Alina Klara Me encontraba en un pequeño bosque, a mi alrededor no había más que nieve, arboles y neblina. La fría nieve me hacia cosquillas en los pies y usaba un vestido de seda tan blanco como la luna que había esa noche. A pesar de que me encontraba sola, algo me decía que estaba segura, que alguien me protegía. Había un pequeño sendero que me llevaba a un columpio entre dos grandes árboles, el recorrido… todo me era familiar. Miro a mi alrededor buscando algo que me indique donde estaba, pero no había más que bosque a mí alrededor. Tomo asiento en el columpio, cierro los ojos y comienzo a mecerme, la fría brisa de invierno me acariciaba el rostro, me sentía completamente en paz, me sentía en casa. — Alina…— susurraron. Abro los ojos de golpe para mirar alrededor, pero seguía completamente sola. — ¿Quién… anda ahí? — pregunto poniéndome de pie. — No estas viendo realmente — susurraron — Abre los ojos. Los abro pero en esta ocasión el escenario es completamente diferente. Alex
Pasado… Hoy eran uno de esos días en los que no dejaban a Anastasia salir, toda la casa se encontraba abarrotada de mafiosos, empresarios y narcotraficantes de alto nivel. Para sus padres era vital mantenerla alejada de todo eso. O todo lo alejada que se puede estar en este mundo. — No quiero estar aquí — susurró antes de escabullirse por las sombras, agradeciendo que era algo pequeña para su edad logro esconderse con suma cautela de los invitados que se encontraban en la primera planta, pero escondiéndose principalmente de sus padres y los guardias. Cuando logró llegar a la cocina varios asistentes la vieron pero hicieron la vista gorda, así que pudo seguir su recorrido hasta la puerta trasera que daba al jardín. Un laberinto que había recorrido muchas veces y que se sabía de memoria, siguió el camino familiar hasta llegar a su lugar secreto. Se hallaban dos árboles gigantes que formaban un arco en el centro del laberinto y en él había un columpio. En el día era un lugar hermoso, p
Alexei Voronin Todo era una m****a. Había recordado el pasado, el pasado de Alina o Anastasia, no soportaba ver como su padre le mentía en la cara y por más que yo quisiera contarle la verdad era algo que tendrían que resolver padre e hija en su momento. Recordar fue maravilloso y doloroso en ambas partes, todos los momentos que pase con Alina fueron perfectos, las risas, las peleas, tenía sentido porque desde que nos reencontramos existía esa necesidad de desafiarla, ella nunca se quedaba callada, siempre tenía una respuesta para todo. Pero el recuerdo más doloroso que tenia del pasado era cuando se fue de mi lado, éramos solo unos niños pero entre nosotros existía más y desconocía la magnitud de este sentimiento. Recordaba con exactitud las palabras que le dije ese día. Veintiún años atrás. Nos encontrábamos en la misión Voronin, mi padre nos había dejado en mi habitación. Anastasia no paraba de sollozar por más que la mantenía abrazada contra mi pecho, algo se removía en mi inte
Alexei Voronin Habíamos dejado a Alina y su nana — Raquel — para que se instalaran, sabía que si no hablaba con su padre ahora tal vez después no tendría oportunidad, en este momento los italianos estaban al pendiente de cada movimiento nuestro, igual que nosotros a cualquiera que dieran ellos. El pasado ya estaba lleno de muerte y sufrimiento, y aunque disfrutaba matar no quería que esta girara entorno de Alina. Cuando se trataba de ella me daban ganas de meterla en una caja de cristal para que jamás le volvieran hacer daño. Ya no recordaba cuando fue le última vez que camine por estos pasillos, todo estaba igual de cómo lo recordaba o lo poco que memorice de ello. El despacho de Nicolay no era exactamente mi lugar preferido tomando en cuenta lo que había pasado la última vez, pero sabía que era el último lugar al que Alina se acercaría aunque ella no recordara lo que hubiera pasado. Al entrar al despacho me encuentro con mi padre sentado frente al escritorio donde se encontraba Ni
Alina Klara Todo a mi alrededor desapareció en el momento que Alexei poso sus labios sobre los míos, estos eran suaves, cálidos, dulces y encajaban a la perfección con los míos. Sus brazos me mantenían en mi lugar, me sentía segura entre su musculatura, de alguna forma me sentía… poderosa. Separó sus labios antes de lo que hubiera querido, pero estaba tan ensimismada en lo que sentía que no me di cuenta de lo acelerada que estaba su respiración. — принцесса…si sigo así el poco autocontrol que tengo se irá a la m****a — susurro sobre mis labios y no pude pasar por alto la corriente que me erizo todos los vellos del cuerpo. — Yo… no debería estar haciendo esto — digo intentando alejarme, pero le pedía algo a mi cuerpo que mi corazón no quería, no me sacaba de la cabeza que era mi paciente y esto no estaba bien, aunque se sentía todo lo contrario. — Klara ¿Por qué luchas? — el deseo en sus ojos me ponía las piernas de gelatina, no podía pensar con el cerca. — No…no lo sé — intento
Alina Klara Todo a mi alrededor era luz, la calma se sentía en el aire, un jardín de flores se extendía a mi alrededor, si estaba muerta esto era el cielo. Una suave melodía comienza a escucharse, era una que había escuchado antes pero no sabía donde. Suaves palabras en ruso comienzan a escucharse, era una canción de cuna. Duerme, niñito mío, prenda mía ¡Arrurú, arrurú! La luna silenciosa esta mirando Dentro de tu cuna. Te diré cuentos de hadas Y te cantare cancioncitas Pero debes dormir, cerrados tus ojitos ¡Arrurú, arrurú! Mientras seguía la melodía recuerdos de mi madre cantándola llegaron a mi mente, pero era extraño porque nunca uso ruso en la casa, solo el ingles. La melodía provenía de una pequeña casa en el medio de todas esas flores, era pequeña con tonos blancos y azules que la hacían destacar en el ambiente. Un camino de piedras me lleva al porche donde una mujer esta sentada en una mecedora con un bebe en brazos. — Mi pequeña niña — dice al verme. — ¿Mamá? —
Alina Klara Alexei no me había dejado ni un segundo sola desde que me dejaron levantarme de la cama, sabía que la razón de que estuviera al pendiente de cada uno de mis movimientos era que le preocupaba que en cualquier momento me viniera abajo. Mi padre me había evitado a toda costa desde que me dieron de alta, no negaría que me dolía que después del tiempo que pasamos alejados se comportase así conmigo. Recuerdo que durante los años que vivimos en Nueva York la mayor parte del tiempo me la pasaba a su lado, me llevaba y recogía del colegio al igual que en la preparatoria. Cuando me gradué ya tenía plaza en la Escuela de Medicina de Harvard, pero después ocurrió el accidente, lo cual me dio de lleno en mis ganas de estudiar medicina. Luego del funeral no sabía que quería hacer, no quería quedarme en Nueva York habían muchos recuerdos y era muy doloroso, pero como si fuera una señal divina me llego una carta de la Universidad Estatal Lomosonov de Moscú, en su momento había pensado qu
Alexei Voronin “Es nuestro…” Su subconsciente recordaba, decía y hacia cosas que había hecho en el pasado, solo necesitaba darle un pequeño empujón para que recordara, pero no sabía como. — ¿Recuerdas la primera vez que estuviste aquí? — digo pasando por su lado para sentarme en aquella roca en la que años atrás la había encontrado sentada. — Mmm no ¿hace cuanto estuve aquí? — Si no llevo mal la cuenta, hace unos veintidós años, no tenías más de cuatro años cuando te conocí. — Debió ser increíble la forma en la que nos conocimos — sonrío porque le había dado en el clavo. — No tienes ni idea, me dijiste “animal” en ruso — aunque se encontraba de lado podía ver que estaba sonriendo. — Puede que no lo recuerde, pero estoy orgullosa de mi yo de cuatro años ¿algún otro insulto del que deba estar orgullosa? — Fuiste la primera persona en decirme idiota y en ruso debo agregar. — Es una palabra muy fuerte para una niña de esa edad — me rio al escucharla, debíamos estar en algún mundo