Seis meses antes.
Unas lágrimas frías cayeron por el rostro de Natali Simmons cuando su jefe le entregó la carta de despido. La temporada en Durango había sido un desastre de acuerdo a los visitantes, y el restaurante había hecho un recorte de personal por obvias razones.
La chica miró la hoja en sus manos y asintió hacia el hombre que ni siquiera la miraba, y que estaba escribiendo su firma en un cheque, que sabía sería el último dinero que recibiría en este mes. No pudo evitar que su cuerpo temblara de anticipación, al verse en la nada después de esto.
—Puedo saber… ¿Por qué de un momento a otro, señor Shan? —ella preguntó con la esperanza de que las cosas cambiaran en cuestión de minutos.
El hombre levantó esta vez la mirada colocando la pluma en el escritorio y resopló un poco.
—Sabes que no es nada personal. Mi esposa fue la que hizo este recorte. A mí me gusta tu trabajo, pero no pude objetar para con ella cuando sé que debemos ajustarnos a tus horarios. Hay personas aquí que nos brindan su tiempo completo, y tienen prioridad…
Nat asintió y limpió las lágrimas de sus ojos. Este era el mejor trabajo que había conseguido durante el último año. Y el más flexible de acuerdo a sus estudios. Su mente daba vueltas mientras que todo el miedo la golpeó duro. Nunca lloraba frente a nadie, jamás demostraba sus preocupaciones y sus muchas tristezas, porque su escudo siempre era una sonrisa.
Ese era su mayor protección.
Pero justo cuando estaba entrando a su tercer año de medicina, y que más que nunca necesitaría el dinero para sus pasantías, sucedía esto.
Y por supuesto, eso sin contar de lo que pasaría cuando llegara a su casa y todos se enteraran de que no iba a poder contribuir con un dólar más, para absolutamente nada. Estaba completamente perdida.
—Nat… no te pongas así —escuchó que su jefe se puso de pie y caminó hacia ella asomándole el cheque—. No digas nada, pero puse un poco más de tu liquidación y del pago de este último mes.
Ella forjó una sonrisa aguda y desvió la mirada a su rostro.
—Gracias, señor Shan… estoy muy agradecida con usted —Natali tomó el cheque y observó que era una buena suma para quedarse callada por otro mes más en su casa, y así buscar con urgencia otro trabajo.
Solo pensaba, «¿en qué momento?», sus pasantías y estudios ahogarían su vida. A menos que encontrara un sitio nocturno para servir bebidas, y no lo quería por nada del mundo. Se iba a matar así.
Pero por nada iba a declinar en su carrera. Este era el único medio para salir de su casa, para cambiar de vida, y para cumplir los sueños que día a día echaban en sus pies.
No permitiría que su padre la condenara a vivir una vida como la de su madre Grace, jamás permitiría ser como Evelyn su hermana, y por nada del mundo quería seguir bajo la mano de Charles, su padre alcohólico.
Después de que abrió su bolso que estaba colgado de lado, metió el cheque en una de sus libretas y apretó sus labios para cambiar su semblante.
—Señor, Shan… cualquier cosa, estoy a la orden de algún trabajo que salga de último momento —dijo esto sabiendo que él era dueño de unos dos restaurantes más, aunque este era el mejor, y el que más ingresos le generaba al señor Shan.
El hombre le sonrió afirmando, y cuando vio, Natali se giró sobre sus pies, salió cerrando la puerta con cuidado y desapareció de su vista.
¡Vaya chica!, pensó el hombre mientras volvía a su escritorio y preparaba otro cheque para la próxima persona que llamaría para despedir.
Sabía que estaba dejando ir a una de sus mejores empleadas, y aunque le había mentido en cuanto a sus horarios, era vergonzoso aceptar que ella fue la primera candidata que su esposa había elegido para que la echara, ya que siempre se sintió celosa de ella.
No podía negar que, a sus cuarenta años, y a pesar de la diferencia de la edad, Nat le atrajera, pero podía asegurar que nunca se sobrepasó en algún comentario o la diferencia del trato para con ella. Lo que pasaba era que esa chica era un alma reluciente, siempre alegraba el lugar donde llegaba y su sonrisa era tan contagiosa que uno se podía quedar mirándola toda la vida.
Todo eso, a pesar de su situación. Porque, aunque Nat nunca contaba sobre las cosas de su vida, sabía que vivir en esa casa con su familia, era vivir literalmente en el infierno. Y ella lo hacía a diario. La admiraba.
Justo cuando iba a hacer una llamada para marcar a la siguiente chica, un nombre comenzó a titilar en su pantalla que hizo que su pulso se acelerara.
Jarol White.
Con un poco de nervios deslizó el dedo en su celular y fue rápidamente a colocar el seguro a su puerta.
—Señor White, que gusto…
—Hola, Shan —el hombre detrás de la línea parecía bastante desanimado, pero eso realmente no era su problema, sabía perfectamente que este era un hombre volátil, y muy cambiante de ánimo—. Supe que la temporada no fue buena.
Jarol era un empresario rico en Durango, quizás el hombre más rico en toda la ciudad con muchos negocios que se extendían en todo el condado de Colorado. Pero, así como era tan productivo, también tenía un comité en la ciudad donde instaba a los pequeños y grandes empresarios a unirse a sus fuerzas antes cualquier prontitud.
Entre esas, hacia préstamos, invertía en uno que otro negocio y al final, quedaba más rico que antes, sus estrategias no tenían límites, y todos lo respetaban por eso, a pesar de sus movimientos un poco crueles, y una actitud déspota hacia sus inferiores.
Shan por supuesto se había inscrito a esa sociedad, más que todo para obtener apoyo cuando quisiera hacer alguna ampliación en alguno de sus tres restaurantes.
—Así es, señor, fue una muy mala temporada.
El timbre de un teléfono anexó se escuchó en su interior y supo que debía esperar, ya que Jarol se excusó por un momento.
—Andrea… —lo escuchó decir, y por la voz de una chica cerca, supo que el hombre había puesto su altavoz.
Con él estaba hablando de su teléfono fijo y por lo visto tenía una llamada desde su celular.
—Padre, Andrew no vendrá… él de nuevo dice estar ocupado…
—¡Maldita sea con tu hermano!, ¿Qué mierdas le ocurre?
—Padre, por favor, no lo presiones más. Adam se encontrará con él, tal vez lo convenza.
—Andrew me escuchará, ¡estoy cansado de escuchar a tu madre!, ahora te llamo, ahora mismo estoy ocupado.
—Bien… un abrazo…
Shan pasó un trago duro mientras analizó la situación. Los hijos de Jarol eran como las celebridades de la ciudad. Adam White trabajaba en las empresas de su padre como su mano derecha, y además de eso, era el escándalo de todas las fiestas nocturnas. Andrew por el contrario era un ejemplo de hombre, y aunque cambiaba de novia cada semana, era un hombre reservado, y algo distante. Por otro lado, su hija Andrea, además de hermosa, también había seguido los pasos de su padre, y estaba estudiando finanzas. Era evidente que sería catapultada, y jamás le faltaría algún trabajo, es más, si ella no quisiera trabajar en su vida, no tendría que hacerlo.
La familia era fabulosa por donde se viera, y a simple vista la envidia de todos.
Shan no pudo evitar recordar a Natali en el momento, y se dio cuenta de que el mundo siempre se dirigía en unas polaridades extremas que beneficiaba a unos y otros los sumía en las desgracias.
«¿Por qué no recomendarla entonces?», pensó. Jarol tenía miles de puestos vacantes, y la chica necesitaba de su mano. Eso al menos sin que lo supiera su esposa.
El hombre escuchó un carraspeo saliendo de sus propios pensamientos cuando escuchó a Jarol de nuevo.
—Me gustaría que nos reuniéramos con un hombre que llegó nuevo a la ciudad, tiene capacidad de inversión, y se inclina por la gastronomía. Puedes sacar una tajada de eso…
Shan sabía que no podía arrojar un “No” a Jarol, además él no estaba pidiéndole un favor, lo conocía lo suficiente como para saber que, en su petición, había una exigencia.
—Por supuesto —respondió mientras su rostro hizo una mueca y cuando vio que Jarol se despidió, él le detuvo por un momento más—. Señor White, también quisiera pedirle un favor…
Shan no pudo evitar sonreír cuando mencionó la palabra “favor”, pero se apresuró en explicar cuando el silencio gobernó.
—Hay una chica, ella es estudiante… debido al recorte, debimos despedirla.
—Eso me dice que no es buena trabajadora, nunca la despedirías así hubiese un recorte, si ella fuese buena.
—Es buena… bastante. Ella es… estupenda. Además, estudia medicina, en el mismo lugar que su hijo.
Cuando arrojó esto, nuevamente el hombre auricular hizo silencio.
—¿Qué pasa con eso?, miles estudian allí —mintió detrás del auricular. No muchos escogían esa carrera, y nadie era como si brillante hijo.
Una oleada de preocupación volvió a golpear el pecho de Jarol al entender que estaban perdiendo a Andrew. Y aunque era un error garrafal lo que tenía en su mente, necesitaba intervenir. No iba a dejar que la sombra de esa mujer siguiera persiguiendo la vida de su hijo, no iba a permitir que él arruinara todo lo que había construido solo por esa estupidez de estar enamorado de Anaelise.
Ya era suficiente.
—Bueno… es mi conocida, y necesita algún empleo con urgencia. Sé que usted es un hombre honorable. Imagínese ella diciendo en las noticias que, gracias a un trabajo dado por usted, pudo cumplir sus sueños. ¡Más puntos a su favor y a su buen nombre!
Shan sabía que había ido demasiado lejos, pero esto era todo lo que podía hacer por una buena chica que se robó su corazón. Y lo decía de buena manera.
—Dile que pase la otra semana por mi oficina principal en Hampton… está semana estaré ocupado y… No prometo nada.
—Está bien, señor, le daré la información. Muchas gracias.
—Adiós —se despidió Jarol colgando su teléfono inalámbrico y colocándolo en la mesa.
Llevó sus dedos al vaso de Whisky que tenía en su frente y de un solo trago lo llevó a su garganta.
Había una lista, una especie de catálogo en sus manos de algunas chicas que eran contratadas para trabajos exclusivos. Unas eran más hermosas que otras, pero todas servían para su fin.
Necesitaba por todos los medios distraer a su hijo, necesitaba que alguien llamara su atención lo suficiente para que se olvidara de esa mujer que lo hizo amargado, seco y distante, un hombre que él ya no conocía, y que le había arrebatado a su hijo favorito.
Nota:
No se aceptan copias, ni adaptaciones. Esta historia, las personas y lugares, fueron creados directamente por el autor para los fines de la trama.
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Un viento frío chocó contra su piel en el momento que se bajó del autobús y este arrancó dejándola sola en la calle. Natali abrazó sus brazos y los frotó en tanto comenzó a caminar despacio sabiendo que estaba a solo unas cuadras de llegar a su casa.«Su casa», pensó mientras miraba al piso y daba pasos lentos. Ese lugar era todo menos eso. Después de unos días en que la habían despedido, supo que no hablaría en su casa de lo ocurrido por nada del mundo, esperaría a buscar otro trabajo, y así cumpliría con la cuota que ellos exigían. Había pensado todo este tiempo que rentar un piso era su salvación. Pero ya lo había calculado tantas veces, que no quería volver a ilusionarse con esa idea.No podía cubrir una renta, pagar estudios, y comprar su propia comida, hacer todo esto
Jarol pasó un trago duro cuando vio que su hijo entró a su oficina, y su secretaria corrió detrás de él suplicándole con la mirada, que la disculpara por la interrupción.Con sus ojos le pidió que se retirara y ella cerró la puerta pausadamente dejándolo solo con él.—Andrew —el hombre mayor se levantó del puesto ajustando su corbata—. No te esperaba.Amaba como su hijo se veía por fuera, un hombre derecho, excelente médico, muy formal; pero odiaba con todas sus fuerzas en cómo estaba por dentro.—¿Seguro? —preguntó Andrew caminando alrededor de la mesa.—Hace unos días te esperamos para la cena… nunca apareciste, y tu madre está preocupada.—No soy un niño, y tampoco el mismo que ustedes quieren controlar, ¡entiéndanlo de una buena vez!<
Un sabor amargo se gestó en la boca de Natali, entre tanto visualizaba el rostro carente de alguna emoción, en el hombre que tenía en su frente.La expresión que utilizó para con su hijo, solo le había creado escalofrío, y alguna sensación en su pecho que hizo que todo lo que tenía en su mente, se disipara.«¿Por qué estaba diciéndole todo esto?», se preguntó un poco nerviosa, pero antes de que sus interrogaciones salieran de su boca, Jarol apartó el portarretrato, lo puso hacia abajo, y le envió una mirada fija, seria e intimidante para su gusto.—He intentado llamar la atención de mi hijo durante los últimos años. Es un buen hombre, el mejor de todos, me atrevo a decir.Recordó el suceso de hace unos minutos donde ese hombre salió como si se lo llevara el demonio, y cuando barrió el
Cuando estuvo fuera de la residencia de Lana, Nat se anunció tal como su amiga le pidió y fue ingresada por un vigilante, que la guio hasta el frente de la casa.Dio las gracias una vez el hombre se fue y caminó despacio hacia una hermosa casa que relucía ante sus ojos. Antes de que ella pudiera tocar la puerta, Lana apareció ofreciéndole una sonrisa, que se borró en cuanto vio su rostro.—¡Oh, Nat! ¿Qué ocurrió? —aunque el nudo en su garganta la estaba matando, negó varias veces para crear una sonrisa.—No es nada, una simple discusión con mis padres. Solo… no quiero quedarme allí hoy, y pensé en ti…—¡Por supuesto! —la chica la haló hacia el interior y cerró la puerta después—. Mis padres salieron a una cena familiar, te entiendo perfectamente, también discutí c
Nat dudó muchas veces en entrar. Detestaba tener esta zozobra cada vez que venía a esta casa, porque a pesar de saber qué podía encontrar detrás de esa puerta, nunca estaba preparada para lo inesperado que pudiera suceder.Ya había tomado sus decisiones. Apresuradas, erróneas y llena de más problemas, pero era el polo donde menos le causaría dolor. O al menos es lo que creía ahora.El pago de su universidad en su totalidad, era lo necesario como para caminar en esa decisión firme, además de que también tenía la posibilidad de rentar una habitación cerca del recinto y tener al menos algo de paz en su vida.Por supuesto que no había recibido la suma desorbitante que Jarol le había ofrecido, por ahora solo necesitaba cubrir sus necesidades básicas, eso sin descuidar a su madre, a pesar de que ella hiciera lo contrario con ella.
Nat se detuvo en el espejo sin poder evitar que sus labios se ensancharan en una sonrisa amplia.Se veía…—Te ves hermosa —expresó Lana interrumpiendo sus pensamientos detrás de ella.—Yo, estoy impactada, este maquillaje que hiciste, y este vestido… me hacen parecer como la cenicienta, ¡pero esta no soy yo!Nat casi gritó de la emoción mientras Lana dio una carcajada acompañando su histeria.—Eres tú, pero con un poco de maquillaje y un vestido. Sigues siendo hermosa, así no tengas nada de esto…Nat se giró sintiendo un apremio en su pecho, «¿desde cuándo alguien era así con ella?, ¿Cuándo fue la última vez que recibió una palabra amable?»«Mucho tiempo», pensó, pero parpadeó muy rápido para no de
Natali podía sentir el cosquilleo en su cuerpo; las risas, los abucheos y todos los gritos de la locura en su círculo, se intensificaron entre tanto ella dio un paso para comenzar su caminata.Su corazón estaba desbocado, latía tan rápido que todo su rostro sentía el retumbar del ritmo, y aunque sabía lo que estaba haciendo pese a que su personalidad la ayudaba a ser espontánea y loca, ahora mismo tenía un pánico terrible en todo su ser.No había nadie para detenerla ahora, ni siquiera cuando pasó la barrera VIP, cuando estaba subiendo las escaleras para llegar a su destino.Por cuestión de los gritos, todos en su frente se dieron la vuelta y las mujeres que acompañaban a esos niños ricos la observaron con una expresión asquienta, y al mismo tiempo los hombres forjaron una sonrisa ante su atrevimiento, en especial, el cumpleañero.<
Nat resopló sacando todo el aire de sus pulmones mientras guardó su móvil en la cartera elegante, que Lana le prestó. No pudo evitar mirar al cielo negro, tratando de sostener las lágrimas que se le acumularon en sus ojos por la pelea que acababa de tener con su hermana.«¿Injusta?, ¿acaso ella se había vuelto loca? ¿Cómo podía llamarle injusta y degenerada por querer irse de su casa y rentar una pieza para ella?», además estaba muy preocupada con lo de “Grace se puso algo enferma”, “Y si le pasa algo será tu culpa”Estaba segura de que el hecho de irse de su casa no iba a menguar los problemas, y se preguntó cuánto más iba a aguantar esta situación.—¡Oye! —un grito la hizo saltar y disipar sus pensamientos confusos—. No puedes irte todavía, Alexey y y