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Beep

beep

beep

Eso era tan molesto. Helena levantó el brazo, como si quisiera apartar de un manotazo aquella máquina infernal que emitía pitidos, pero se sorprendió cuando sintió que algo tiraba de su brazo. Intentó abrir los ojos, pero los sentía como si estuvieran pegados.

Su respiración se aceleró y el pánico empezó a correr por sus venas. ¿Por qué no podía abrir los ojos? Tal vez si se esforzaba más. ¿Pero no se arrancaría las pestañas? Con ganas de abofetearse mentalmente, se convenció a sí misma de que las pestañas postizas existían por alguna razón, y puso más empeño en abrir los ojos. Dio sus frutos.

Un techo beige la recibió cuando consiguió abrir ligeramente los ojos. Incapaz de seguir abriéndolos, giró la cabeza, repentinamente pesada, ha

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