ANDY DAVISTodo el camino hacia la casa fue en completo silencio. Los documentos que había recibido de mano de Meyer descansaban en el asiento trasero, respondiéndonos la mirada cada vez que lo veíamos a través del retrovisor. La mansión se veía limpia, como si toda esa gente que pisoteó el jardín no hubiera estado, como si las ambulancias y las patrullas nunca nos hubieran invadido, pero se sentía extraño, se sentía… como si todo lo sucedido hubiera ensuciado nuestra vida, como si el aire se hubiera enturbiado, contaminado. Ya no era igual. Gracias a la influencia de Damián, él no fue detenido, pero era claro que John también era influyente, que también tenía algo de poder, y que lo usaría. Rebasamos la puerta y el eco de nuestros pasos fue el único sonido dentro. Damián se fue directo hacia la habitación, sin decir nada. Odiaba que me tratara con tanta frialdad. Entendía que era la culpa lo que lo estaba alejando de mí, pero su actitud me hacía sentir mal. Entré a la cocina y sa
ANDY DAVIS—No puedes ir por la vida golpeando a todos, no puedes… —¿No puedo? —me interrumpió con una sonrisa cargada de soberbia—. ¡Claro que puedo! Y lo haré. Antes de que me terminen de quitar todo, juro que los haré pagar. »Y tal vez lo mejor sea que, mientras todo se resuelve…—Ni se te ocurra decir una estupidez… —Lo sentencié porque sabía la dirección en la que iba. —Ya viste lo que ocurre cuando pierdo la cabeza. ¿Quieres terminar con el otro ojo morado? —preguntó y aunque se esforzaba, era notorio que aún se arrepentía de lo que me había hecho. Podía perdonarlo cuantas veces fueran necesarias, pero que él se perdonara era un asunto diferente. —Pues aprende a controlarte… porque no pienso irme —contesté con los brazos cruzados y plantándome frente a él. —Mujer… ¡¿Por qué eres tan necia?! —Me tomó por los hombros con fuerza, pero sin lastimarme. —Si tienes tanta energía… entonces úsala de otra manera —respondí sintiendo un calor que crecía en mi vientre, mientras delinea
CAMILLE ASHFORDMi estómago dolía, eché un último vistazo hacia atrás y cuando mis ojos se encontraron con los del chofer, levanté mi pulgar, asegurando mi éxito, pero él de nuevo solo desvió la mirada con fastidio. Algo me decía que se sentía avergonzado de tratar conmigo. ¡Nah! Imposible, soy adorable. Abrí lentamente la puerta del despacho y comencé a pasear los ojos por el lugar, entre los libreros y el escritorio, sobre el cual dejé la charola con cosas mientras me movía lentamente. —Deja todo y ve con Camille. Vigila que coma y descanse —dijo Lucien tomándome por sorpresa, pensando que era el ama de llaves. Me quedé estática cuando lo encontré asomado a una de las ventanas, sin camisa, sosteniendo su vaso de alcohol con hielo contra el enorme moretón en su abdomen y gotitas producto de la condensación entre su piel caliente y el vaso frío resbalaban, directo hacia el borde de su pantalón. También podía ver los nudillos de Damián marcados perfectamente en su abdomen, pero de
CAMILLE ASHFORD—Lo de hoy significa que… ¿puedo ver a mi familia cuando yo quiera? —pregunté en un susurro, con miedo por la respuesta. Lucien se detuvo y levantó la mirada hacia mí. No insistí, incluso pensé en dejar que la pregunta se extinguiera en el aire.—Eres libre de ir a verlos cuando tú lo desees… —contestó por fin—. No quiero que… seas mi prisionera. Puedes pedirle a mi chofer que te lleve con ellos cuando tú quieras. —¿En verdad? —insistí sorprendida—. Gracias. —Solo no olvides regresar… —susurró y cuando puso el último punto en su ceja, tomó una de mis manos y la apretó con delicadeza—. Camille… sé que me odias, pero… si te pierdo, no me creo capaz de lidiar con ese dolor. Vi como sus ojos se enrojecieron y tragó saliva con dificultad. Aún no me sentía lista para perdonar, pero esta actitud que tenía, tan dócil y dolida, comenzaba a hacer mella en mí. ¿En verdad podía olvidarme tan fácil de lo que pasó? ¿Era justo? —¿Hoy comerás conmigo? —pregunté casi arrepintiéndo
ANDY DAVIS—¡Papi! ¡Papi! —exclamaron los mellizos al unísono al rebasar la puerta de entrada, corriendo con los brazos abiertos buscando a Damián, quien de inmediato se hincó ante ellos y los abrazó de manera protectora. La imagen era emotiva y me transmitía una calidez muy profunda. —¡Mami! —gritó Vicky dando saltitos hacia mí, haciendo que su vestido rosa se contoneara de manera adorable y se esponjara cada vez que sus pies estaban en el suelo—. ¿Me extrañaste? ¡Yo te extrañé muchísimo!Estiró sus bracitos mientras abría y cerraba sus manitas, llamándome. Con una sonrisa que no cabía en mi rostro, me hinqué ante ella y la estreché, inhalando su aroma a bebé. —¡Yo también quiero un abracito! —exclamó Leoncito corriendo hacia nosotras y lanzándose con menos delicadeza que su hermana—. ¡Shawn es muy divertido! ¿Podemos ir de pijamada con él más seguido?Cuando alcé la vista hacia el pobre ayudante, este tenía la cara de alguien horrorizado por saber que su tortura podía continuar.
ANDY DAVISLlegué presurosa al hospital, con un nudo en la garganta y el corazón acelerado. Cada uno de mis músculos estaba tenso, como si mi cuerpo se preparara para pelear. Pregunté por la habitación de John, esperando que la enfermera me negara verlo por no ser de su familia, pero curiosamente mi nombre estaba en la lista de visitantes permitidos y me lamenté.—Señora Carpentier, por aquí —dijo con soltura y mis entrañas se retorcieron por el asco. Posé mi mano en su hombro, deteniendo su andar.—Ashford… —respondí con los dientes apretados—. Mi apellido de casada es… o será, Ashford. Yo no tengo nada que ver con el señor Carpentier.—Oh… lo siento —dijo pálida y con ojos temblorosos—. La señalaron como esposa del señor. Revisaré ese detalle. ANDY DAVIS—¡No son tus hijos, pedazo de retrasado! —grité con furia y me acerqué un poco más—. Mi vientre nunca estuvo enfermo, pero tu semilla estaba podrida, defectuosa, tan inútil como tú intentando ser un buen esposo.»Esos niños son de Damián, deja de fantasear. Pensé que a estas alturas ya aceptarías que nunca tendrás un heredero biológico.—Quiero una prueba de ADN —soltó John con frialdad en la mirada—. Te demostraré que son míos.—¿Para eso me citaste? ¿Para escuchar tus delirios? —respondí viendo mi reloj de pulso con fastidio.—Quiero arreglaCapítulo 137: Dame una segunda oportunidad
ANDY DAVIS—Escúchame… John se arrepintió desde que pusiste un pie fuera de la casa. —comenzó con la cantaleta, esta vez no como la pobre y abnegada madre de un hombre convaleciente, sino como la arpía que conocía tan bien, pero al mismo tiempo conteniendo su lengua lo suficiente. Sabía que no le convenía hacerme enojar—. Me esmeré para que te olvidara, pero nunca lo hizo, ahora con lo de Lynnet, me siento como una tonta. No tuve que hablarte así, no tuve que fomentar que su matrimonio se destruyera. »Por favor, Andy. Tuvieron una buena vida juntos y lo sabes. —Recurrir al pasado para intentar conmoverme no va a funcionar —respondí cruzándome de brazos.—Piénsalo… Él te aceptará con los niños, les dará su apellido y tal vez podrían retomar la inseminación. Con suerte esta vez puedan tener un hijo y si no, los niños heredarán todo de John. —De pronto su mirada se volvió aguda y gélida, de la misma manera que la de una serpiente antes de atacar y soltar todo su veneno—. Dime, ¿qué les