ZeirenEl dolor me atravesaba como pequeñas agujas en cada centímetro de mi piel. No solo el físico. Aunque las heridas en mi piel aún ardían como un puto tormento de mierda… ese otro dolor, más profundo, era el que me quemaba desde dentro.Estaba consciente desde que me dejaron en esta mesa. Escuché su conversación. Cada maldita palabra.Mate.La palabra rebotaba en mi cabeza como un eco insistente e implacable.No podía ser verdad.No debía serlo.Los lobos habían reconocido algo entre nosotros, algo que yo había intentado ignorar, que había tratado de enterrar bajo capas de negación. Pero ahora estaba ahí, flotando en el aire, imposible de esquivar.Ella… mi Eloah… mi mate.Cada fibra de mi ser me gritaba que abriera los ojos, que le dijera que estaba equivocada, que se alejara, pero no lo hice. No podía hacerlo.Porque parte de mí, la parte más egoísta y desesperada, quería que se quedara, deseaba que fuera mía. ¡Solo mía!Pero la verdad era que, si abría los ojos, no sabría có
ZeirenSe lanzó sobre mí sentándose a horcajadas en mi regazo. Sus brazos se cerraron alrededor de mi cuello. Su pecho se presionó contra el mío con fuerza.Mi respiración se detuvo. Su calor, su olor, la forma en que se aferraba a mí… Todo era demasiado.—¿Estás bien…? —murmuró contra mi cuello, su voz temblando—. ¿Estás bien…?Quise decirle que sí, que estaba bien, pero las palabras no salieron. Mis brazos, actuando por instinto, la rodearon con fuerza, acercándola más a mí.Ella se separó un poco para mirarme. Sus ojos estaban rojos, llenos de lágrimas que intentaba contener. No pasó desapercibido ese brillo especial que tenía ahora.No quise poner en palabras qué era... estaba demasiado metido en mi mismo, intentando organizar lo que yo estaba sintiendo.—No vuelvas a asustarme así —susurró, con un tono que era una súplica y un regaño al mismo tiempo.—Cordelia… —murmuré, pero no pude decir nada más.Porque ella no me dejó.Sus labios sellaron los míos, con una necesidad que me t
Cordelia Lo sentía en cada fibra de mi ser.Zeiren estaba sobre mí, dentro de mí, y la intensidad del momento me tenía atrapada entre el placer y el dolor. Desde el momento en que me miró con esos ojos llenos de duda, supe que era real. Que no estaba luchando contra su deseo, si no contra algo mucho más profundo. Contra la idea de que no merecía esto. Que no me merecía a mí.Y eso era lo que más me dolía.Lo había sentido desde el principio, esa reticencia en sus movimientos, la tensión en sus manos cuando recorrieron mi piel como si estuviera hecha de cristal. Pero cuando finalmente cedió, cuando dejó de luchar contra lo inevitable y se entregó a mí, fue como si el universo entero se alineara en ese instante.Primero, no podía creer que realmente él no había estado con nadie antes.Eso me sorprendió, pero también me hizo sentir un calor en el pecho al saber que yo era la primera.La primera en tocarlo de esta forma.La primera en conocerlo de verdad.Pero ahora… ahora estaba en
ZeirenCordelia estaba sobre mí, usando mi pecho como almohada, y yo no podía apartar los ojos de ella. Su cabello estaba desordenado, y el brillo de satisfacción en sus ojos me tenía completamente hipnotizado. No había nada más en el mundo en ese momento, solo ella y la calidez que aún recorría mi cuerpo después de lo que acabábamos de compartir.Y lo hicimos en grande... De todas las poses que me enseñó, ya tenía mis favoritas; en cuatro y ella montándome. Aunque sabía que nos faltaban más por explorar. "Dios, si de verdad existe uno, mi Eloah es increíble."Por primera vez en mi vida, me sentía completo. Ella había llenado un vacío que había estado en mí desde... siempre.—¿En qué piensas? —preguntó en un susurro. Sus ojos grises explorando los míos sin perderse ningún movimiento.Solté un suspiro, llevé una mano a su espalda y la acaricié con suavidad, dejando que las yemas de mis dedos recorrieran la línea de su columna.—En ti —respondí con sinceridad—. Y en que no sé si te m
Zeiren —Nací en los suburbios de la Metrópolis. Pero no el lugar que conoces. Mi hogar era la zona donde los que están arriba no se atreven a mirar. Ahí es donde viven los olvidados.—La parte oculta… —murmuró mi mujer—. He oído rumores, pero nunca imaginé que...—Es peor de lo que puedas imaginar —dije con amargura—. Mi madre y mi tía hacían lo que podían para sobrevivir. Vendían sus cuerpos. Trataban de ocultármelo, pero yo lo sabía.Ella acarició mi mejilla con delicadeza, su gesto cargado de cariño.—Mi tía me contó que, cuando mi madre quedó embarazada, nunca supo con certeza quién era mi padre; solo sabía que era un ángel. Por los clientes que recibió para esa fecha.No era que realmente me importara quien era él, pero no podía dejar de culparlo por el final de mi familia.—Un ángel que nunca estuvo. No sé quién es, ni me importa. Pero tener su sangre me marcó para siempre. Para todos los demás, soy un error. Algo que no debería existir.Los ojos de Cor se llenaron de lágrimas.
Zeiren Me sacaron la sangre y me dejaron en la sala de observación. La madre del niño ya había llamado a mi madre y a mi tía. Sabía que estaría en problemas. Me revolví en la camilla, inquieto. Afuera, podía oír los murmullos constantes del personal.—Es demasiado rápido para ser regeneración humana con tecnología —escuché al médico decir en voz baja—. Y es muy pobre para acceder a eso.—¿Y si es uno de ellos? —susurró la enfermera con miedo.—No podemos asumir nada, pero si es cierto… debemos reportarlo de inmediato.—Pero será sentenciado a muerte —replico la mujer.Mi corazón comenzó a latir más rápido. "Uno de ellos." ¿A qué se referían? Tragué saliva, sintiéndome atrapado. Intenté que mi mente no pensara en eso, solo quería que mi mamá y mi tía llegaran de una vez para que me sacaran de aquí.Mis oraciones se escucharon unos minutos después. La puerta se abrió, golpeándose contra la pared. Mi madre y mi tía llegaron corriendo. Sus ojos desorbitados, buscándome con la mirada
ZeirenLas primeras semanas en el Averno fueron una pesadilla. Dormíamos en el auto, apretados, con las piernas entumecidas. El frío de la noche filtrándose por las rendijas que teníamos que abrir de las ventanas. Mis sueños siempre terminaban en sobresalto; con imágenes de luces intermitentes y sirenas persiguiéndonos. Mi madre y mi tía apenas dormían. Se turnaban para mantenerse en guardia, observando la calle por si alguien se acercaba demasiado.Después de dos semanas, mi tía nos consiguió un lugar para quedarnos. Llamarlo casa habría sido generoso. Las cuatro paredes eran de madera prensada, encajadas a la fuerza. Las ventanas no tenían vidrio, en su lugar habían bolsas negras. Y a la puerta le colocábamos una silla para bloquearla.Tenía una sola habitación que era todo; sala, comedor, cocina y dormitorio. El único "lujo" era una estufa portátil que funcionaba cuando quería. No había baño, solo una letrina improvisada afuera. Pero, por primera vez en días, podíamos estir
Cordelia Zeiren me abrazaba por detrás, su respiración era lenta y profunda, indicándome que seguía dormido. Su brazo descansaba sobre mi cintura, cálido y protector, pero mi mente no me dejaba descansar. Seguía reviviendo todo lo que nos había traído hasta este punto: el fuego, la persecución, el ataque de los lobos… su historia...¡Dios! Como me dolía todo lo que me había contado. Su infancia fue una mierda, todo lo que pasó...Suspiré, tratando de no moverme demasiado para no despertarlo.—Vaya, vaya… hasta que te comiste a ese manjar —murmuró una voz familiar, en tono burlón, desde la esquina de la habitación.Di un pequeño respingo y me giré hacia el sonido. Fernanda estaba sentada ahora del lado de mi cama, sonriendo de oreja a oreja.—Cuéntamelo todo, querida —susurró, inclinándose hacia mí con los ojos brillando de curiosidad.Sonreí, aunque no le respondí de inmediato. Ella soltó un bufido y se cruzó de brazos.—No me hagas rogar, Cor. Vamos, quiero detalles jugosos. ¡Hast