21

Aquel día, después del trabajo, Kiara se fue a casa sintiéndose una mujer realizada. No era mucho lo que hacía, pero la sensación de independencia que la consumía era demasiado grande como para sentir otra cosa que no fuera felicidad.

Al abrir la puerta de la casa de Martiniano, Sabrina la saludó con una sonrisa en la cara.

—¡Me alegro de que estés en casa!—, chilló mientras corría y abrazaba a Kiara, que se dobló sobre sus rodillas para recibir adecuadamente el abrazo.

—¿Qué tal hoy en el colegio?—, preguntó usando los dedos para acomodarse unos mechones sueltos de pelo detrás de la oreja.

—Bien—, fue la sencilla respuesta que obtuvo. —Papá aún no ha llegado. Siempre trabaja hasta tarde, pero mi niñera está aquí. ¿Quieres conocerla?—, preguntó, tirando de Kiara hacia la cocina mientras se levantaba.

Kiara se rió y la siguió.

Llegaron a la cocina y Kiara miró a la mujer, que estaba de espaldas mientras preparaba algo en los fogones. Era menuda, con una larga melena
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