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—Sangrar puede ser normal durante el embarazo, pero voy a hacer una ecografía para asegurarme de que no es nada más grave—, informó el médico mientras Kiara se sentaba en la cama, sollozando.

Martiniano tenía la cara enrojecida por la preocupación mientras permanecía de pie, intentando procesar las palabras que el médico les decía. Su cuerpo aún no se había recuperado de la conmoción de ver a Kiara con el aspecto que tenía antes, de oír las palabras que habían salido de su boca. Había conducido a velocidad de bala, aprovechando todas las oportunidades que pudo para llevar a Kiara al hospital.

Sus gritos, junto con los de Sabrina, casi lo habían llevado a la locura. Había querido detener el vehículo en marcha y consolarlas, pero sabía que no podía.

Ahora, viéndola llorar, a Martiniano le costaba contener sus propias lágrimas. Temía por Kiara y por el bebé. Ahora ni siquiera estaba seguro de que hubiera uno. Tragó con fuerza, intentando luchar contra la pesadez de las lágrimas inmi
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