El sol del final de la tarde se hundió en el cielo, proyectando un tono dorado sobre los antiguos ladrillos de la universidad. Los estudiantes se arremolinaban, pero Darius Storm se mantenía apartado de todos ellos: un centinela con ojos solo para uno. Apoyado contra su elegante auto negro, vio a Isabella Aldridge salir del edificio de filosofía, su cabello negro azabache contrastaba marcadamente con los pilares de marfil que la enmarcaban.—Grandiosa lección hoy, profesora. —gritó Darius, con una sonrisa irónica en sus labios mientras ella se acercaba.—Solo si puedes captar los matices existenciales. —respondió Isabella, su voz era una mezcla de desafío y cansancio. Se permitió una pequeña y reservada sonrisa que no llegó a sus cautelosos ojos.—Ah, pero ahí es donde reside la diversión, ¿no? —Él se alejó del auto y le abrió la puerta del pasajero con una floritura. —¿Al desentrañar las complejidades?—Quizás. —dijo, deslizándose en el asiento de cuero. Su presencia llenó el auto c
Darius guio a Isabella a través del denso bosque que bordeaba el territorio de la manada, donde los árboles se alzaban como antiguos centinelas, sus hojas susurrando secretos en la suave brisa. El sol estaba bajo, pintando el cielo en tonos naranja y rosa, proyectando un cálido resplandor sobre la naturaleza salvaje.—¿Siempre es así de hermoso aquí? —Preguntó Isabella, su voz teñida de una rara suavidad que parecía filtrarse en el aire fresco que los rodeaba.—Siempre. —respondió Darius, sus ojos reflejaban la luz que se desvanecía—. La tierra cambia con las estaciones, pero su belleza permanece constante. Caminaron en cómodo silencio, el crujido de la maleza bajo sus pies proporcionaba un ritmo natural a su exploración. Darius miró furtivamente a Isabella, observando cómo su comportamiento cauteloso flaqueaba con cada paso hacia su mundo. Anhelaba desentrañarle los misterios de los hombres lobo, compartir su verdad más profunda, pero algo dentro de él se contuvo, susurrando que no
En la tranquila atmósfera de la cafetería, Isabella esperaba a Darius con una mezcla de nerviosismo y determinación. Le envió un mensaje, pidiendo verlo en una cafetería. Esta vez necesitaba hablar con él en un sitio público, no quería que los estudiantes iniciaran rumores sobre ellos. Cuando él finalmente llegó, su corazón latió con fuerza en su pecho, consciente de la importancia de la conversación que estaba a punto de tener.Darius se sentó frente a Isabella, notando la seriedad en su expresión y preguntándose qué la había llevado a pedirle encontrarse allí.—Isabella, ¿qué sucede? Pareces preocupada. —comentó Darius, buscando tranquilizarla.Cuando recibió su mensaje, sintió una emoción muy fuerte, sobre todo porque lo había citado en una cafetería. Pero su gesto le preocupaba. Isabella tomó una respiración profunda antes de comenzar, sus palabras saliendo con un tono de seriedad. —Darius, necesito hablar contigo sobre algo importante. —dijo con determinación.Darius la miró c
Darius se sentía abrumado por una mezcla de emociones mientras acompañaba a los chicos a la fiesta. El sentimiento de traición y dolor aún latía en su pecho por la elección de Isabella de irse con su exmarido. Trataba de mantener la compostura frente a los demás, pero en su interior, el enojo y la confusión lo consumían.Mientras observaba a los chicos disfrutar de la fiesta, una voz conocida lo sacó de sus pensamientos. Era Giulia, la sobrina de Isabella, quien se acercaba con una expresión preocupada en su rostro.—¿Qué te pasa? Esto es una fiesta y no un velorio. —¿Qué? —Es que tu cara, no es de estar en una fiesta. —Lo siento, no estoy pasando un buen momento. —Yo soy muy buena para alegrar los malos ratos. —Giulia lo tomó de la mano y lo llevo al centro de la pista de baile, pero Darius no tenía los ánimos para mover ni un solo músculo. Solo observaba a Giulia moverse a su alrededor. —Alégrate, te aseguro que nada vale la pena para amargarse la vida. —le susurró al oído. —F
Darius rozó sus labios contra los de Isabella, su aliento caliente y urgente en su oído. —He soñado con saborear tus dulces labios y sentir tu cuerpo contra el mío. En ese instante, las barreras que había construido con tanto cuidado a lo largo de los años se derrumbaron, revelando a la mujer vulnerable que había debajo.Hambrientos, sus bocas chocaron, sus lenguas bailaron en un antiguo ritual de apareamiento, explorando cada grieta, provocando y saboreando. Era como si estuvieran hambrientos el uno del otro, como si no pudieran tener suficiente. Sus manos vagaban, desesperadas por tocar, sentir, memorizar cada centímetro del cuerpo de su pareja.A medida que el baile apasionado entre ellos se intensificaba, Darius e Isabella se encontraron perdidos en un torbellino de deseo. La tensión que se había ido acumulando entre ellos, como la energía acumulada antes de una tormenta, finalmente estalló en un torrente de anhelo reprimido. En los confines de su auto, el mundo que los rodeaba s
El pulso de Darius se aceleró mientras se ajustaba los puños de su camisa, la tela era un suave susurro contra su piel. El aire de la tarde olía a jazmín mientras esperaba la llegada de Giulia fuera del pintoresco bistró que se escondía como un secreto en el corazón de la ciudad. Era un lugar donde la luz de las velas bailaba en las paredes, proyectando sombras que parecían contener la respiración. —¿Listo para esta noche? —La voz de Giulia, rica en anticipación, rompió el ensueño de Darius. Emergió del crepúsculo, su vestido era una sinfonía de carmesí y dorado que se pegaba a ella como una segunda piel, acentuando el fuego en sus ojos. —Más que listo. —mintió Darius suavemente, ofreciéndole su brazo. No podía negar la sensación de aleteo dentro de él al estar tan cerca de ella, pero era la imagen de Isabella la que rondaba sus pensamientos: un retrato etéreo grabado profundamente en su alma. Desde aquella noche era imposible que ella no estuviera en momento a cada momento. Después
Los ojos de Darius Storm se entrecerraron mientras observaba a Isabella Aldridge salir del elegante auto negro que acababa de detenerse en la entrada principal de la universidad. Apretó la mandíbula y los músculos se tensaron con una protección primaria que fluyó por sus venas. La visión de su exmarido ofreciéndole un gesto sardónico antes de marcharse dejó un sabor acre en la boca de Darius. No podía librarse de la punzada de traición que recorrió su corazón como un veneno.El aire de la mañana traía un frío intenso, y parecía volverse más frío con cada paso que daba hacia el gran edificio de piedra que albergaba su clase de filosofía. Pero no fue el clima lo que provocó el repentino descenso de la temperatura; era la vorágine de emociones que se arremolinaban en su interior, suplicando liberación, lo que amenazaba con romper su precario control.Cuando entró al salón de clases, todos los sentidos estaban en sintonía con Isabella. Estaba parada en el podio, su cabello negro azabache
—Porque cada vez que te veo, es como si el sol apareciera en una noche interminable. —dijo, y sus palabras eran un tapiz de verdad y anhelo. —Tú eres la gravedad que me atrae, la luz que me guía a casa. —Darius…—Necesito que sepas toda la verdad —dijo con urgencia. Arrancó el motor de su auto y llevo a Isabela hacia una colina. Quería que ella supiera toda la verdad, su verdad, su mundo. El viento susurraba entre la hierba alta en lo alto de la colina apartada, una sinfonía de susurros que parecía llevar el peso de historias no contadas. Mientras el sol se hundía en una paleta de naranjas y morados, Darius alejó a Isabella del mundo que conocía, sus movimientos imbuidos de una urgencia que tensó el aire entre ellos.—Isabella. —comenzó, con voz tan grave como las sombras que se alargaban sobre la tierra—, hay verdades en este mundo, escondidas bajo el barniz de lo que aceptamos como realidad. —Hizo un gesto hacia el horizonte, donde las primeras estrellas se asomaban con curiosidad