Capítulo 5

Sara.

Con cada paso mi corazón daba dos latidos a la vez, sentí mis piernas cual gelatina, mis rodillas amenazaron con doblarse y dejarme caer en el salón del aeropuerto. Todo lo que había visto me puso paranoica, viendo a cada persona como si fueran a decirme o hacerme algo a mí o a mi hijo.

__ Tranquila. - Keyla puso su mano en mi rodilla. - Respira y deja de ver a todos como si fueran monstruos de las biblia.

__ Estoy nerviosa. - admití.

__ Sí, ya lo noté. - dijo con obviedad. - Sara, si no me dices que es lo que ocurre no voy a entenderte.

__ No aquí. - pasé saliva. - Solo no debemos quedarnos en esta ciudad. No es seguro.

__ Si no me explicas, estaré siguiéndote todo el tiempo sin saber la gravedad del...

__ Lo haré al llegar ¿está bien? - me apresuré a contestar.

Keyla me vio con preocupación, detalló a mi hijo dormido y suspiró al tiempo que dio un asentimiento para afirmar.

__ Está bien. - dejó su bolso a mi lado.

__ ¿A donde vas? - cuestioné al verla incorporarse.

__ Necesito tomar agua, el niño va a despertar en cualquier momento y no traje sus jugos. Veré si tienen de los que le gustan. - contestó, miré a mi alrededor, todos inmersos en su vida, perdidos en sus propias cosas, mientras yo aún no descubría como controlar los latidos feroces e inclementes de mi pecho.

La vi irse y la preocupación me llenó. Aún así no le puse peros, solo eran unos cuanto metros, además faltaban solo minutos para que llamaran a los pasajeros de nuestro avión.

Anthony se removió en mis brazos, colocó su brazo en mi cuello y siguió dormido.

No me arrepentía de haber pasado esa noche con el nieto de Don Braulio, pero sí sentía una conmoción al saber que por aceptar el trabajo lo volví a ver. Ahora él sabía de mi hijo y aunque al principio tenía la idea de decirle sobre él, con lo que vi, entendí que no era algo viable.

Era mi hijo, era lo único que me mantenía con la cabeza centrada, ya que mi familia dejó de hablarme desde que terminé con Byron, no me buscaron y en lugar de sentir alivio que no lo hicieran, solo sentí más miseria al verme sola ante el mundo.

Solo Keyla estuvo conmigo, ignorando a su familia, quien le exigió regresar y dejarme de hablar porque estaba vetada de mi familia y no querían arruinar su amistad con ellos.

Suspiré de solo recordar que tendría que decirles que necesitaba de su ayuda. Perdería mi dignidad haciéndolo y aún no era seguro que lo hicieran, porque ni siquiera sabían de la existencia de Anthony en primera instancia.

Vi como todo el salón se fue despejando con rapidez, los viajeros se movían hacía un extremo indicando que era una emergencia, tomé mi pañalera, busqué a Keyla y giré a todos lados tratando de encontrarla.

No estaba por ningún lado.

Varias veces su nombre salió de mi boca, pero cuando vi que todo el sitio quedó vacío me quedé de piedra al verlo de pie, con la mirada fija en mí y sus manos en los bolsillos.

Mis huesos se sintieron como hielo, pude escuchar el aire entrando a mis pulmones y era algo que no podía ser posible.

Abracé más a mi hijo, negué y este avanzó hacia a mí. No le quitó los ojos en ningún segundo, ignorándome por completo.

__ ¿Como eres tan ingenua de creer que no lo iba a saber? - exclamó con ese tono ronco que me erizó la piel por completo. - Mentirme es un error, Sara Stewart. Querer llevarte a mi hijo es aún peor.

__ No es tuyo.

__ Eso no es lo que dice esto. - sacó una hoja de papel doblada, el cual extendió mostrando una prueba de ADN, en donde la palabra "positivo" agrandó mi pesar.

__ ¿De donde sacaste su...

__ Hay tres opciones. - señaló con su otra mano aún oculta en su bolsillo. Tomó la mía con la que tenía libre para presionarla dejando algo que al cerrar los dedos continuó ahí. - ¿Como prefieres que te llame, una gestante comprada, una sirvienta o mi esposa?

La voz se me fue, la saliva se me atascó al ver la argolla de color verde en mi mano, brillante y hermoso, pero con un peso que me hizo flaquear.

__ Esas opciones tienes, enfermera. Más no hay y solo cuentas con treinta segundos para elegir.

Mi estómago se hundió, mi voz se perdió y no tuve mayor sustento que el brazo del sujeto que me pidió a mi hijo. Me aferré más a él, no lo iba a soltar, mucho menos quería morir por negarme.

Entonces vi a Keyla con alguien atrás suyo, la habían atrapado también. Todo se descompuso de un momento a otro y mi decisión aún no estaba tomada.

__ Quince segundos. - me recordó cruel y frío el nieto de Don Braulio. No pretendía para nada desistir de lo que estaba haciendo.

__ Tú te casa hoy. - le recordé como último método de escape.

__ Como revuelvo eso es mi asunto, no tuyo. - contestó con la mandíbula tensa, dejándome sin argumentos. - Diez segundos, enfermera.

Mi corazón estaba a punto de estallar, lo único que tenía claro fue que debía correr, a donde fuera, no importaba si le tenía que rogar a mi padre por ayuda, tenía que irme lo más lejos posible de este tipo.

Tragué en seco, todo de mí se descompuso y en mi mente apenas una respuesta basada en una sílaba se originó.

__ ¿Como debo llamarte? - susurró contra mi oreja. - ¿Con qué apelativo me refiero a tí, enfermera?

Mi garganta se cerró y mi corazón de descontroló.

Tomé fuerza de no sé dónde, apreté el anillo en mi dedo y moví la cabeza con lentitud, antes de enderezar mi espalda.

__ Tu esposa. - declaré. La palabra me redujo a solo un martilleo salvaje que golpeó una y otra vez contra mi caja torácica.

Estaba aceptando un destino con un tipo al que odié por ponerme en esa situación solo porque su egoísmo no le dio por ignorarme, como hubiera facilitado las cosas para ambos.

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