cierto, ¿Por qué apareciste acompañado de Nicolás?—Nos encontramos en las escaleras. —se acomodó y se cruzó de brazos.—No me digas. ¿Y decidisteis llegar corriendo y sudando juntos?—¿A qué viene tanto interrogativo?—¿Puedo pedir que se calmen por favor? —Sídney suspiró y se relajó.—Lo siento cariño. — Daniel le sonrió y aparcó donde lo hacían los demás.Entraron en el local reservado solo para ellos. Estaba todo bien ordenado, había bebidas y alimentos y gente uniformada encargada de servir. Habían dejado un gran espacio libre en el centro de la sala y los invitaron a abrir el baile. Eduardo hizo un
Cuando se lo dejó y se fue, Daniel dio vueltas por la habitación, de pronto estaba tenso y necesitaba algo para relajarse. Se quitó la chaqueta y la echó en la silla. Junto a la cama había una mesa con una botella de champán metido en un cubito de hielo. Se acercó a ella y descubrió que junto a ella también había un bol con fresas y un bote de chocolate caliente, ¿Qué se suponía que tenían que hacer con eso? Cogió un vaso y se sirvió champán.Salió Sídney del cuarto de baño, pero llevaba una bata blanca atada a su cuerpo, se acercó a él cuando vio todo lo que había en la mesa.—¿Y todo esto? —dijo sentándose al borde de la cama y cogiendo el bote de chocolate. — ¡chocolate! —Daniel recordó que la gustaba. Bebió de él. —está rico.—También hay fresas. —mencionó él. Ella lo miró sorprendida. —¿qué? ¿Significa algo?—No tiene por qué significar nada. —cogió una fresa, lo bañó de chocolate y se lo llevó a la boca. —me encanta, tienes que probarlo, él se sentó junto a