—¿Te gustaría dar un paseo conmigo? — le ofrezco con una sonrisa.
—¡Oh! Por supuesto — me responde de inmediato, aunque su cara pinta algo de confusión.
Quisiera echarme a reír, pero me contengo para que no sienta que me estoy burlando. Al contrario, es muy cristalina con sus emociones, que me provoca una ternura tremenda, cosa que adoro. Es tan fácil ver lo que siente, lo que hace que empatizar con ella sea más fácil. Seguro ha de estar pensando que qué pasó con la pasión de hace un rato en el restaurante. Si supiera que lucho con mis instintos más carnales para no comportarme con un cavernícola y tomarla en cualquier rincón, y por eso he decidido dar una vuelta caminando por la ciudad junto a ella. De todos modos, ya estamos aquí y quisiera hacer de esta ocasión la más especial de todas.
—Toma — le cedo mi ch
En mi vida nunca me había sentido tan cómoda en mi desnudez como lo hago ahora. Vamos, que no soy una súper modelo, pero estoy consciente de que tengo uno que otro rollito aquí y allá. Sin embargo, ni siquiera eso es capaz de hacerme sentir menos poderosa de cómo me siento en este instante. Semidesnuda, a penas con el tanga negro que me he puesto debajo del vestido, descalza y con el pelo ondulado que cae a ambos lados de mi rostro, ardo de deseo mientras Andrés me contempla con la boca abierta.Sin mediar palabra, se acerca a mí una vez más y me besa desde el cuello, hasta bajar por mi clavícula izquierda, mi cuello hasta mis pechos. Es evidente que sabe lo que hace, porque, aunque esta no es mi primera vez, ninguno de los dos novios que tuve se tomó la molestia de recorrerme a besos, así que sí, es evidente que este hombre sabe encender a una mujer. Cuando su boca cálida y suav
—Mis dedos están como pasas — digo con el rostro apoyado en el pecho de Andrés.El agua de la tina ya se ha enfriado, pero igual nos hemos quedado metidos en la bañera, disfrutando del contacto de piel con piel y del deleite de estar juntos.—Creo que ya deberíamos salir. ¿No tienes hambre? —Pregunta acariciándome el pelo con cariño.Se me ha mojado un poco con el agua, pero no me importa en lo absoluto.—Estoy famélica.Se ríe y su pecho se mueve, despertando un sentimiento extraño dentro de mí, de regocijo, como si su risa fuera la música más hermosa del mundo.—Eso pensé. Vamos — me insta a levantarme y yo obedezco un tanto tambaleante — Tenemos mucho por ver el día de hoy.—¿Ah sí? ¿Qué tienes en mente? — pregunto con curiosidad a la vez que
—¿Cuál es nuestra primera parada, jefe? — pregunto de buen ánimo.Vamos caminando por la calle sin rumbo aparente, tomados de la mano en una mañana algo fría, pero preciosa de todos modos.—¡Ja! Sabes que no me gusta que llames así, ¿o es que acaso debo recordarte cuál es mi nombre? Recuerda que tengo mis técnicas — me amenaza con una sonrisa y yo me echo a reír.—Anda, ya dime a dónde vamos.—Pues, lo primero que haremos será dar un recorrido en bote, si te parece bien.Se gira para verme, con mi mano entre la suya, apretada contra su pecho.—Suena fantástico — le sonrío y me quedo pensando en cómo fue que un hombre tan guapo como él pudo fijarse en mí.Vamos, que no tengo baja autoestima, ni mucho menos, pero estoy segura que las mujeres con las que ha estado, po
—¡Ding! — el sonido de un correo recién llegado a mi bandeja de entrada llama mi atención.Es lunes y hoy ha sido un día bien intenso en la oficina, cargado de pendientes y mucho trabajo, propio del inicio de la semana, sin embargo, nada de eso es capaz de arruinar mi estado de ánimo, luego del mejor fin de semana de mi vida. Todavía lo pienso y tengo que pellizcarme para comprobar que fue real. Por ratos, me quedo colgada recordando y se me olvida lo que estoy haciendo.Ese es el efecto Andrés Navarro y deberías controlarte o meterás la pata en algo importante. Mi consciencia tan cruel me recrimina, pero nada me importa. Lo único que quiero es volver a verle, porque luego de una cena romántica en un pequeño restaurante de lo más típico, nos despedimos de Burdeos con los recuerdos más dulces, regresamos a Madrid y pasamos la noche en mi apartamen
La señorita súper modelo se encuentra sentada en una de las butacas del escritorio de Ruth, esperando, por lo visto, a que ella o el mismo Andrés aparezcan, aunque es obvio que está en búsqueda de este último. Vestida con un atuendo tan llamativo como ella, de pantalón y camisa blanca ajustados hasta más no poder, para resaltar su esbelto cuerpo, la veo aguardar con paciencia mientras juega con su cabello. Como el pasillo de mi oficina queda justo en frente de ella, no hay manera de que pueda retroceder o pasar sin ser vista, así que suelto una exhalación profunda y decido salir de esto de una buena vez. Tomo mi teléfono y finjo leer algo muy importante en él para que mis ojos no se crucen con los suyos, pero todo intento es en vano, porque tan pronto cruzo por el pasillo, ella me llama. —¡Eh, tú, muchacha! — dice despectivamente. Dudo un instante si detenerme o no. Primero, porque no tengo razones para ser amable con ella y segundo, porque su manera de trata
La veo sollozar otra vez y le ofrezco un pañuelo, tal y como me enseñó mi madre que un caballero debe comportarse. De entre todas las visitas que podría haber esperado, la de Fátima no era una de ellas. Primero, porque si tuviera un poquito de vergüenza, no se atrevería a volver a buscarme, luego del desplante que me hizo hace un año. En segundo lugar, porque en la fiesta de mi padre hace un par de semanas, le dije que entre ella y yo no había nada, que estaba conociendo a alguien más y lo mejor que podía hacer era quitarse del camino. Ahora que está aquí, no puedo terminar de imaginar qué es lo que quiere y tampoco es que esté muy interesado, en realidad, pero no me queda de otra más que encararla.Estoy de pie frente a mi escritorio, ambas manos apoyadas a los extremos de mi cuerpo, mientras ella se seca una lágrima traicionera que insiste en seguir saliendo.
Termino la jornada laboral a duras penas. Con la revoltosa visita de la ex de Andrés, se me quitaron todas las ganas de trabajar. Mi mente solo pensaba en qué rayos quería esa tonta y sobre todo, de qué pudieron haber hablado esos dos en la oficina. Traté de leer los reportes, pero fue en vano, me encontraba perdida, repitiendo la misma línea una y otra vez, o viendo números donde solo había letras.A las cinco treinta decido darme por vencida y apago el ordenador. Pensaba que luego de la visita de la bruja, Andrés vendría para aclarar las cosas conmigo, pero qué va, ni rastro de él en toda la tarde. Decido no darle más vueltas al asunto e irme a casa. Esa es una de las ventajas de tener un puesto superior y es el hecho de que el horario es un poco más flexible, aunque siempre tuve luz verde cuando el señor Felipe era mi jefe. Sonrío con nostalgia, porque se siente
—Ven, pasa, por favor.Andrés abre la puerta de madera, idéntica a la de mi apartamento, pero tras ella, el lugar es totalmente diferente al mío. Lo primero es que yo ya tengo un tiempo viviendo en el edificio, cerca de ocho meses, y él, seguro que apenas debe tener tres semanas. Por eso, más el hecho de que es muy despreocupado, hay alrededor de cinco o seis cajas grandes por toda la sala. Lo único que hay debidamente colocado es un sofá y un estante con dos o tres libros.La distribución es prácticamente la misma que la de mi casa, excepto que sus paredes están totalmente blancas y desnudas, mientras que las mías están pintadas de un color naranja muy pálido, lo que le da cierto grado de calidez. Junto a la puerta, contemplo el enorme sofá marrón y sonrío con ternura, es obvio que aquí vive un hombre.—Disculpa el desorden, e