Acá les dejo el primer capítulo de este mes, trataré de subir otro en el transcurso de la noche. Saludos.
Sonrío genuinamente al ver que nuestra pequeña casa quedó tan limpia y reluciente como una tacita de plata. Nos llevó poco tiempo dejarla lista gracias a la ayuda de todas las personas que ahora forman parte importante de nuestras vidas y que considero como a mi familia. Sin ellos, estaría perdida. ―Piénsalo bien, Abigaíl ―me dice Nora antes de subir al auto de su prometido―. Puedes vender esta casa y mudarte cerca de nosotros ―niega con la cabeza―. No estoy de acuerdo con que ustedes se queden aquí mientras ese hombre anda rondado por los alrededores. Suspiro profundo. ―No te preocupes, ahora estaré preparada si se le ocurre volver a aparecerse por aquí. Te aseguro que no me volverá a tomar desprevenida. Suelta un bufido de resignación. ―No dudes en llamar a emergencias de inmediato, si a tu padre se le ocurre volver a aparecerse por aquí y llámame a cualquier hora que sea, no estaré tranquila dejándolas solas y desprotegidas en este lugar ―exige preocupada―. Y no intentes jugar
Un mes después Recojo mi cabello en una coleta alta. Me miro al espejo y veo a la chica de mirada triste y rostro demacrado que aún no ha encontrado la formula para liberarse del amor que siente por el único hombre que ha amado en toda su vida y del que no ha podido olvidarse por mucho que lo ha intentado. ―A la final, sigo siendo la misma chica tonta e ilusa de antaño. Me digo a mí misma con ironía. Bufo con resignación al dejar el cepillo sobre la peinadora y darle un último vistazo a la imagen reflejada en el espejo. Me acerco a la cocina y sonrío al ver a mi niña devorar con gusto su desayuno favorito. ―Hola, mami. Beso a mi pequeña en la frente y tiro de una de las sillas para sentarme a su lado. ―Hola, cariño, tienes una semana haciendo que tu abuelita cocine el mismo desayuno para ti. Sonríe feliz y satisfecha, antes de darle un buen mordisco a su panqueque. ―Es que me gustan mucho, mami, y mi abuelita Briseida las hace deliciosas. Le doy un toquecito a su naricita perf
―Hola, ¿quién eres tú? Suelto la mano del hombre, en lo que escucho la voz de mi hija detrás de mí. ―Hola, pequeña ―nuestro visitante se acuclilla para quedar a su altura. Sonríe y le tiende la mano para saludarla―. Me llamo, Scott, y seré tu nuevo vecino. Mi hija sale de detrás de mis piernas y le da su manito. ―Mi nombre es Camila ―ella le devuelve la sonrisa―. ¿Vivirás en la casa de abuelita Lorna? Él me mira sin entender, así que se lo aclaro. ―Ella era la dueña de la casa antes de que me la dejara. Asiente en respuesta. Toca la naricita de mi hija, antes de ponerse de pie. Lleva puesto un jean, botas de motero, una camisa de lino blanco y una chaqueta de cuero. Es un hombre muy atractivo y sexy. Tiene el cabello negro, los ojos color miel, rasgos fuertes y varoniles. De toparte con él en la calle, pensarías que se trata de un modelo de revistas o una estrella de cine. ―No sé si la señora Briseida te lo comentó, pero tengo la intención de instalar un consultorio médico en e
―No es muy grande, pero considero que es suficiente terreno para construir lo que tienes planeado. Le digo a Scott, una vez que terminamos el recorrido y regresamos al interior de la casa. ―Es justo lo que necesito ―menciona extasiado―, además, la ubicación es perfecta. Gira su cara y me sonríe con esa resplandeciente sonrisa que le hace aparecer esos encantadores hoyuelos en sus mejillas. Aparto la mirada y la desvío hacia otra dirección. ―Está ubicada en pleno corazón de este barrio. Asiente en acuerdo sin dejar de mirarme a los ojos. ―Eso es lo que más me llamó la atención de este lugar ―me explica mientras observa los alrededores y se fija en cada detalle de la casa―. Apenas vi la publicación en la prensa, tuve una extraña corazonada ―mantengo la mirada fija hacia el frente mientras lo escucho hablar. Nos detenemos justo en medio de la sala―. Sabía que tenía que venir a este lugar y por fortuna, le hice caso a mi intuición ―las corazonadas no siempre funcionan. Lo sé por expe
―Cariño, silencia, ese bendito teléfono, por favor, está interrumpiendo mi sueño. Me remuevo entre las sábanas y coloco la almohada sobre mi cabeza para no oír el incesante sonido de las notificaciones que llegan a mi móvil, ni la molesta voz de Georgina. La ignoro y sigo durmiendo. A los pocos segundos vuelve a sonar. ―¿Puedes hacer algo con eso, samuel? Bufo molesto. Salgo de la cama desnudo en pelotas, tomo el teléfono y abandono la habitación. ¿Quién carajos se atreve a enviar mensajes a esta hora de la madrugada? Me froto los ojos para aclarar mi visión y descubro que son las cuatro de la madrugada. Le doy un vistazo a la pantalla y descubro que ha sido mi padre el que me ha enviado una innumerable cantidad de imágenes. ¿Qué hace despierto a esta hora? Movido por la curiosidad, desbloqueo la pantalla y entro a la aplicación de mensajería instantánea que suelo usar. ¿Qué demonios es esto? Horacio Di Stéfano: Hoy disfruté de una deliciosa comida en familia. Sí, yal como lo es
Mes y medio atrás. Observo a Camila y rezo para que salga de esto. Soy el único culpable de todo lo que sucedió. No me lo perdonaría si algo le sucediera. ―Dime que esto será suficiente para que sobreviva. Tengo el alma en vilo. ―Quédate tranquilo, Samuel, por fortuna la bala no hizo ningún daño ―suspiro profundo cada vez que le escucho decir que, por un milagro, el proyectil no impactó directo en su corazón―. El único riego que existía era su sangre, pero ahora que la está recibiendo, esta pequeña, se estará recuperando muy pronto. Meso mi cabello con preocupación. ―Esto nunca debió suceder ―niego con la cabeza―. Debí ser más precavido y mantener la pistola en un lugar seguro. Se acerca y pone su mano sobre mi hombro izquierdo. ―Escúchame, Samuel, los accidentes suelen pasar ―dirijo la mirada hacia la cama en la que se encuentra la pequeña―. No te culpes por esto ―insiste mirándome a los ojos―. Además, no sabías que la niña entraría a la habitación y revisaría entre tus cosas.
En el presente Después de ver el resto de las imágenes y finiquitar la conversación con mi padre, vuelvo a la habitación. Tomo un chándal y me visto rápidamente. Estoy que reviento de la rabia al ver al tipo ese, abrazando a mi mujer y a mi hija. > Salgo de la habitación y me voy directo a la sala. Me acerco al bar y tomo la botella de mi whisky favorito. ¿Por qué razón me siento tan afectado? Se supone que, al menos Abigaíl, había dejado de interesarme. Entonces, ¿por qué carajos me siento de esta manera?
―¿Qué haces despierto a esta hora de la mañana, cariño? ―la voz chillona de Georgina, me aparta con brusquedad de mis pensamientos―. Regresa a la cama, te necesito. La ignoro. Tomo la botella y vuelvo a llenar el vaso. ―Regresa a la habitación, me reuniré contigo más tarde. El teléfono vuelve a sonar, anunciando una nueva notificación. ―¿Quién llama a esta hora de la madrugada? Insiste, lo que me lleva al límite de la paciencia. Me doy la vuelta y la miro a la cara. ―¿Qué parte no entendiste de “regresa a la habitación”? Me fulmina con la mirada, antes de darse la vuelta y volverse por donde mismo vino. Dejo el vaso en la mesa y abro la nueva imagen. Lo que exacerba mi mal humor a un nivel mucho más alto. Horacio Di Stéfano: Me quedaban algunas fotos más en los archivos. Dios te bendiga, hijo, me iré a dormir en compañía de mi futura esposa. 8/3/2023 a la(s) 12:03 a.m. Mi dedo tiembla al presionar sobre la pantalla para descargar el resto de las imágenes. Respiro profundo. En