—¡Lucy, cuánto tiempo sin verte! — la recién llegada saluda con una voz estridente a la esposa del señor Navarro y madre de Andrés y Mary Jane.
Yo me quedo tan fría como un bloque de hielo viendo la escena. No es que Andrés y yo tengamos algo como para que me sienta celosa, pero después de haberme confirmado que estaba soltero, deja mucho que decir el hecho de que esté ahora con semejante mujer prendida de su brazo.
—¡Fátima, querida! Pero qué guapa estás — la señora Navarro se levanta de la silla para besarla en ambas mejillas, pero sin tocarse.
—Ya sabes — le responde con una sonrisa mientras se agita el pelo rubio y largo de manera exagerada.
—Qué modales los míos, por favor, siéntate — señala el espacio junto a Andrés que, sorprendentemente, no había sido ocupado en toda la noche.
Todos los presentes nos quedamos viendo cómo la recién llegada ocupa su lugar y de inmediato un camarero viene a servirles a ella y a Andrés, la cena que l
Hola querido lector. Déjame saber qué te parece mi historia. Gracias por llegar hasta aquí :D
El resto de la fiesta me la paso bailando a todo dar en la pista. Si ese descarado de Andrés piensa que me va a arruinar la noche por aparecerse con la Barbie de farmacia, está muy equivocado. —Y cuéntame, Joshua, aparte de maestro de ceremonias, ¿a qué más te dedicas? —Pues también soy entrenador en un gimnasio en el centro. —¡Wow! — confieso asombrada, aunque su cuerpo dice que es cierto — tus trabajos son muy diferentes. —Eso me han dicho — concede sonriendo — quizás algún día puedas pasarte por el gimnasio, ejercitarse nunca está demás. Me guiña un ojo y yo sonrío. —Quizás me anime, antes solía ser más atlética. Es un hombre muy agradable y excelente bailarín. Sus pasos de salsa son exquisitos. Cuando la canción de Celia Cruz termina, me hace una reverencia de lo más elegante y se disculpa. —Lo siento, Olivia, pero he de irme a anunciar el discurso del señor Felipe, pero he estado encantado de bailar contigo. <
—¡Olivia, ábreme, sé que estás ahí! — con su voz grave me ordena a través de la puerta. M****a. Siento que el pulso me acelera. ¿Qué rayos estará haciendo aquí? Es casi la una de la mañana. Se supone que él se quedó con su mega modelo en la fiesta, pero ahora está frente a mi puerta, apoyado del marco. Se ha quitado el moño y se ha desabrochado los dos primeros botones de la camisa blanca. ¡Qué guapo está! No le he abierto, pero muero de ganas de hacerlo. ¿No que no ibas a tener nada con el jefe? Una voz me recrimina mordazmente. Hace media hora estaba decidida a que no quería saber nada de él. Según yo, las cosas entre nosotros se iban a dar estrictamente laborales, pero ahora, las dudas han comenzado a visitar. ¿Y si Mary tenía razón y todo esto no ha sido más que un mal entendido? —Por favor, quiero hablar contigo — vuelve a rogar otra vez — ¿Sabes que puedo escuché tus pasos cuando te acercaste a la puerta? Me sonrojo como una tonta
El lunes en la mañana me despierto mucho antes de que la alarma empiece a sonar. Le emoción por lo que me espera el día de hoy, casi no me ha dejado dormir y ha hecho que me levante mucho antes de lo usual. Estoy pletórica por mi nuevo puesto y lo que eso conlleva. Por eso, tras darme un muy buen baño, me visto con mi mejor traje de falta y chaqueta color gris claro, junto a una blusa color lila de fondo. El atuendo lo combino con mis tacones negros y mi bolso. Me miro en el espejo aprobando mi aspecto y voy a la cocina a prepararme algo de desayunar. A diferencia del viernes pasado, que llegué tarde, con resaca y con hambre, hoy voy lista para la pelea, pienso estar preparada para todo. Pongo la cafetera y, como apenas son las ocho y cuatro, decido servirme una taza de cereales con yogurt. Nada como la fibra para empezar la mañana. Con mi teléfono en la mano, leo algo de noticias en las redes sociales mientras me bebo el café y me tomo los cereales. A parte, en una jarra, p
—Sí, señor. Ajá. Comprendo, señor. Sí, de acuerdo. Tenga una feliz tarde. Cuelgo con un resoplido, satisfecha por haber terminado la conversación con unos de los gerentes de la cadena. Luego de enviarle el reporte con los aspectos que debe mejorar en su gestión administrativa, ha decidido llamar confirmar todo lo que ya le había puesto en el email. Es un caballero muy amigable, pero demasiado parlanchín. Sin embargo, ni siquiera eso es capaz de molestarme. Estoy extremadamente feliz. Hoy es viernes, es el fin de mi primera semana en mi nuevo puesto y estoy desbordante de alegría. Todo ha sido tan intenso, tan rápido, tan envolvente, que no me di cuenta de que el fin de semana llegó y con ello, el pendiente que tenemos Andrés y yo. Debo admitir que a diferencia de lo que yo creía, él se ha comportado igual que respetuoso que su padre, e incluso un poco más, me atrevería a decir, porque el señor Felipe siempre estaba haciendo chistes o tratando de alivianar el trabajo,
—Hoy es viernes, Andrés — le respondo dando una cucharada al helado y degustándolo lentamente. —Sí, guapa. ¿Qué dijimos que teníamos para hoy? — dice fingiendo no acordarse. Me echo a reír por sus ocurrencias. —En realidad, no tenemos nada programado, me encargué de revisar mi agenda y no había nada más en mi lista. —¿Segura? — su voz se escucha juguetona — ¿Por qué no revisas otra vez? Sin decir nada más, busco en mi bolso mi agenda forrada en piel oscura y la abro. En el día de hoy no hay nada más, pero paso la página, y me encuentro una exquisita nota escrita a mano en una tarjeta de papel de hilo blanco. Nos vemos esta noche a las 8:00pm. —Así que sí tenemos
Desde el interior del lujoso auto de Andrés, contemplo el inmenso avión frente a nosotros, ubicado en la pista de aviones. Todavía no puedo creer que en nuestra primera cita vayamos a salir del país. Él parece leer mis pensamientos o quizás mi cara de asombro, porque se baja del asiento del conductor y se dirige hasta mi puerta para abrirla. —¿Ha sido demasiado esta idea? — pregunta sonriendo. Cierra la puerta del auto y le entrega las llaves a un chofer que ya espera junto al avión. Contemplo el jet privado color grisáceo, con el nombre de la compañía rotulado en letras enormes y azules, junto a eso, la noche iluminada de Madrid y la cara del sexy hombre frente a mí y niego con la cabeza. —No, Andrés, simplemente estoy abrumada, no estoy acostumbrada a nada de esto. Yo soy una mujer que suele andar en autobús. —Ven, subamos al avión. Me toma de la mano y yo me aferro a la suya. El viento de la pista es fuerte y como no he traído abrigo
—Bonne nuit. Nous avons une reservation, Andrés Navarro.El caballero de la puerta nos recibe con una sonrisa y busca en su libro por el nombre de la reserva. Parece encontrarla de inmediato porque nos sonríe y nos pide que le sigamos.El restaurante está compuesto por una estructura en forma de cúpula, es enorme y en la entrada tiene una tremenda escalinata que lo deja en un lugar muy alto y permite ver toda la ciudad. El espacio es abierto y se escucha el murmullo de voces que conversan durante la cena. Me sorprende que esté tan lleno porque son ya pasadas las diez de la noche, sin embargo, por lo visto es algo de la cultura el cenar a esta hora. Al fondo del amplio salón, un cuarteto de músicos de cuerda llena el espacio con su hermosa melodía, a un nivel perfecto, que no molesta ni resulta abrumador para comer.De camino hacia nuestra mesa, me fijo en todos esos detalles que se aprenden c
—¿Te gustaría dar un paseo conmigo? — le ofrezco con una sonrisa.—¡Oh! Por supuesto — me responde de inmediato, aunque su cara pinta algo de confusión.Quisiera echarme a reír, pero me contengo para que no sienta que me estoy burlando. Al contrario, es muy cristalina con sus emociones, que me provoca una ternura tremenda, cosa que adoro. Es tan fácil ver lo que siente, lo que hace que empatizar con ella sea más fácil. Seguro ha de estar pensando que qué pasó con la pasión de hace un rato en el restaurante. Si supiera que lucho con mis instintos más carnales para no comportarme con un cavernícola y tomarla en cualquier rincón, y por eso he decidido dar una vuelta caminando por la ciudad junto a ella. De todos modos, ya estamos aquí y quisiera hacer de esta ocasión la más especial de todas.—Toma — le cedo mi ch