20

Kiara bajó las escaleras con Sabrina saltando alegremente detrás. Inmediatamente se dirigió hacia la puerta rápidamente para poder salir antes de que Martiniano pudiera darle otro sermón. Tan pronto como sus dedos alcanzaron el pomo de la puerta, se detuvo al oír la voz de Martiniano. Se encogió por dentro.

—¿Adónde vas?—, preguntó y Kiara puso los ojos en blanco antes de darse la vuelta.

—Creía que ya habíamos tenido esta conversación—, suspiró frustrada.

—No has desayunado—, señaló él con pesar.

—Cogeré algo por el camino—, le dijo ella. Por supuesto que sabía que no había comido; estaba hambrienta, por el amor de Dios, pero no quería estar ni un segundo en presencia de aquel hombre.

—No, comerás aquí. Ya he preparado el desayuno—, replicó Martiniano con dureza y la mirada entrecerrada.

Kiara enarcó las cejas. ¿Martiniano Ferguson había preparado el desayuno? Le costaba creerlo, pero le daba otra razón para marcharse. No quería caer enferma por la
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