CAMILLE ASHFORDImpulsada por el miedo, levanté mi mano, de manera casi automática estaba dispuesta a abofetearlo cuando él me tomó por la muñeca y me detuvo. Su mirada estaba cargada de paciencia y decepción. —Yo no le hice daño —contestó por fin soltándome—. Fue tu propio hermano. Me quedé aún con la mano arriba y los ojos bien abiertos. Mi estómago se hizo pequeño y una presión en el pecho comenzó a atormentarme. Retrocedí confundida y negando con la cabeza, eso no podía ser posible. —No, Damián es incapaz de lastimarla… ¡La adora! —exclamé indignada—. ¡Él no es como tú! Una vez más noté en el fondo de sus pupilas como mis palabras lo herían, pero no me detuve. —Lucien, no vuelvas a mentir de esa forma, no podrás hacer que vea a Damián como un monstruo. ¿Crees que él es capaz de lastimar a la mujer que ama como tú lo haces? Inhaló profundamente, conteniendo la calma mientras mis ojos se llenaban de lágrimas. Ignorando mis acusaciones, sacó un abrigo del clóset y lo depositó c
CAMILLE ASHFORD—Sácalo todo… —agregó Lucien acercándose a un Damián cansado y arrepentido—. Golpéame hasta que ya no puedas más. Porque vienen cosas peores. La mirada de Damián se levantó, por fin encontrándose con los ojos de Lucien que parecían serenos pese a la golpiza que había recibido. —Es más fácil lidiar con un muerto que con un lisiado —susurró con tono frío pero determinado—. Golpeaste al dueño de la firma Carpentier. ¿Crees que te saldrá barato? Ahora tendrás que ser el doble de inteligente y a veces la rabia no nos deja pensar. Lucien dio un paso más hacia Damián, con los brazos abiertos, invitándolo a continuar con la barbarie. Rechinando los dientes y concentrando todo su odio, Damián volvió a golpearlo, esta vez en la boca del estómago. El impacto fue tan grande que pude ver el cuerpo de Lucien vibrar, pero no caer, así como el brazo de Damián temblaba por la fuerza que había imprimido. —No necesito consejos de un hijo de puta como tú —siseó mi hermano retrocedien
ANDY DAVISTodo el camino hacia la casa fue en completo silencio. Los documentos que había recibido de mano de Meyer descansaban en el asiento trasero, respondiéndonos la mirada cada vez que lo veíamos a través del retrovisor. La mansión se veía limpia, como si toda esa gente que pisoteó el jardín no hubiera estado, como si las ambulancias y las patrullas nunca nos hubieran invadido, pero se sentía extraño, se sentía… como si todo lo sucedido hubiera ensuciado nuestra vida, como si el aire se hubiera enturbiado, contaminado. Ya no era igual. Gracias a la influencia de Damián, él no fue detenido, pero era claro que John también era influyente, que también tenía algo de poder, y que lo usaría. Rebasamos la puerta y el eco de nuestros pasos fue el único sonido dentro. Damián se fue directo hacia la habitación, sin decir nada. Odiaba que me tratara con tanta frialdad. Entendía que era la culpa lo que lo estaba alejando de mí, pero su actitud me hacía sentir mal. Entré a la cocina y sa
ANDY DAVIS—No puedes ir por la vida golpeando a todos, no puedes… —¿No puedo? —me interrumpió con una sonrisa cargada de soberbia—. ¡Claro que puedo! Y lo haré. Antes de que me terminen de quitar todo, juro que los haré pagar. »Y tal vez lo mejor sea que, mientras todo se resuelve…—Ni se te ocurra decir una estupidez… —Lo sentencié porque sabía la dirección en la que iba. —Ya viste lo que ocurre cuando pierdo la cabeza. ¿Quieres terminar con el otro ojo morado? —preguntó y aunque se esforzaba, era notorio que aún se arrepentía de lo que me había hecho. Podía perdonarlo cuantas veces fueran necesarias, pero que él se perdonara era un asunto diferente. —Pues aprende a controlarte… porque no pienso irme —contesté con los brazos cruzados y plantándome frente a él. —Mujer… ¡¿Por qué eres tan necia?! —Me tomó por los hombros con fuerza, pero sin lastimarme. —Si tienes tanta energía… entonces úsala de otra manera —respondí sintiendo un calor que crecía en mi vientre, mientras delinea
CAMILLE ASHFORDMi estómago dolía, eché un último vistazo hacia atrás y cuando mis ojos se encontraron con los del chofer, levanté mi pulgar, asegurando mi éxito, pero él de nuevo solo desvió la mirada con fastidio. Algo me decía que se sentía avergonzado de tratar conmigo. ¡Nah! Imposible, soy adorable. Abrí lentamente la puerta del despacho y comencé a pasear los ojos por el lugar, entre los libreros y el escritorio, sobre el cual dejé la charola con cosas mientras me movía lentamente. —Deja todo y ve con Camille. Vigila que coma y descanse —dijo Lucien tomándome por sorpresa, pensando que era el ama de llaves. Me quedé estática cuando lo encontré asomado a una de las ventanas, sin camisa, sosteniendo su vaso de alcohol con hielo contra el enorme moretón en su abdomen y gotitas producto de la condensación entre su piel caliente y el vaso frío resbalaban, directo hacia el borde de su pantalón. También podía ver los nudillos de Damián marcados perfectamente en su abdomen, pero de
CAMILLE ASHFORD—Lo de hoy significa que… ¿puedo ver a mi familia cuando yo quiera? —pregunté en un susurro, con miedo por la respuesta. Lucien se detuvo y levantó la mirada hacia mí. No insistí, incluso pensé en dejar que la pregunta se extinguiera en el aire.—Eres libre de ir a verlos cuando tú lo desees… —contestó por fin—. No quiero que… seas mi prisionera. Puedes pedirle a mi chofer que te lleve con ellos cuando tú quieras. —¿En verdad? —insistí sorprendida—. Gracias. —Solo no olvides regresar… —susurró y cuando puso el último punto en su ceja, tomó una de mis manos y la apretó con delicadeza—. Camille… sé que me odias, pero… si te pierdo, no me creo capaz de lidiar con ese dolor. Vi como sus ojos se enrojecieron y tragó saliva con dificultad. Aún no me sentía lista para perdonar, pero esta actitud que tenía, tan dócil y dolida, comenzaba a hacer mella en mí. ¿En verdad podía olvidarme tan fácil de lo que pasó? ¿Era justo? —¿Hoy comerás conmigo? —pregunté casi arrepintiéndo
ANDY DAVIS—¡Papi! ¡Papi! —exclamaron los mellizos al unísono al rebasar la puerta de entrada, corriendo con los brazos abiertos buscando a Damián, quien de inmediato se hincó ante ellos y los abrazó de manera protectora. La imagen era emotiva y me transmitía una calidez muy profunda. —¡Mami! —gritó Vicky dando saltitos hacia mí, haciendo que su vestido rosa se contoneara de manera adorable y se esponjara cada vez que sus pies estaban en el suelo—. ¿Me extrañaste? ¡Yo te extrañé muchísimo!Estiró sus bracitos mientras abría y cerraba sus manitas, llamándome. Con una sonrisa que no cabía en mi rostro, me hinqué ante ella y la estreché, inhalando su aroma a bebé. —¡Yo también quiero un abracito! —exclamó Leoncito corriendo hacia nosotras y lanzándose con menos delicadeza que su hermana—. ¡Shawn es muy divertido! ¿Podemos ir de pijamada con él más seguido?Cuando alcé la vista hacia el pobre ayudante, este tenía la cara de alguien horrorizado por saber que su tortura podía continuar.
ANDY DAVISLlegué presurosa al hospital, con un nudo en la garganta y el corazón acelerado. Cada uno de mis músculos estaba tenso, como si mi cuerpo se preparara para pelear. Pregunté por la habitación de John, esperando que la enfermera me negara verlo por no ser de su familia, pero curiosamente mi nombre estaba en la lista de visitantes permitidos y me lamenté.—Señora Carpentier, por aquí —dijo con soltura y mis entrañas se retorcieron por el asco. Posé mi mano en su hombro, deteniendo su andar.—Ashford… —respondí con los dientes apretados—. Mi apellido de casada es… o será, Ashford. Yo no tengo nada que ver con el señor Carpentier.—Oh… lo siento —dijo pálida y con ojos temblorosos—. La señalaron como esposa del señor. Revisaré ese detalle.Último capítulo