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Prometida...

La palabra resonaba en su cabeza. Su cabeza que, curiosamente, estaba en blanco. El miedo que se había apoderado de ella se desvaneció en la alegría que floreció. Sabía que había otras cosas en las que debía concentrarse, otras cosas más importantes, pero su mente estaba obstinadamente fija en eso. Podía sentir cómo se le calentaba la cara, cómo se ruborizaba por una etiqueta intrascendente.

Ni siquiera prestó atención cuando el médico y las enfermeras volvieron a verla. Escuchó distraídamente cuando le dijeron a Henry, que estaba junto a las ventanas, que sus constantes vitales y las de los chicos estaban bien, y se limitó a mirarlo cuando se acercó.

—Henry, ¿está bien?

Al oír esas palabras, se sintió arrastrada por un torrente de alegría y felicidad. No sabía por qu&eac

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