Éramos felices

Por Evangelina

-Hola cielo, pensé que no estabas, porque no está el auto, ¿Qué sucedió?

Pregunta Edgardo, apenas entra a mi casa, mientras se acerca y besa mis labios, y como yo no me corrí, él profundizó el beso.

Estoy nerviosa por el choque y aunque me ocupé de todo yo sola, es que si estoy apta para manejar y sacar registro, y hacer todos los trámites correspondientes al vehículo, no puedo dejar que él se ocupe de la situación, cuando yo tengo un siniestro vial.

Eso no quiere decir que no esté nerviosa ni vulnerable.

Lo estoy y mucho, a eso se le suma las dos estúpidas cuyo trabajo era el de ser amantes, el de buscar a hombres ajenos, claro que para que ellas se dediquen a eso, tienen que tener, del otro lado, a hombres que les hagan caso y que sean seducidos por ellas o que directamente no respeten a sus familias y busquen afuera de sus hogares distracciones extras.

Me apena el último hombre que estuvo con la mujer que era platinada, definitivamente sentía pena por su situación, e
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