LOS OJOS DE EL CREADOR

 A mi tía Silvia “Chivis” que me contó su sueño.

A la memoria de mi tio José Miguel Castillo.



La noche en que fallecí no fue de aquellas noches en las que ocurren cosas extraordinarias ni de gran interés para el resto de las personas que seguramente dormían en sus hogares. Recuerdo que regresé a casa a la hora de costumbre, justo al marcar las delgadas manecilla las ocho en punto de la noche y el descanso prometido llegaba a mis fatigados ojos.

Entré a casa sin ninguna nueva por contar, saludé a mi hija y a mi negro, que siempre me reciben con ternura tras la larga jornada de trabajo frente al computador, sufriendo el incómodo espacio que aloja a mis piernas bajo el escritorio. Me fui a dormir, a darle paso al deseado sueño sobre la suavidad de mi almohada, arropada por los cálidos brazos de mi esposo.

Fallecí… y sin embargo no existían túneles de luz, ni ríos de almas que conducen al perro d

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