Alexei Voronin Habíamos dejado a Alina y su nana — Raquel — para que se instalaran, sabía que si no hablaba con su padre ahora tal vez después no tendría oportunidad, en este momento los italianos estaban al pendiente de cada movimiento nuestro, igual que nosotros a cualquiera que dieran ellos. El pasado ya estaba lleno de muerte y sufrimiento, y aunque disfrutaba matar no quería que esta girara entorno de Alina. Cuando se trataba de ella me daban ganas de meterla en una caja de cristal para que jamás le volvieran hacer daño. Ya no recordaba cuando fue le última vez que camine por estos pasillos, todo estaba igual de cómo lo recordaba o lo poco que memorice de ello. El despacho de Nicolay no era exactamente mi lugar preferido tomando en cuenta lo que había pasado la última vez, pero sabía que era el último lugar al que Alina se acercaría aunque ella no recordara lo que hubiera pasado. Al entrar al despacho me encuentro con mi padre sentado frente al escritorio donde se encontraba Ni
Alina Klara Todo a mi alrededor desapareció en el momento que Alexei poso sus labios sobre los míos, estos eran suaves, cálidos, dulces y encajaban a la perfección con los míos. Sus brazos me mantenían en mi lugar, me sentía segura entre su musculatura, de alguna forma me sentía… poderosa. Separó sus labios antes de lo que hubiera querido, pero estaba tan ensimismada en lo que sentía que no me di cuenta de lo acelerada que estaba su respiración. — принцесса…si sigo así el poco autocontrol que tengo se irá a la m****a — susurro sobre mis labios y no pude pasar por alto la corriente que me erizo todos los vellos del cuerpo. — Yo… no debería estar haciendo esto — digo intentando alejarme, pero le pedía algo a mi cuerpo que mi corazón no quería, no me sacaba de la cabeza que era mi paciente y esto no estaba bien, aunque se sentía todo lo contrario. — Klara ¿Por qué luchas? — el deseo en sus ojos me ponía las piernas de gelatina, no podía pensar con el cerca. — No…no lo sé — intento
Alina Klara Todo a mi alrededor era luz, la calma se sentía en el aire, un jardín de flores se extendía a mi alrededor, si estaba muerta esto era el cielo. Una suave melodía comienza a escucharse, era una que había escuchado antes pero no sabía donde. Suaves palabras en ruso comienzan a escucharse, era una canción de cuna. Duerme, niñito mío, prenda mía ¡Arrurú, arrurú! La luna silenciosa esta mirando Dentro de tu cuna. Te diré cuentos de hadas Y te cantare cancioncitas Pero debes dormir, cerrados tus ojitos ¡Arrurú, arrurú! Mientras seguía la melodía recuerdos de mi madre cantándola llegaron a mi mente, pero era extraño porque nunca uso ruso en la casa, solo el ingles. La melodía provenía de una pequeña casa en el medio de todas esas flores, era pequeña con tonos blancos y azules que la hacían destacar en el ambiente. Un camino de piedras me lleva al porche donde una mujer esta sentada en una mecedora con un bebe en brazos. — Mi pequeña niña — dice al verme. — ¿Mamá? —
Alina Klara Alexei no me había dejado ni un segundo sola desde que me dejaron levantarme de la cama, sabía que la razón de que estuviera al pendiente de cada uno de mis movimientos era que le preocupaba que en cualquier momento me viniera abajo. Mi padre me había evitado a toda costa desde que me dieron de alta, no negaría que me dolía que después del tiempo que pasamos alejados se comportase así conmigo. Recuerdo que durante los años que vivimos en Nueva York la mayor parte del tiempo me la pasaba a su lado, me llevaba y recogía del colegio al igual que en la preparatoria. Cuando me gradué ya tenía plaza en la Escuela de Medicina de Harvard, pero después ocurrió el accidente, lo cual me dio de lleno en mis ganas de estudiar medicina. Luego del funeral no sabía que quería hacer, no quería quedarme en Nueva York habían muchos recuerdos y era muy doloroso, pero como si fuera una señal divina me llego una carta de la Universidad Estatal Lomosonov de Moscú, en su momento había pensado qu
Alexei Voronin “Es nuestro…” Su subconsciente recordaba, decía y hacia cosas que había hecho en el pasado, solo necesitaba darle un pequeño empujón para que recordara, pero no sabía como. — ¿Recuerdas la primera vez que estuviste aquí? — digo pasando por su lado para sentarme en aquella roca en la que años atrás la había encontrado sentada. — Mmm no ¿hace cuanto estuve aquí? — Si no llevo mal la cuenta, hace unos veintidós años, no tenías más de cuatro años cuando te conocí. — Debió ser increíble la forma en la que nos conocimos — sonrío porque le había dado en el clavo. — No tienes ni idea, me dijiste “animal” en ruso — aunque se encontraba de lado podía ver que estaba sonriendo. — Puede que no lo recuerde, pero estoy orgullosa de mi yo de cuatro años ¿algún otro insulto del que deba estar orgullosa? — Fuiste la primera persona en decirme idiota y en ruso debo agregar. — Es una palabra muy fuerte para una niña de esa edad — me rio al escucharla, debíamos estar en algún mundo
Alina Klara Hacia un par de horas había sucedido la cuestión con Alexei, me reprendía mentalmente por haberlo dejado meterse entre mis piernas, me deje llevar por la tensión que había entre nosotros, pero desde ahora tenía que mantener la cabeza fría y las hormonas a raya. Alexei Voronin era un cerdo y jamás me acostaría con el…pero antes tendría que vengarme por lo que me había hecho, dejarme sola en el bosque y en la punta del iceberg, podía asegurarles que la caída no había sido nada placentera. Cuando llegue del bosque todos se encontraban cenando así que con una escusa bastante creíble subí a mi habitación, desde entonces llevaba dándole vueltas en como seria la manera perfecta de llevar a cabo mi venganza, podía colarme en su habitación y simplemente excitarlo hasta que me rogara estar dentro de mí, pero eso sería muy aburrido, yo quería regodearme en su dolor de no poder tenerme para liberarse. Hace unos años unas compañeras de la universidad me invitaron a un club a divertir
Alina Klara Alexei y yo nos encontrábamos uno frente al otro, se había acercado mientras bailaba, sus pupilas se encontraban dilatadas y sus labios entreabiertos solo me gritaban que lo besara, ninguno había dado el paso para alejarse pero tampoco para cerrar el poco espacio que nos separaba. Lo quería. Lo deseaba. — Pídemelo Alina y será tuyo, seré tuyo — susurro sobre mis labios. En esta ocasión mandaría a la m****a mi orgullo y el poco agrado que sentía hacia su persona, quería probarlo, solo quería un bocado de la manzana que el destino me había puesto en la vida. — Solo será un bocado — susurre antes de besarlo. En el instante que nuestros labios se tocaron me sentí en las nubes, sentía que el corazón se me saldría del pecho, era delicado en cada roce, podía sentir la adoración, dulzura y amor. No sabía todo lo que sentía cuando me besaba así, pero era muchos más y eso me aterraba. Alexei Voronin no era de los hombres a los que le podías entregar tu corazón sin salir herido
Alexei Voronin Alina no me había dirigido la palabra desde nuestro pequeño encuentro en su habitación a media noche, me había tomado totalmente por sorpresa su baile, al igual que encontrarla teniendo sueños húmedos conmigo, pero lo que si me pillo con la guardia baja fue escucharla decir ese nombre, su verdadero nombre. Había evitado por completo sacar el tema y tampoco sabia si lo recordaba, tal vez era igual como cuando le daba un ataque y al despertar no recordaba nada, pedía que fuera así por el bien de Nicolay y la relación con su hija, no es que me importara demasiado pero si afectaba la felicidad de Alina el perderla entonces me afectaba a mi también. Los últimos días de esta semana los había pasado rememorando el baile de Alina en esa habitación, cada parte de ella destilaba sensualidad e inocencia, su piel me incitaba a conocer cada parte de ella, su cuerpo no tenía ni una marca o al menos no visible, al verla vestida con encaje todo mi autocontrol tembló, pero la única ra