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La declaración de guerra contra Cirus Stonw.

14 de febrero. 21:53 p.m.

Mama insistió quedarse en la noche con Julieth. Habíamos llegado con los ánimos por el suelo y mi sueño por tener una hermosa relación amorosa como solo Netflix me ha lavado el cerebro es echado a la borda cuando leo por séptima vez los mensajes de Nick.

A la mañana siguiente esperaba un milagro para faltar a la universidad y quedarme en cama todo el día, pero cuando una radiante Tina salvaje entra a tu habitación y te levanta con el desayuno a la cama, te quita el sueño por completo por lo extraño que era todo eso, casi siempre estaba con su cara de: Eso no es muy renacentista, es más un victoriano prehistórico.

Si no me supe explicar, es la cara que ponen los cerebritos cuando uno lanza un comentario inocente y ellos están ahí gentilmente dispuestos a demostrarte lo estúpido que eres.

Algo en ella era raro. Algo en ella era más alegre, mas color de rosas. Algo en ella era menos Valentina y gritaba más un « ¡ERICK! »

Lo comprobé cuando en el auto reviso su teléfono con la excusa de tomarme fotos en su Snapchat. En efecto, el moreno la había invitado a salir. Un chico la había invitado a salir. Después de 3 años pensé que no viviría lo suficiente para ver este glorioso momento llegar.

Y hablando de llegar…

Había una razón por la que no quería bajarme de auto, una por la cual no quería despertar esta mañana. Quería evitar a cualquiera después de lo de ayer, seguro se había corrido el rumor y ahorita quedé como “La chica que dejó plantado a Nick Adams”.

Siendo que él es amable, caballeroso, gracioso, inteligente, totalmente atractivo y ¡aahg! se me cae la baba. Cuando lo vi por primera vez, supe enseguida que iba a ser el padre de mis hijos y con quien iba a caminar en el altar, no en ese orden claro.

¡Y yo soy la estúpida que lo dejó plantado en una cafetería a las afuera de la ciudad! Ahora ni siquiera voltea verme. ¡Y todo por culpa del maldito Cirus!

Había pasado más de 24 horas y aun no daba la cara.

Si huyó para evitar la justicia por una parte me decepcionaría, no pensé que fuera tan cobarde, esperaba más que su ostentoso padre soltara unos verdes y se valiera de sus contactos para que eso quedara en la nada.

No puedo estar ni cinco minutos sin dejar de pensar en el psicópata de enfrente de mi casa, en vez de preocuparme más por Nick estoy pendiente por si en cuanto lo vea por la ventana ir a arrancarle los ojos azules. Me peino el cabello hacia atrás para poner un mínimo de atención a la clase de comportamiento humano. Tomo agua del termo de Iris y mis sentidos se despiertan haciendo que casi escupa en la cabeza del chico de enfrente.

— ¡Son las nueve de la mañana! —Le grito en voz baja—. ¿Qué acaso eres candidata al doble A?

Me guiña un ojo bebiendo de la botella mientras contonea sus hombros muy happy.

Más delante, a unos cinco puestos frente a nosotras y un poco a la derecha, un grupo de chicas cuchichean con sus miradas clavadas en mí. Abro los brazos con fuerza gracias a la bebida mágica de Iris como diciéndoles « ¿Qué miran, perras? ». Captan la indirecta y apartan la mirada pero no detiene su chisme.

No había necesidad de disimular. Sí, yo era el epicentro de todo rumor que va en la semana; y sí, la mitad de la población estudiantil me odiaba.

Pensé haberme librado de los ojos prejuiciosos, sonrisas falsas y rumores filosos de Belmont High, pero Rowling University terminó siendo aún peor. En mi primer día había escuchado que era como estar en High School Musical, un mes después descubrí que era más como Dicen de mí y Chicas pesadas juntas.

La única que me hablaba y no se apartaba de mí pese a lo que decían o incluso gritaban los demás—aparte de mi hermana por obligación sanguínea—era Iris. Siempre juntas desde primer año de secundaria y siempre juntas hasta el final. Hemos pasado por muchos rumores para confiar plenamente en la otra y hacer oídos sordos.

— ¿Cómo esta Juji? —pregunta con preocupación en su tono, acariciando el reciente tatuaje de avión de papel detrás de oreja.

Irianna es primogénita de la familia Grace, dueña de la farmacia SaludPlus, envidiable figura de pera, cabello corto como hombre junto con un peculiar corte simétrico en su ceja derecha y hermosos ojos verdes. Siendo hija única considera a las hermanas Ruíz como sus propias hermanas, y nosotras gustosas de que esté en nuestras vidas.

—Médicamente bien, pero jodidamente mal por tu amorcito. —no era secreto su atracción a ese aire misterioso y peligro que se traía Cirus—. Le partieron el brazo.

—Uushh. —hace una mueca de dolor—. ¿Sabes? Acabo de terminar la novela que te conté. —¿qué si lo sé? ¡Me llamó llorando!—, y eso afianza más mi teoría de que Cirus no es malo, solo incomprendido.

La mire asqueada.

— ¿No escuchaste la parte de que Cirus le rompió el brazo a mi hermana?

Sonríe nerviosa.

Lo malo de encerrarte en la ficción es que te ciega de la realidad. Y la realidad era: ¿por qué ser princesa cuando no existen príncipes? ¿Por qué justificar las acciones de Cirus Stonw solo porque está claramente perturbado?

Una vez llegue a casa tire el bolso en el piso y me tumbe en la cama. Quería llorar, pasar todo el día durmiendo y despertar en el 14 de febrero. Evitaría el accidente de mi hermana e iría con Nick a la cafetería.

Las cosas hubieran sido muy distintas.

Me imagine que mi yo de un mundo alterno lo pudo lograr y que seis años después estaban a la espera de su primer hijo, y que en ese mismo universo Cirus no este jodiendome la vida.

15 de febrero. 22:40 p.m.

Me duele el cerebro. Cierro el libro de neuroanatomía y caigo muerta en la cama. Julieth ya había despertado hace unas horas pero no recordaba lo que había pasado, no era amnesia sino que no recordó el choque o como llegó ahí.

La reacción de Juji fue todo lo que esperábamos de ella, al principio lloró cuando tomó conciencia del dolor, cinco minutos después estaba feliz porque tenía algo que dibujar y decorar a su gusto, el yeso.

El padre de Cirus estuvo muy pendiente de la recuperación de mi hermana. Teníamos un historial clínico completo por el hijo de ese hombre. Pobre, tan bueno que es y tan estropeada descendencia.

Vuelvo a abrir los ojos y me asomo por la ventana cuando escucho ese furioso motor.

«Ese hijo de… »

Bajo corriendo las escaleras antes de que termine de entrar a su casa y no pueda escuchar mis insultos. ¿Si eso me buscaría más problemas y posiblemente otra cicatriz? Ya nada de eso importaba. No importaba incluso si me clavaba un cactus y me pisará con su moto una y otras vez.

—¡STONW! —mi grito fue solo una advertencia, una trampa para que volteara a verme.

No me importaba si incluso Cirus decide cobrársela pero que libertad sentí cuando lance el primer puñetazo directo a su perfecto rostro de desequilibrado mental.

Lo malo fue cuando lo atrapó sin ningún esfuerzo.

—Apunta a los huevos la próxima vez.

La piel se me pone de gallina ante esa gatuna sonrisa que surge de pronto haciéndome temblar.

Deshace mi puño y entrelaza nuestras manos en un acto espeluznante. El reflejo de la luna revota en el arete de cruz que guinda en su oreja. Sentí algo raro en el cuerpo, como una corriente asquerosa que no debo sentir. Incluso el anillo de metal que nunca se ha quitado quema.

Aun con la sonrisa en su rostro, acerca el torso de mi mano a sus labios y me quedo quieta ante esa atracción hechizante de los Stonw. Seco. Rugoso. Frio. Fue lo que sentí cuando oprimió su boca contra mi piel ligeramente.

Se sentía como el beso de la muerte de los mafiosos italianos.

—¡Quien debería ir a la cárcel eres tú! —aparto mi mano furiosa.

—¿Yo? —cuestiona—. ¿Yo y no el infeliz que atropelló a Julieth?

—¡SI!

Juega con el piercing de su labio y acaricia el escorpión tatuado en su cuello con el disgusto reprimido.

—Baja la voz ¿quieres? Despertaras a los vecinos.

—Con todo y lo que les dije a los policías no tuvieron las bolas de hacer algo.

Porque sí, le había puesto una denuncia a Cirus aun sabiendo que me traería problemas ¿Pero qué me dijo el oficial? «No puedes culpar al vendedor de armas por un asesinato.» Traduciendo: «No puedes meter preso a Cirus si su padre es el jefe de policía.»

Lo único que hizo fue encogerse de hombros y estirar la comisura de sus labios, como si fuera inocente.

—Algún día, la justicia llegará y solo pido estar a ahí para ver cómo te pudres—le suelto—. Así sea necesario que la cause con mis propias manos.

Y ya, así de fácil, así de rápido, así de estúpido le declare oficialmente la guerra a Cirus Stonw.

Pero mi amenaza solo le causó gracia.

—¡Qué ni si quieras sientes remordimiento! ¿O algo? ¡TAGEO es castigado por tu culpa! —Me llevo las manos a la cabeza recordando al menor de la pandilla—. ¡Y mierda! No quiero ni pensar lo que el padre de Ángel le está haciendo a ese niño.

No tarda en restregarme la diferencia de altura y complextura; como si quisiera demostrar lo grande e imponente que es en comparación a mí. Su cabello rubio esta alborotado, como si no conociera los límites de su propia moto e incluso en la oscuridad de la noche chispea ese azul intenso que me recuerda un remolino en medio del triángulo de las Bermudas: profundos, misteriosos y destructivos.

—No intentes hacerme sentir mal. Estabas ahí. Eso. No. Fue. Mi. Culpa.. —pronunció cada palabra paulatinamente, como si con eso esperaba limpiarse la culpa.

—No. —le doy la razón—, pero que mi hermana esté en el hospital sí.

—¿Y qué demonios quieres? —Da un paso hacia mí y yo, inevitablemente, doy uno hacia atrás—. ¿Una disculpa? ¿Qué me ponga de rodillas? ¿Crees que con eso tu hermanita saldrá del hospital?

Expulsa tanto veneno que me sacude hasta la última célula impidiendo que me mueva o diga algo.

—Si Julieth muere hacen otro y ya, y si cae en coma tus padres se preocuparan por un embarazo adolescente menos. Si ya no está no haría ninguna diferencia en este mundo.

Silencio.

Shock mental.

Nunca antes las palabras de Cirus me han afectado tanto como lo hacen ahora, incluso cuando desperté ese 25 de diciembre no había quedado tan aturdida y espantada como ahora.

¿Qué había dicho?

Si Julieth muere.

Si cae en coma.

Si ya no está.

No podía dejar de pensar en eso aun sabiendo que estaba bien cuidada en el hospital. Imaginarme yendo todos los días a poner flores en su lápida o contarle cuentos siendo dependiente de un tubo en su nariz era algo que no podría resistir.

—Solo te queda aceptar el hecho de que nada de lo que digas o hagas hará cambiar mi actitud o incluso lo que siento.

Su repentino acercado me hace salir del trance. No me había dado cuenta de cuanto había avanzado hasta sentir su respiración en mi frente y se inclina a mi oído, murmurando las palabras que tientan a la muerte:

—Y si eso llegara a pasar… ¿Quién crees que correría más peligro? —Con una mano toma mi rostro, acariciando mi labio con su pulgar de forma lenta—. No creas que tu declaración de guerra solo quedara entre nosotros, Mandrágora.

Eso… eso había sido una amenaza, una amenaza en todos los sentidos, una amenaza hacia mí, hacia mi familia, hacia Julieth.

Tuve varias opciones que, pensando en frio, pudieron ser mucho mejor que la que había tomado. Como por ejemplo retractarme y dejar pasar por alto ese momento como lo he hecho durante 20 años. O ignorar esa declaración y agudizar mis sentidos para proteger a mis hermanas.

Pero no.

Lo único que pensé fue:

¿Hasta qué punto puedo ser capaz de llegar con tal de ver a Cirus Stonw destruido?

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