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—¿Por qué sigues levantado?

Al levantar la vista y respirar hondo de repente, Henry parpadeó sin fuerzas al ver a Helena. Estaba en el pequeño bar, con un vaso de agua en la mano. Con las luces apagadas, aparte del bar y una de las habitaciones, se sintió desorientado por la penumbra de la estancia. Su pelo desordenado, así como su conjunto de camisola y pantalones cortos que, obviamente, estaba destinado a la ropa de dormir. Su cuerpo reaccionó antes de que su mente se diera cuenta, y por reflejo se enderezó en su asiento cuando ella se sentó a su lado. Por suerte, ella estaba más interesada en su portátil.

—¿En qué estás trabajando? —, le preguntó, con la voz ligeramente ronca por el sueño. Eso no ayudaba a su difícil situación. Su voz era como añadir aceite a una llama que chisporrotea. Y como era un hombre déb

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