Jesús Herrera.
29 años.
Agente de seguridad en el centro comercial de la AV. Unda.
Soltero.
Sin antescendentes penales.
Tire la carpeta en la cama y pensé en la manera de crear un plan que me ayudara a recuperar al amor de mi vida. Me sentía frustrado. No podía hacerlo, era egoísta y no tenia derecho.
—De igual manera no iré al cielo —dije poniéndome de pie.
Camino a su casa, Érica me llamo. Cambie mi dirección hacia casa de mi madre. Al llegar las salude y ni siquiera m
Santiago estaba jugueteando con mi celular mientras mandaba unos estados de cuentas a mis socios. Ambos estábamos solos en casa ya que Erica decidió ir a visitar a unos amigos suyos. Intente concentrarme cuando de pronto mi hijo corre hacia mí, recostado en la cama me levante para ayudarlo a subirse.—Foto —dijo señalando la pantalla.Sonreí recordando las palabras de Manuela, horas antes.—Quiero preguntarte algo.Ella levanto la vista hacia mí con temor.—Adelante.—¿Cómo es que Santiago s
La busque por todos lados y fue inútil. No la encontré. Fue como si hubiese desparecido en un chasquido de dedos. Llame a Constanza para que me diera algún indicio y solo me dejo saber lo preocupada que estaba. Santiago estaba con ella. Desesperado giré en mi camioneta para devolverme, tuve una idea que no me agrado en lo absoluto.Jesús. Seguro estaba con él.Me sentí satisfecho al haberlo investigado, ahora sabia a donde ir.Al llegar al vecindario, cruce por la segunda calle y luego de tres casas, di con la suya. Tuve que pedirle a Dios paciencia para no cometer alguna tontería. Esta vez tenía que hacer las cosas bien.Toqué la puerta un par de
Manuela entro nerviosa y no era para menos, estábamos en el lugar dónde comenzó todo. Mi antiguo apartamento. Durante todos estos años y pese a la insistencia de mis padres, no quise venderlo. Este lugar es demasiado valioso para mí, sentimentalmente hablando. Así que después que se fue Manuela, contrate a tres personas para que se encargaran de mantenerlo.—Puedes acostar a Santiago en tu antigua habitación —dije quitándome la chaqueta.Ella alzando al pequeño un poco más para soportar su peso, me miró.—Este lugar sigue intacto.Sonreí y le arrebaté a mi niño de sus brazos para llevarlo a la h
No pude dormir, me confieso. Tenía que disfrutar cada latido de su corazón mientras dormía desnuda sobre mí. Sonreí como un idiota y seguí acariciando su cabello. No sé qué hice para merecerla, es perfecta.Al besar su frente, ella se removió y sonrió. Dios quería despertarla para seguir donde lo habíamos dejado. Cuando abrió sus ojos, su cuerpo se tensó.—Ay, no. ¿Esto de verdad paso? —Sentándose y arrastrando la sabana para cubrirse tal como la primera vez, me miro con pánico. Aun lo recuerdo. En aquel invernadero cuando nuestros corazones sufrieron el mayor de los colapsos ella se entregó a mí, dejándome entender sus miedos y haciéndome responsable de hacerla olvidar
—Este juzgado ha decido otorgar la patria potestad a...Mi corazón martillo de forma frenética. Esas personas no pueden arrebatarme a mi hija. De forma casi desesperada mire a mi madre y ella me sonrió desde su lugar. Desde hace dos meses los padres de Érica, dolidos por su partida decidieron arrebatármela y entonces decidí luchar por mis derechos.—Familia Cárdenas, su petición ha sido aceptada.Golpeé la mesa y me levanté.—Esto no es justo, señor juez. No puede quitarme a mi hija. —Mi padrino y asesor legal me detuvo por los hombros y me pidió calma —. No puedo calmarme, ¡tienes que hacer algo!<
Probé la leche del biberón que había puesto en mi mano y me aseguré de que la temperatura estuviese acorde. Luego mire a mi hermosa nena de ocho meses y la acurruque para dárselo. Sin mentir, los fines de semana en que me permitían cuidarla eran los mejores.—Aquí están los pañales —Manuela llego a mi lado y beso su frentecita —. Hola hermosa —Llamo su atención con una voz aguda —. Te gusta que papi te alimente. ¿A que sí?—Claro —respondí moviendo los bracitos de Thalia —. Súper papá es el mejor.Manuela me alboroto el cabello y luego siguió su camino.&mdas
—No, Cristóbal. No puedo casarme contigo, no ahora.Borre mi sonrisa y baje la cajita de terciopelo que tenía en mi mano. Así como el diamante del anillo brillaba, sus ojos también lo hicieron y me confundí. Era esa clase de brillo que demuestra felicidad y sus palabras demostraban lo contrario.—¿Por qué? ¿Ya no me amas?Mis palabras se escucharon tan quebradas que ella se arrodillo frente a mí y tomo mi rostro en sus manos. Con sus rodillas aplastó el camino de pétalos de rosas que había hecho. Las luces de las velas parpadearon y ella examino mis ojos.—Ciertamente, te amo.
—Y por el poder que me confiere la ley, los declaró marido y mujer. Puede besar a la novia.Santiago seco sus lágrimas y beso a su esposa. Thalia a mi lado ahogo un sollozo y me abrazo. Envolviendo a mi princesa de 20 años, di las gracias a Dios por permitirme vivir este momento.Todos los presentes llenaron el silencio de la iglesia con sus aplausos y los buenos deseos no se hicieron esperar cuando ellos de la mano, como un solo cuerpo, salían hacia la calle.Manuela no tardo ni un segundo en alcanzarlos.—Mi bebé, has crecido tan rápido. —La escuche decir cuando lo envolvió en sus brazos.
Último capítulo