—Jimena, no vine aquí para discutir sobre Walter —dijo Mariana, dejando la taza de café y mirándola directamente—. Prefiero hablar de su abuela.Jimena puso los ojos en blanco con desdén, mostrando claramente su desprecio por Nerea. —¿Qué hay que hablar de esa vieja?Mariana frunció el ceño, sintiendo una ligera irritación por su falta de respeto. —Ella valora mucho las apariencias, y no tengo que explicarte la influencia de la familia Guzmán en Yacuanagua, ¿verdad? Así que, ¿no te das cuenta del problema que causaste con todo este alboroto?Sin embargo, a Jimena no le importaba nada de eso, ya que todo lo que veía era su deseo por Walter. Estaba dispuesta a ignorar cualquier principio moral con tal de ganarse su corazón y casarse con él.—Si de verdad quieres ser la esposa de Walter y formar parte de la familia Guzmán, te sugiero que le muestres más respeto a su abuela —advirtió Mariana.Pero esa advertencia bienintencionada sólo le evocó a Jimena los sacrificios que Mariana había hec
Jimena apenas terminó de hablar cuando el coche se detuvo bruscamente. Jadeó de susto y su rostro palideció como una estatua de yeso bajo la luz de la luna.La mirada de Walter, afilada como una cuchilla, la atravesó mientras apretaba los dientes y decía: —Bájate.Jimena se mordió el labio inferior, intentando salvar la situación: —Walter, de verdad sé que me equivoqué...—¡Te dije que te bajes del coche! —la interrumpió fríamente. Sólo unas pocas palabras, pero sonaban como una orden inapelable.—¡Pero estamos en las afueras! ¿En serio me vas a dejar aquí? —preguntó Jimena, incrédula, con los ojos comenzando a llenarse de lágrimas.—¿Qué pasa? ¿La señorita López no es muy capaz? ¿Unas simples afueras te van a detener? —Walter se rio con desdén y le respondió.Señalándola con el dedo, su tono se endureció mientras le advertía: —Jimena, escucha bien. Puedes usarme y meter a la familia Guzmán en problemas, pero si a mi abuela le pasa algo, ¡no te lo perdonaré, aunque me salvaste la vida!
Las gotas de lluvia caían como lágrimas silenciosas, golpeando continuamente la ventana, creando una melodía monótona y molesta en la quietud.—Tengo algo que hacer, voy a salir —dijo Walter de repente. Se levantó rápidamente, tomó su abrigo y se dirigió hacia la puerta.—Apenas te sentaste y ya te vas —murmuró Agustín, con un tono que revelaba una ligera insatisfacción y confusión.En la entrada del departamento de hospitalización...Mariana miraba la lluvia torrencial frente a ella y suspiraba resignada. Ya había salido lo más rápido posible tratando de evitar la repentina tormenta, pero no pudo escapar de la creciente intensidad de la lluvia.—¿Por qué estaba lloviendo tanto últimamente?—Sí, además de la lluvia, vienen acompañadas de truenos y relámpagos, realmente da miedo —se quejó una enfermera de guardia a su lado.Mariana levantó la vista al cielo mientras se frotaba el dolorido hombro. De repente, un relámpago rasgó el cielo y ella cerró los ojos instintivamente. Seguidament
En los últimos tres años, Walter parecía ser atraído por un imán, alejándose innumerables veces de Mariana y acercándose a Jimena.Mariana, que al principio se quejaba con celos y tristeza: «Yo soy tu esposa, deberías preocuparte por mí», había cambiado a aceptarlo con una fría calma: «Jimena te está buscando».Pensando en eso, él giró bruscamente el volante y cambió de dirección en la siguiente intersección.Mariana se sorprendió y miró hacia él, preguntando: —¿A dónde vas?—A la villa —respondió en voz grave, con un toque de terquedad infantil.—No quiero ir. Llévame a mi casa —dijo Mariana, rechazando con firmeza.Walter respondió con un tono innegable: —Esta noche te quedas en mi casa.—Entonces, ¿quieres que me lance del coche o prefieres llevarme a mi casa ahora?Mariana lo miró a los ojos mientras su voz revelaba una leve amenaza, sin un ápice de duda o miedo.Al escuchar eso, Walter se vio obligado a mirarla de nuevo.Sus ojos eran firmes y decididos, como si realmente estuvier
Walter salió del coche, cruzando su mirada con la de Mariana.Ese día llevaba un traje negro, meticulosamente pulcro y ordenado, que le daba un aire de solemnidad. Sin embargo, sus ojos, que normalmente brillaban con inteligencia, estaban rojos, mostrando signos de cansancio.Mariana le hizo un gesto con la cabeza como saludo, y agitó la identificación y el certificado de matrimonio en sus manos.Él apretó los labios y comenzó a hablar lentamente: —Tú…—Vamos —lo interrumpió Mariana con determinación, avanzando a grandes zancadas sin la menor duda.Walter frunció el ceño, con su mente un caos de pensamientos enredados.Mantuvo su paso constante, siempre detrás de Mariana.La actitud de Mariana era la misma que cuando fueron a casarse: llena de alegría y un poco de ansiedad, temiendo que él cambiara de opinión. En cuanto a él, sus sentimientos ya no eran los mismos de entonces.En aquel momento, él estaba reacio, sin cooperar en absoluto. Su rostro en la foto del acta de matrimonio era
Walter echó un vistazo al nombre de Mariana en la solicitud de divorcio, sintiendo una mezcla de emociones.Levantó la mirada, enfocándola en ella, y de repente sintió como si una fina niebla los separara, impidiéndole ver en qué estaba pensando.Sacó la pluma de su bolsillo y tomó la solicitud de divorcio que estaba sobre la mesa.El aire a su alrededor parecía haberse congelado, creando una atmósfera tan pesada que casi le impedía respirar.Él había sido el que siempre había insistido en el divorcio, pero ahora que el momento había llegado, su corazón parecía estar siendo apretado por una mano invisible, causando un dolor indescriptible.Walter apretó la pluma, respiró hondo para parecer más tranquilo, y preguntó: —¿De verdad estás decidida?Esas palabras sonaban tanto como una oportunidad para Mariana como una búsqueda de una salida para él mismo.Estaba esperando, anhelando que Mariana dijera que no estaba dispuesta, que le dijera que haría que él la amara de verdad.Sin embargo, s
—Sí.Mariana recogió su cabello y lo sujetó con un sencillo pasador. Se quitó las gafas de sol y las colocó en su cabello, revelando un rostro tan hermoso que parecía ser el centro de atención de la multitud.Estaba a punto de ordenar cuando sonrió con picardía y preguntó: —¿Hoy pagas tú, exmarido?A Walter no le agradó mucho ese término, pero respondió: —Claro.Mariana sonrió feliz al escucharlo y ordenó todos los platos recomendados del menú sin dudarlo.Después, le pasó la carta a Walter y dijo: —Ya terminé, te toca a ti.Walter, sin dejar de mirar su celular, respondió distraído: —¿No dijiste que me pedirías platos para niños?—Estaba bromeando —Mariana le guiñó un ojo y murmuró.Él la miró de reojo y dijo con indiferencia: —Lo que sea, yo como de todo.Por lo tanto, Mariana pidió algunos platos no picantes para él y llamó al camarero para hacer el pedido.Mientras esperaban la comida, Walter seguía concentrado en su celular, mientras que Mariana lo observaba con interés.Quizás po
Mariana se había preparado para decirle la verdad, que había dejado de nadar por salvarlo.Sin embargo, al escuchar su respuesta, sus palabras parecieron congelarse en su lengua, transformándose en una sonrisa amarga.Bajó la cabeza y se concentró en la comida frente a ella, sin decir nada más.La comida estaba realmente picante, tanto que las lágrimas comenzaban a acumularse en sus ojos...Walter la miraba, algo confuso, sintiendo que ella no había dicho todo lo que tenía en mente.En ese momento, su celular sonó inoportunamente.Al ver quién llamaba, lo colgó sin pensarlo.Pero la persona del otro lado era persistente, llamándolo repetidamente. Tras varias repeticiones, Walter perdió la paciencia y puso el teléfono en modo silencioso.Mariana encontró extraño su comportamiento y, de repente, recordó las noticias que había visto esa mañana camino a recoger su identificación: Jimena había sido abandonada por él en las afueras de la ciudad la noche anterior.No quería entrometerse, pero