La mañana se presentaba calurosa para gran sorpresa de nadie, el sudor comenzaba a gotear desde su cuello hasta su perfecto y bien marcado abdomen, era un hermoso día después de todo, aún tenía energía para continuar su pesada rutina de ejercicios, las pesas, naturalmente, no le oponían resistencia, su cuerpo se había fortalecido bastante, sus músculos ahora eran más fuertes y grandes que los de cualquier lobo que se atreviese a compararse con él, incluso, aun mas que los de Auguste Dupont quien era mucho más joven, el ser al que más odiaba y su más acérrimo rival, deseaba sobrepasarlo en todo, de ninguna manera podría permitir que el infame paria olvidado, estuviera por delante de su encanto único y sin igual ante Ceres Gultresa, siempre buscaba estar un paso adelante, esculpir su cuerpo era uno de los tantos placeres que disfrutaba Belmont Fortier, la competencia
El día daba comienzo, el sol en lo alto se admiraba rodeado de nubes blancas regalando a la vista un bello retrato al más puro estilo de las siempre hermosas pinturas renacentistas, el viento suave mecía con gracia las flores y arbustos en aquel majestuoso jardín, era un día bellísimo, de aquellos pocos que en verano no sofocaban con agobiante calor.Ojos fríos, casi inexpresivos, repasaban con mirada juiciosa cada rincón de aquellos jardines desde la ventajosa posición que el balcón en las alturas podría proporcionar, buscando cualquier ápice de error o defecto para ordenar su inmediata corrección, sirvientes corrían de un lado a otro acomodando mesas y decorando el jardín de manera pulcra y sofisticada dejando en claro quién era el anfitrión del lujoso banquete que se ofrecería más tarde.– Señor, su padre desea verlo &ndas
Cuando crezcas veras que serás mucho más alta que esos rascacielos, serás tan grande que nadie podrá lastimarte nunca…porque serás más fuerte que cualquiera. La mañana se abría paso a través de su ventana dejando entrever cálidos rayos de sol que invadían sin reparo en medio de su habitación, el canto de las aves era como música para sus oídos, el olor a flores empapadas de roció, inundaba sus sentidos.Había sido un sueño melancólico pero tan feliz como habían sido en aquellos dulces y memorables momentos que vivió junto a su amada madre…adoraba los rascacielos cuando era niña, sus más vividas imaginaciones en su tierna infancia la hacían imaginar que subiendo a la cima de ellos sus manos podrían tocar las nubes…eso era imposible, ahora lo sabía, pero desde aquella
El viento soplaba cada día un poco más frescos que el anterior, los días eran casi imperceptiblemente más cortos y las noches, un poco más largas, las copas de los árboles comenzaban paulatinamente a teñirse de tonalidades rojizas y amarillentas, el otoño estaba llegando tan de prisa como el tiempo mismo pasaba para Ceres.Parecía casi increíble que fueran ya más de cuatro meses desde aquel infortunado evento que había marcado un antes y un después en su vida, la muerte de su padre trajo, sin duda alguna, cambios inesperados y agigantados para ella, aquella perdida que había marcado su destino de una manera en que nunca habría podido imaginar…no quería pensar en ello, al menos no mientras tomaba su desayuno, su rutina era la misma ya acostumbrada, se había levantado temprano para ir a correr, disfrutaba quedándose atrapada en miles de escenarios
Belmont, caminaba en silencio por los pasillos de aquella elegante cafetería, repasaba que palabras usar para invitar a Ceres al baile que se haría en honor al cumpleaños de su padre, una palabra mal dicha podría provocar que la hermosa rubia lo mandara de nuevo al demonio, era la primera vez que se sentía realmente nervioso por invitar a una chica a un estúpido baile, nunca antes había sentido sus nervios a flor de piel, era el alfa de su manada, así que aquello era verdaderamente ridículo, su piel estaba erizada y su corazón latía a mil por hora, una sola rosa con un hermoso listón negro, se hallaba casi estrangulada en su mano al igual que una invitación ya un poco maltratada, las miradas sobre el por primera vez lograban incomodarlo, se sentía como si estuviese a punto de entrar en la comisión de un delito, aquello era bastante gracioso si lo ponía en retrospectiva, si
La tarde había caído, el cielo nocturno lucia nebuloso, Ceres se miraba en el espejo, parecía otra persona, no había rastro en ella de aquella sencilla pintora que había pasado su vida prácticamente en cautiverio, no había marcas visibles de los desvelos, del sufrimiento prolongado… no había nada que le dijera que era la misma de siempre, aquello era bueno de cierta manera pero triste en otras, no era más aquella tímida mujer que siempre había sido, ahora mismo, parecía una hermosa princesa de cuentos de hadas… pero tampoco era una persona decente, era una mentirosa, una mujer de pensamientos demasiado morbosos, una mujer que jugaba a dos tiempos sintiéndose atraída por dos hombres a la vez, una…en realidad, no se le ocurrían más adjetivos para clasificarse en su vida actual, dando un último vistazo al espejo tomó su bolso de mano y sali&
El vals nocturno de las diez de la noche, resonaba en casi cada rincón de los terrenos que pertenecían a la opulenta y poderosa familia de lobos Fortier, un desfile sin final de máscaras, vestidos y esmóquines de gala, se paseaba de un lado a otro entre danzas y cotilleos, la noche recién comenzaba y los más jóvenes disfrutaban de lo que parecía ser una velada inocente y magnifica, lejos estaba, sin embargo, de ser lo que parecía.– Todo es lo que se esperaba de usted mi honorable Señor Fortier, no puedo evitar admirar este gran esplendor que hace un delicado y magnifico homenaje a sus encantadores y curiosos gustos, me complace demasiado haber sido de sus invitados de honor esta noche – decía con falsa gratitud Eros Dagger, quien se hallaba sentado junto a Adam y Belmont, admirando la gran recepción que tenía lugar.– Me complace que nos halla honrado con su pr
La mañana saludaba a un nuevo día que comenzaba, los rayos de sol se colaban débilmente entre las muchas nubes grisáceas que había en el cielo, eran las 8 am y Ceres corría por Central Park, la tranquila melodía de piano que escuchaba en sus audífonos la trasportaba de nuevo a lo ocurrido dos noches atrás, aquel instante en que se había abierto a Auguste dejándose llevar por el momento, no habían hablado aun, él no le había mandado mensajes y ella tampoco había hecho el intento, sentía sus nervios alterados, todo lo ocurrido esa noche en el baile de máscaras, ese hombre que le pareció amable en un comienzo y luego le mostro su verdadera cara, aquella posición de Auguste al defenderla, todo lo que había venido ocurriendo entre ellos desde hacía meses, era notorio, sería muy estúpida si lo seguía negando, sentía
Los jardines de la Mansión Dupont eran inmensos, la belleza de estos era única, la luz del sol, sin embargo, parecía como cada mañana consentir aquel alejado rinconcito donde Auguste solía refugiarse cuando todo iba mal, las rosas blancas reinaban en aquel espacio más pequeño, el favorito de su madre desde que tenía edad para recordar, aquel jardín de ensueño y de pesadilla…el último lugar donde la vio de pie…el humo de su cigarrillo dibujaba formas distorsionadas en el viento, desfiguradas, horridas, tal cual era su vida...siempre siendo el hijo y sucesor de su padre, el próximo líder de una manada que no existía más, que había sido aniquilada, un solitario paria…dinero, mujeres, todo cuánto podía desear podía tenerlo...y al mismo tiempo no tenía nada...no había deseos, no había sueños...solo una pesadi