Capítulo 880
El coche se alejó, pero el corazón de Mariana no sentía alivio alguno; por el contrario, se sentía más pesado.

La puerta de la casa se cerró. Mariana vio salir a Walter. Su ceño fruncido y su expresión facial dejaban claro que no estaba de buen humor.

Seguramente se sentía frustrado, habiendo sido despertado por esos dos ancianos que entraron llorando, arrodillándose y suplicando. Llevaba puesta una camiseta de cuello alto negra, pantalones oscuros y un abrigo de lana colgado del brazo.

Mariana lo miró y de repente dijo: —Vamos a ver a Jimena.

Walter la miró de inmediato. ¿A quién?

Al percibir la incredulidad en los ojos de Walter, Mariana aclaró con calma: —A Jimena.

Walter apretó los labios, rechazando la idea: —No quiero.

Solo ver a esa mujer le provocaba dolor de cabeza. Recordar cómo lo habían engañado durante esos tres años lo hacía sentir aún más asqueado.

Mariana preguntó: —¿Entonces voy yo sola?

Walter se mostró descontento: —¿Es realmente necesario verla?

¿Por qué de repente
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