—¿Estás seguro de tu decisión? —preguntó Benjamín. —No tengo otra opción. Daniel estaba decidido, debía enviar a Kyra a otro sitio, no podía seguir poniendo en peligro a la manada y a ella.—No le faltará nada, me encargaré de proporcionarle lo necesario y demás. Y también quiero que la acompañes, eres la única persona en quien confío.—Claro que sí amigo. Puedes contar conmigo.Benjamin conocía muy bien a su amigo y la decisión que tomó fue también dolorosa para él. A pesar de insistir Daniel no cambió de opinión, quería a Kyra fuera de la casa. Salió de la habitación y se dirigió a la de Kyra en donde ella y su hermana esperaban con ansias la respuesta. Kyra quería una pizca de esperanza a que Alfa cambiara de opinión.—Lo siento, no pude hacer nada. —les anunció—. Es mejor que empecemos a preparar maletas.—¿Empecemos? —inquirió Amelie —Voy a acompañarlas, mientras vivan en la tierra de los humanos.Los ojos de Amelie se iluminaron, Benjamin estaría con ellas, no todo estaba p
La luz del sol se filtraba a través de las cortinas de seda, bañando la estancia en un suave resplandor dorado. Kyra acarició lentamente su abultado vientre, mientras desempacaba sus cosas en la lujosa casa que ahora sería su hogar. No podía negar que extrañaba la mansión, aunque la casa no estaba nada mal. Hace mese si alguien le hubiera dicho lo que su vida cambiaría después de una rutinaria Cira con el médico, nunca hubiera creído que todo esto le pasaría. Desde un inicio su embarazo había sido una sorpresa y cambio su vida por completo. Independiente de sus sentimientos, ella estaba feliz por ese pequeño cachorro que se desarrollaba en su vientre. Se veía atrapada entre dos mundos: el humano y el sobrenatural. —¿Qué destino nos espera, pequeño? —pensó Kyra, sintiendo un ligero movimiento en su vientre. Ella sonrió ante los inquietantes movimientos. Sonrió al sentir al pequeño cachorro. Sin duda alguna era digno hijo de un Alfa. Después de desocupar su maleta y colocar sus obj
»—¡Amelie! —gritó con fuerza Kyra. Benjamín y su hermana se separaron de inmediato. Ambos con sus caras de asombro de ver a Kyra en la habitación. —¡Hermana…!—Kyra, vamos a explicarte…—¡Sal de aquí, Benjamín! —gritó Kyra. —Kyra, tranquila, —su hermana intentó calmarla—, No es lo que tú piensas. —¡¿Ah no?! Entonces, ¿qué es lo que hacen, jugar? —Queremos darte una explicación, esto no es algo serio. —habló Benjamín. —¡Sal Benjamín! —ordenó de nuevo—. Tengo que habar seriamente con mi hermana. Kyra se dio la vuelta y se cruzó de brazos esperando a que Benjamín se vistiera y saliera de la habitación. Cuando lo hizo, Kyra enfrentó a su hermana. —¿Qué es lo que pasa por tu cabeza? —Ya te lo dijo Benjamín, no es nada serio, no hagas un drama de todo esto. Digamos que estamos juntos. —¿Juntos? ¿Cómo puedes estar con un hombre lobo? —replicó Kyra, incrédula—. Mira lo que me pasó a mí. No quiero que te lastimen. Nunca podrás estar con él, eres un pasatiempo. —Lo sabía desde un pri
Las manos de Daniel se aferraron al volante, sus nudillos se blanquearon mientras estacionaba frente a la pintoresca casa cubierta de hiedra que Kyra ahora llamaba hogar. Apagó el motor y se quedó inmóvil, un centinela del anhelo y el arrepentimiento, mirando a través de la ventana manchada de lluvia mientras esperaba su presencia. El mundo exterior era una mancha de acuarela, pero su propósito era muy claro: enfrentar el abismo entre sus mundos.Desde que la vio alejarse de la mansión Storm, sintió un gran dolor en su corazón. Un sentimiento genuino, nada fingido, por primera vez sintió lo que significaba un corazón roto. Bajó del auto e ingresó a la casa que había elegido para la madre de su cachorro. Escogió una de las casas más grandes y lujosas, quería lo mejor para ella, puesto que se lo merecía. Al ingresar escuchó silencio, se encontró con la sorpresa de que nadie ocupaba la casa. Se acercó a una de las ventanas que daban directo a la entrada. Los minutos transcurrieron com
Kyra permaneció en el umbral, un centinela del dolor, mientras la silueta lupina de Daniel se disolvía en las garras de la noche. La luna, testigo agridulce de su despedida, pintó rayas plateadas en sus mejillas surcadas de lágrimas. Esa imagen la recordaba Kyra con dolor.Había pasado un mes, pero el tiempo hizo poco para aliviar el dolor grabado en lo más profundo de su corazón. No solo su relación con Daniel cambió por completo, sino también con su hermana. Amelie la culpó de que Benjamín ya no continuara con el romance que mantenían. Así que ella todos los días salía temprano a trabajar y regresaba por las noches, siquiera dirigirle la palabra, Miró hacia el cielo, estrellado, teniendo como testigo a la hermosa luna. Estos últimos días las visitas de Daniel fueron cortas y apresuradas. Platicaban muy poco y sus preguntas eran las de siempre: ¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes? ¿Necesitas algo? —La luna llena es mi preferida—susurró para sí misma, envolviendo sus brazos alrededor de
La luna colgaba pesada y llena en el cielo de medianoche, su luz fantasmal era un bálsamo para el espíritu inquieto de Benjamin mientras merodeaba por el perímetro de la Mansión Storm. Sus ojos dorados, normalmente agudos, estaban apagados por una confusión interior, sus anchos hombros encorvados por el peso de sus elecciones.Se detuvo a mitad de camino, con las fosas nasales dilatadas, mientras olía el familiar aroma a pino y tierra: el aroma de Daniel. Con un movimiento rápido, Benjamín saltó sobre y aterrizó sin apenas hacer ruido en el otro lado. Se movió con determinación hasta a lado de Daniel—Benjamin —saludó Daniel. Su expresión era una máscara de preocupación, su ceño se frunció al ver a su amigo. —Te ves como el infierno. —mencionó Benjamín. Notaba a Daniel como un animal enjaulado, con los músculos tensos bajo la tensión de su agitación—. ¿Entrenando de nuevo bajo la luna? —Preguntó Benjamín—. Sabes que es cuando eres más poderoso, pero eso no resolverá lo que te está ca
El aire estaba cargado de una tensión que parecía arañar las paredes de la modesta sala de Kyra. Se puso de pie, con los brazos cruzados, frente a Dante, cuya presencia se sentía como una sombra no deseada que se extendía sobre el piso de madera. Sus ojos, antes llenos de comprensión, ahora brillaban con una desesperación que ella ya no podía consolar.—Kyra, por favor —imploró Dante, su voz era una mezcla de grava y seda. —Tenemos que hablar…—Nada ha cambiado, Dante. No quiero esto... sea lo que sea que creas que es. Me ayudaste una noche y ya. —Su voz era un hilo de acero, firme y fría. Las palabras quedaron suspendidas entre ellos, poco comprensivas con su causa.Antes de que Dante pudiera formular otra súplica, la puerta se abrió de golpe. El cabello ardiente de Amelie apareció como una llamarada en la puerta, sus ojos ardían con igual intensidad. Detrás de ella, se alzaba Félix, el conductor y confidente de Kyra, un centinela silencioso.—Kyra, ¿qué está pasando? —La mirada de F
El sabor metálico de la traición flotaba pesado en el aire mientras Kyra permanecía congelada, con los ojos fijos en el abrazo íntimo entre Daniel y Agata. Ella había venido a confrontarlo, a desahogar sus secretos, pero cuando sus labios se separaron, una sacudida de malestar la recorrió.—Daniel… Tenemos que hablar. —Kyra —comenzó Daniel, su voz mezclada con sorpresa, no con culpa, una daga retorciéndose en su corazón ya herido. Antes de que pudiera idear una excusa, un sonido estridente cortó la tensión. Cogió su teléfono con manos urgentes y su expresión se oscureció: —¿Qué pasó?Observó, con las palabras atascadas en su garganta, cómo la atención de Daniel pasaba de la escandalosa escena a los asuntos de la manada. Sus instintos alfa se activaron, eclipsando todo lo demás. —¿Plata? ¿Dónde? —gritó al teléfono, con el cuerpo tenso como un resorte.—Daniel, necesito… —comenzó Kyra, su súplica de acompañarlo muriendo en sus labios mientras su mirada se fijaba en ella, feroz y autori