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Cuanto más contestaba ella, más alarmado se sentía él. Pensar que había estado soportando este tipo de incomodidad ella sola, en su estado, era una maravilla que no hubiera caído enferma. Sabía lo agotador que era sentir los ojos, sobre todo si no sabían si eran benévolos o maliciosos. Las sombras bajo sus ojos se habían oscurecido considerablemente desde que habían llegado. Sólo habían pasado dos días. No era de extrañar que se quedara dormida en medio de una pregunta.

—Continuemos mañana—, dijo en voz baja. Ella estaba tan dormida que él no estaba seguro de que lo hubiera oído. Sonriendo, estaba a punto de cogerla en brazos cuando ella se despertó de golpe, sobresaltándose antes de volver a posar los ojos en él.

—Espera, antes de que se me olvide, tengo la invitación—, balbuceó, sonand

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