LUCIEN BLACKWELL
—¿Qué tengo que hacer, Anna? ¿Me estoy equivocando? —pregunté dentro de la capilla del hospital, sentado de manera miserable en la banca, viendo la imagen de esa virgen pura y misericordiosa frente a mí.
Gracias a lo que me había dicho Camille, pude defenderme cuando me cuestionaron por sus lesiones. Pude notar la frustración en el gesto de la enfermera cuando no tuvieron material suficiente para llamar a la policía. Después del interrogatorio decidí tomar un momento para meditar.
Mi corazón se aceleraba cada vez que pensaba en ese último beso y en la forma tan dulce y al mismo tiempo melancólica en la que Camille dijo que me amaba, pero pronto ese recuerdo se manchaba con la muerte de Anna. Verla a través de ese ventanal, porque no podía acercarme a ella mientras los médicos le intentaban salvar la vida. Su rostro
CAMILLE ASHFORDDurante todo el camino Lucien fue acariciando mi cabello, jugando con mis manos, entrelazando sus dedos con los míos y acercándolos a sus labios. Decir que estaba consternada se quedaba corto. Un día amenazaba con hacerme infeliz antes de matarme y al día siguiente parecía… cautelosamente cariñoso. Era una ternura fría y confusa la que expresaba hacía mí. Como si aún me odiara, pero no estuviera dispuesto a privarse de esos pequeños placeres.En cuanto llegamos a casa, de nueva cuenta me tomó en brazos, insistiendo que debía de guardar reposo absoluto.—Si tienes miedo de que te acuse con la policía por violencia doméstica… —rompí el silencio con mi incertidumbre, pero él soltó una suave risa, con una voz profunda que parecía brotar directo de su pecho.—¿Crees que me da
CAMILLE ASHFORDFrustrada por no encontrar mi uniforme, decidí salir. De seguro debería de estar en la lavandería, con suerte aún no estarían arruinados los papeles. Salí con cuidado de la habitación y avancé apenada, fingiendo normalidad entre las miradas de la servidumbre que parecían cuestionarse que estuviera fuera de la habitación. Fingí ir a la cocina y cuando creí que nadie me veía, troté suavemente hacia el área de lavandería. Para mi suerte parecía completamente vacía. Identifiqué el saco donde metían los uniformes sucios y comencé a buscar, al principio de manera ordenada, pero después con desesperación. —Vaya, vaya… mira quien decidió salir de su escondite —el rugido del ama de llaves me erizó la piel en el momento que tenía los papeles por fin en mis manos. Los guardé de manera disimulada en mi vestido antes de voltear hacia ella y encararla—. ¿No pudiste aguantar las ganas de ponerte a trabajar?—No es eso, es que tenía que hacer algo en la lavandería —dije con una sonr
LUCIEN BLACKWELLEl auto se detuvo frente a un parque que parecía algo desolado. Era la clase de lugar donde verías vagabundos dormidos en los que alguna vez fueron juegos infantiles que ahora estaban oxidados y cayéndose a pedazos.Salí del auto con la confianza de que mi chofer estaría listo para actuar en caso de cualquier emboscada. Caminé ignorando el aire frío que arreciaba contra mí, como si quisiera detenerme. Me senté en una de las bancas despintadas, mientras paseaba la mirada entre los arbustos y árboles, encontrándome con ese par de ojos curiosos que la noche anterior parecían a punto de desorbitarse. Se acercó abrazándose a sí misma, desviando la mirada en cada oportunidad hasta que se plantó frente a mí. Le señalé en silencio el otro lado de la banca y esta vibró en cuanto se dejó caer. —¿Cuánto me vas a pagar? —preguntó intentando sonar firme y solo me hizo sonreír. —Depende de lo que me digas y que tan útil me resulte —solté dejando que el silencio asentara mis pal
LUCIEN BLACKWELL—Cuando Ruiseñor nos ofreció el dinero, sabía que necesitaba pruebas de lo que ella estaba haciendo. En algún momento tendría que usarlas a mi favor —soltó la chica antes de alejar su teléfono de mi rostro. Bastante inteligente para ser tan joven.—Una última pregunta… —dije rascándome la barbilla mientras era víctima de un sinfín de emociones. Estaba furioso por ver a Aston siéndole infiel a mi hermana, y por saber que el trabajo de mi investigador había sido un fracaso, pero también… me sentía feliz—. ¿Supiste cuando mi investigador fue a visitarlas?—Mmm… sí —contestó pensativa, haciendo memoria.—¿Por qué no le dijiste nada de esto? —insistí intentando guardar la compostura.—Lo iba a hacer, pero… iba acompañado y parecía que recibía órdenes de esa persona. Me dio mala espina y decidí mantenerme callada —murmuró—. Cuando se vive tanto tiempo en esta clase de ambientes uno aprende cuando tiene que cerrar la boca. »Se llama selección natural. Los listos viven, los
CAMILLE ASHFORD—Hay algo extraño en los reportes policiales y forenses —continuó Shawn con más seriedad en el rostro—. En un inició mencionan que encontraron un corte simétrico y limpio en las mangueras de líquido para frenos. Lo que sugeriría que no fue un accidente, sino algo más elaborado, pero en los posteriores registros se hace una corrección descartando esa teoría y diciendo que todos los daños estructurales del auto fueron ocasionados por la misma colisión al caer. —¿Sugieres que alguien quería que pareciera un accidente? —pregunté angustiándome aún más. —Aunque la policía lo descarta, bueno… yo desconfiaría de eso. Podría jurar que no fue un error de descripción, más bien alguien se tardó mucho en cubrir sus huellas y quedó un primer registro que no pudo desaparecer… solo le quedó tacharlo como una mentira o un error humano. —Por el brillo en sus ojos parecía que este tipo de situaciones le causaban emoción—. ¡Oh! Y antes de que se me olvide. Por fin sacó la mano de su sa
LUCIEN BLACKWELLDe pronto el cielo se nubló y la lluvia comenzó a caer con fuerza, reduciendo el fuego y empapándome en pocos segundos. —¿Eres tú, Anna? ¿No te agrada lo que hice? ¿Por qué siempre tienes que ser tan aguafiestas? —Negué con la cabeza mientras me sacudía las pequeñas gotitas de agua que caían de mi cabello. Mi chofer se acercó, sabiendo que era momento de partir, y así lo hicimos, directo a casa y a Camille. Estaba ansioso de volverla a ver. Estaba ansioso de tenerla entre mis brazos y… suplicar. Sabía que no sería un camino sencillo, que el daño estaba hecho y que ella tenía un carácter demasiado fuerte como para esperar que fácilmente me recibiera con los brazos abiertos, pero… no tenía intenciones de ceder. Ella era mía, era la madre de mi hijo, tenía que quedarse a mi lado y haría lo que fuera necesario para que así fuera. La lluvia había disminuido, pero no había cesado. Cuando rebasé la puerta sentí un nudo en el estómago que casi me hizo doblarme del dolor. M
LUCIEN BLACKWELLEsther manoteaba, pero sus intentos eran inútiles, solo conseguía quemarse con la olla o golpear el borde de la estufa, mientras Nadia gritaba detrás de mí con pánico. —¡Lucien! ¡¿Qué estás haciendo?! ¡Déjala! —Su voz era insoportablemente aguda, más de lo normal. Parecía tener intenciones de acercarse y al mismo tiempo mantenía su distancia porque sabía muy bien que no podía hacer nada. Por fin saqué la cabeza de Esther de la olla. No era necesario describir lo grotesca que se veía con la carne cocida por la sopa hirviendo. Sus quejidos sonaban roncos, pues se había quemado la boca y la garganta, así como los ojos. No había palabras, solo balbuceos y vocalizaciones torpes y cargadas de dolor. Al haber perdido gran cantidad de cabello, decidí arrastrarla fuera de la cocina, sujetándola con firmeza del brazo. La arrodillé frente al resto de la servidumbre y saqué mi arma de la pretina del pantalón. Un hermoso revólver Colt Python .347, el cual apoyé en su nuca. —Qu
LUCIEN BLACKWELLCon paso tembloroso, Nadia caminó hacia Camille. Por fin mi chofer se hizo a un lado y mi hermosa rubia retrocedió, sus ojos bien abiertos buscaban respuestas. De pronto el tembloroso taconeo de Nadia se detuvo, apretó los puños y jaló aire, haciendo a un lado su habitual orgullo.—Camille, te debo una disculpa por lo que te hice —soltó más a fuerza que de ganas y encajé un poco más el cañón a modo de motivación. Tenía que esforzarse y que su tono fuera creíble—. Perdóname por haberte humillado de esa manera, no tuve que hacerlo. Eres la esposa de Lucien y tengo que respetarte. »No lo volveré a hacer, lo prometo y… espero que en tu corazón puedas perdonarme. Camille frunció el ceño y su mirada se movía inquieta. Noté como sus hombros se sacudieron suavemente, víctima de un escalofrío, tal vez por sus ropas húmedas, tal vez por la conmoción del momento.—Creo que hace falta algo… —susurré no muy convencido de la actuación de Nadia.—¿Qué más quieres, Lucien? —siseó v