Narra Olivia:
Le escucho gritar mi nombre, pero no me detengo. La ira, la vergüenza y la impotencia son demasiado abrumadoras. Salgo de su casa a toda prisa y corro hasta la esquina, donde para mi grandísima suerte, un autobús se ha detenido y logro alcanzarlo por los pelos, no sin antes ver a Andrés corriendo calle abajo, tratando de alcanzarme, sin éxito.
Ocupo el último de los asientos, dejando que el conductor me lleve sin tumbos por la ciudad que no duerme. Lo último que quiero ahora es irme a casa, porque estoy segura que allí estará él y no quiero ni tengo fuerzas para enfrentarlo. Una lágrima corre por mi mejilla, indignada. Para cualquier persona, lo de hoy sería motivo de celebración, de que un hombre como Andrés me presumiera delante de su familia, pero para mí ha sido un trago amargo. Me he sentido como si fuera el trofeo en un c
Narra Andrés: La veo deshacerse de su bolso y de los zapatos, dejándolos colgados en la puerta. Me meto las manos en los bolsillos, de pie frente a su sofá y no sé ni por dónde empezar. Llevo horas esperándola y en mi mente había repasado lo que iba a decir una vez la viera, sin embargo, ahora que la tengo frente a mí, no soy capaz de articular una sola frase coherente.Sin decir nada y descalza, comienza a quitarse los pendientes mientras se dirige a la cocina. Yo la sigo como un perrito, más nervioso que nunca, porque sé que he metido la pata demasiado hondo. La veo servirse un vaso de agua, actuando como si yo no existiera y creo que es el momento de empezar a hablar.—Olivia… — la llamo para atraer su mirada.Finalmente se gira, apoyada en el refrigerador, y me invita a hablar.—Tú dirás. Es medianoche y estoy
Narra Olivia: Me despierto con el sonido de unos ronquidos suaves a mi lado. Parpadeo un par de veces para enfocar la mirada, hasta caer en cuenta donde estoy. Uno a uno, los eventos del día de ayer comienzan a florecer, hasta llegar a la razón de cómo Andrés terminó durmiendo aquí. Sonrío con cariño al verle, dormido, con los labios entreabiertos, parece más un niño que un adulto y no puedo evitar sentir una ola de ternura. A pesar de todo lo vivido ayer, hoy estoy más segura que nunca que le amo. Dios, nunca creí que podría afirmar esas palabras, pero son un hecho: le amo y al parecer, él también siente lo mismo por mí. Me acomodo en la cama, para contemplarlo, afuera una mañana gris del sábado nos acoge. Aún es temprano y hace frío, por lo que el día promete para quedarnos en la cama todo el día
Narra Olivia: Busco mi voz, pero no la encuentro. Me he quedado de piedra junto a la puerta, bajo la atenta mirada de la recién llegada. Si bien es cierto que mi hermano desapareció del mapa y se entregó a las drogas desde jovencito, supongo que eso no lo hace un monje, pero de ahí a que tuviera una hija, es demasiada conmoción para mí. Ante mi pasmo, Andrés toma la delantera y las invita a pasar.—Por favor, no se queden en la puerta, entren.Ella agradece y tomada de la mano a la pequeña mientras toma asiento en mi sofá. Andrés aprovecha el momento y me toma de la mano para sentarme frente a ella y se marcha a toda prisa en busca de una camiseta. Lo hace tan rápido que ni me da tiempo a hablar con la mujer en frente de mí.—¿Cómo te llamas, pequeña? — le pregunta a la niña, con una sonrisa.&
Narra OliviaReina termina de revisar todos los papeles que he tenido que firmar. Luego del último, me mira y sonríe.—Estoy segura de que serás una excelente madre, Olivia, sobre todo, la madre que Elizabeth necesita. Es una niña maravillosa que te robará el corazón a la primera.Sonrío con sinceridad y asiento. Sé que estoy haciendo lo correcto y, de alguna forma creo que mis padres estarían muy contentos con saber que la pequeña y yo hemos terminado juntas. Siempre creí que estaba sola en el mundo, sin ningún pariente de sangre a quien acudir, pero ahora que la tengo conmigo, me siento muy feliz, a pesar del enorme miedo que se apodera de mí.—Espero ser lo que ella necesita.—Una cosa más — añade con seriedad, ahora que nos hemos quedado solas ella y yo, Andrés se ha ido a echar un vis
Narra Olivia:Miro a la pequeña Eli por el espejo retrovisor del auto de Andrés y mi corazón se derrite. Es una niña preciosa y parece el retrato de mi mamá, lo que me hace sentir mucho más nostálgica cuando la veo. Como yo todavía no me he decidido en comprar un vehículo, Andrés es quien nos lleva y me alegro que esté aquí, no me creo capaz de enfrentar esto sola. Elizabeth está súper emocionada, porque, al igual que yo, nunca ha visitado el zoo y es una experiencia nueva para las dos. Mi corazón está lleno de emociones encontradas, porque ni siquiera me han dado la oportunidad de procesar todo. Mi hermano ha muerto, ahora tengo una hija. Eso son grandes cambios que tengo que asumir y que no sé si esté lista.—Hemos llegado — anuncia Andrés, mirándome con una sonrisa.—&iexc
Narra Olivia: Me dejo caer sobre la silla del comedor, cansada el largo día que he vivido. Nunca habría creído si alguien me hubiera dicho ayer por la mañana que mi vida daría un giro tan drástico en tan solo veinticuatro horas. He pasado de ser una mujer soltera y sin familia, a madre adoptiva de la hija de mi hermano fallecido. Debo admitir que me alegra la idea de tener a Eli conmigo, pero en el fondo, siento mucho dolor por cómo se dieron las cosas. Me froto los ojos, agotada, cuando Andrés deja delante de mi una generosa copa de vino blanco, que acepto de buena gana. —¿Quieres ver alguna película? —ofrece, sentándose a mi lado. Niego con la cabeza, porque sé que tan pronto me acomode en frente del televisor, caeré rendida. Tras el día en el zoológico, hemos pasado por el centro comercial, a comprarle ropa y las demás cosas que necesitaba, puesto que sus escasas pertenencias cabían todas en una vieja mochila desgastada. Andrés ha sido nuestro ángel guardián, y nos ha acompañado
Narra Olivia: El enorme edificio de cemento de grandes ventanas y cientos de salones, se presenta frente a nosotras, imponente y algo intimidante. Siento la manita de Eli aferrarse a la mía con fuerza a medida nos vamos acercando a la entrada, donde ya la mayoría de los niños están en el interior dado que hemos llegado un par de minutos tarde propio del transporte público y que, justo hoy, me he quedado dormida. Es lunes y las clases han empezado hace dos semanas, pero por suerte y tras mucha, mucha insistencia, he conseguido contactar a la directora, quien me ha cedido una plaza para Elizabeth en el colegio de San Agustín, que, por cosas de la vida, me queda a diez minutos del trabajo. Hemos pasado el domingo buscando el uniforme y los demás utensilios necesarios para no faltar más. Le echo un vistazo y sonrío al ver lo monísima que está con su faldita a cuadros y camisa blanca del uniforme. lo que trae a mi mente los recuerdos de mi primer día de clase, que fue más o menos así, de
Narra Andrés: Aprovecho la pausa del mediodía para pasar a ver a Oli, en vista de que no he sabido nada de ella en todo el día y me muero de ganas para saber cómo le ha ido a ella y a la pequeña Eli en su primer día de clases. A pesar de que trabajamos en el mismo piso y encima en el mismo departamento, es increíble cómo el cúmulo de trabajo hace que a veces nos pasemos todo el día sin vernos, sobretodo tras un fin de semana libre. Llamo su puerta y espero que me invite a pasar para entrar. Me la encuentro de lo más concentrada con la vista fija en el ordenador y no digo nada para interrumpirla, sino que me quedo de pie junto a la puerta para contemplarla.Solo cuando pasa un largo minuto, a parta su mirada de la pantalla y me mira. Inmediatamente su gesto cambia y me sonríe, poniéndose de pie.—Señorita Báez, es usted una empleada muy dedicada —le sonrío, mientras me acerco a ella y la envuelvo en mis brazos.Hace solo dos días que no la veía y ya empezaba a sentirme solo, necesitad