Capítulo 75
¿Acaso los médicos no sabían ser más delicados? ¡Eran unos inútiles, mejor lo hacía él mismo!

—¡No! —exclamó Mariana, retrocediendo instintivamente.

—No tienes derecho a negarte —dijo Walter, su tono impregnado de severidad inquebrantable.

Mariana siguió retrocediendo hasta que su espalda chocó con la fría barandilla, sintiendo un fuerte dolor que la hizo jadear.

Al notar su incomodidad, Walter tomó el yodo y las pinzas, y suavizando un poco su tono, preguntó: —¿Dónde te duele?

Mariana, con los ojos enrojecidos, miró a Walter. Aquella mirada antes llena de agudeza ahora sólo reflejaba una profunda impotencia.

Walter sintió como si algo le tocara el corazón, y una irritación inexplicable lo invadió. —¡Te pregunté dónde te duele!

¡Maldita sea! Desde que Mariana se había lastimado, ¿por qué estaba tan perturbado que no podía tranquilizarse ni un segundo?

Y al ver la manera de que lo observaba, sintió una ola de culpa. Pero no era él quien la había herido, ¿entonces por qué se sentía tan i
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