El segundo capítulo del día. nNs vemos mañana temprano con el siguiente. Saludos.
―Cariño, silencia, ese bendito teléfono, por favor, está interrumpiendo mi sueño. Me remuevo entre las sábanas y coloco la almohada sobre mi cabeza para no oír el incesante sonido de las notificaciones que llegan a mi móvil, ni la molesta voz de Georgina. La ignoro y sigo durmiendo. A los pocos segundos vuelve a sonar. ―¿Puedes hacer algo con eso, samuel? Bufo molesto. Salgo de la cama desnudo en pelotas, tomo el teléfono y abandono la habitación. ¿Quién carajos se atreve a enviar mensajes a esta hora de la madrugada? Me froto los ojos para aclarar mi visión y descubro que son las cuatro de la madrugada. Le doy un vistazo a la pantalla y descubro que ha sido mi padre el que me ha enviado una innumerable cantidad de imágenes. ¿Qué hace despierto a esta hora? Movido por la curiosidad, desbloqueo la pantalla y entro a la aplicación de mensajería instantánea que suelo usar. ¿Qué demonios es esto? Horacio Di Stéfano: Hoy disfruté de una deliciosa comida en familia. Sí, yal como lo es
Mes y medio atrás. Observo a Camila y rezo para que salga de esto. Soy el único culpable de todo lo que sucedió. No me lo perdonaría si algo le sucediera. ―Dime que esto será suficiente para que sobreviva. Tengo el alma en vilo. ―Quédate tranquilo, Samuel, por fortuna la bala no hizo ningún daño ―suspiro profundo cada vez que le escucho decir que, por un milagro, el proyectil no impactó directo en su corazón―. El único riego que existía era su sangre, pero ahora que la está recibiendo, esta pequeña, se estará recuperando muy pronto. Meso mi cabello con preocupación. ―Esto nunca debió suceder ―niego con la cabeza―. Debí ser más precavido y mantener la pistola en un lugar seguro. Se acerca y pone su mano sobre mi hombro izquierdo. ―Escúchame, Samuel, los accidentes suelen pasar ―dirijo la mirada hacia la cama en la que se encuentra la pequeña―. No te culpes por esto ―insiste mirándome a los ojos―. Además, no sabías que la niña entraría a la habitación y revisaría entre tus cosas.
En el presente Después de ver el resto de las imágenes y finiquitar la conversación con mi padre, vuelvo a la habitación. Tomo un chándal y me visto rápidamente. Estoy que reviento de la rabia al ver al tipo ese, abrazando a mi mujer y a mi hija. > Salgo de la habitación y me voy directo a la sala. Me acerco al bar y tomo la botella de mi whisky favorito. ¿Por qué razón me siento tan afectado? Se supone que, al menos Abigaíl, había dejado de interesarme. Entonces, ¿por qué carajos me siento de esta manera?
―¿Qué haces despierto a esta hora de la mañana, cariño? ―la voz chillona de Georgina, me aparta con brusquedad de mis pensamientos―. Regresa a la cama, te necesito. La ignoro. Tomo la botella y vuelvo a llenar el vaso. ―Regresa a la habitación, me reuniré contigo más tarde. El teléfono vuelve a sonar, anunciando una nueva notificación. ―¿Quién llama a esta hora de la madrugada? Insiste, lo que me lleva al límite de la paciencia. Me doy la vuelta y la miro a la cara. ―¿Qué parte no entendiste de “regresa a la habitación”? Me fulmina con la mirada, antes de darse la vuelta y volverse por donde mismo vino. Dejo el vaso en la mesa y abro la nueva imagen. Lo que exacerba mi mal humor a un nivel mucho más alto. Horacio Di Stéfano: Me quedaban algunas fotos más en los archivos. Dios te bendiga, hijo, me iré a dormir en compañía de mi futura esposa. 8/3/2023 a la(s) 12:03 a.m. Mi dedo tiembla al presionar sobre la pantalla para descargar el resto de las imágenes. Respiro profundo. En
Estoy completamente cansada. Creo que el licor se me subió a la cabeza, porque sonrío mucho más de lo que lo he hecho durante los últimos cuarenta y cinco días. ―¿Así que un nuevo vecino sexy y apuesto? Giro la cara al escuchar la voz de mi mejor amiga. ―No sé de qué hablas, Nora. Me hago la desentendida. Me llevo la copa a la boca y sorbo un trago de vino. Observo a Scott por el rabillo del ojo. Está hablando con el resto de nuestros acompañantes, inmersos en una conversación que los tiene a todos muy interesados. No obstante, puedo notar que, de vez en cuando, voltea a mirarme. ―No te hagas la tonta, Abigaíl, sabes perfectamente de lo que estoy hablando. Vuelvo a prestarle toda mi atención. ―Lo acabo de conocer, Nora, creo que estás viendo cosas en donde no las hay. Cruza los brazos sobre su pecho, alza una de sus cejas y me escudriña con su mirada. ―No me veas la cara, querida amiga, que he notado los ojitos que el doctor te echa a cada rato ―su comentario enciende mi cara
Un mes después Me seco las manos en el paño de cocina al oír que tocan a la puerta. ―Un momento. Apago la hornilla, tapo la olla y camino hacia la puerta. Al abrir me consigo de frente con un enorme ramo de flores. Pero, ¿Qué es esto? ―Señorita, Abigaíl MacAllister. Asiento en respuesta. ―Una entrega para usted. ¿Para mí? Pero, ¿quién pudo haberme enviado flores? Me hago a un lado para pedirle que entre y lo ponga en la mesa. De ninguna forma podré con ese ramo tan gigantesco. ―Pasa, por favor pasa. Lo sigo de cerca. Sigo atónita con la inesperada sorpresa. ―Firme aquí, por favor. Me entrega la nota de entrega. Busco en nombre de la persona que envía, pero dice anónimo. Lo que me deja más intrigada que nunca. Así que averiguo. ―¿Sabes quién las envía? Niega con la cabeza. ―Lo siento, solo hago los despachos. En tal caso, puede llamar a la tienda y solicitar la información a la persona que recibe los pedidos. Vale, ni modo. Me tocará hacerlo de esa manera. ―Gracias, ere
Estoy inquieto. ¿Qué habrá pensado el respecto? Meso mi cabello y camino de un lado al otro mientras espero a que mi amigo despierte. ¿Fui muy impulsivo con la decisión que tomé? ¡Joder! Me siento como un crío que no sabe qué hacer cuando conoce a la primera mujer por la que pierde su cabeza y su corazón. La voz del doctor me aparta de mis pensamientos. ―Señor Di Stéfano ―detengo la respiración mientras recibo el parte médico―, la operación fue todo un éxito. Suelto el aire que estaba reteniendo dentro de mis pulmones. ―No sabe cuánto me satisface oírlo, doctor Quintana. El tumor no estaba tan avanzado y eso nos dio la oportunidad de decidirnos por la cirugía. Por supuesto, como en cualquier proceso de este tipo, había riesgos, pero vistas las opciones que tenía mi amigo y la gran posibilidad de que este se extendiera rápidamente y abarcara una mayor área, Alan tomó la decisión de optar por el procedimiento. ―¿Cuándo podré verlo, doctor? Pregunta su madre preocupada. ―Por ahor
La noticia me cae encima como un balde de agua fría. Mis planes de reconquista, acaban de irse al demonio. Me trago las palabras que estoy a punto de decir, porque no quiero que mi hija note lo furioso que estoy. Ese tipo se está convirtiendo en una verdadera molestia. ―Bien, lo hablaremos después papá, hay muchas cosas que debo acordar contigo, necesito tu ayuda para varios asuntos que tengo en mente. Asiente en acuerdo. Ahora pongo mi atención en la mujer que lo acompaña. ―Es un placer para mí conocer a la mujer que le ha devuelto la felicidad a mi viejo ―me acerco a ella y le doy un beso en la mejilla―. Bienvenida a la familia Di Stéfano, Briseida. Sonríe con dulzura, lo que me permite entender una de las razones por las que mi padre perdió la cabeza por ella. ―Gracias, Samuel, tu padre me ha hablado mucho de ti. Estoy cerca de preguntarle si, Abigaíl, también lo ha hecho, pero me muerdo la lengua y me trago las palabras. Casi de inmediato se escucha la protesta de mi hija. ―