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Recorriendo el centro comercial tras April y Sharon, Helena echó una mirada aburrida a todos los escaparates y se dio la vuelta. Nada le llamaba la atención. Todo tenía un tinte grisáceo. Desde los vestidos hasta las joyas. Ni siquiera uno de los diamantes más grandes que había visto en su vida era capaz de penetrar en la penumbra que la rodeaba.

Después de que Henry arrojara el guante, a altas horas de la madrugada, ella se alejó de él y se dirigió a su habitación. Sus oídos no dejaban de zumbar con sus palabras, y se había consternado al darse cuenta de que el sueño había corrido aún más, como en una carrera con Usain Bolt, y se había vuelto aún más inalcanzable. Lo que contrastaba con aquella tarde. Había sido el sueño más profundo y satisfactorio que había tenido en un mes.

Que había sido el t

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