Después de mi conversación con Williams, mis pensamientos giraban en torno a todas las preguntas sin respuesta. Sentí que la única manera de avanzar era hablar directamente con Alexis, a pesar de las dudas y el resentimiento que sentía hacia él. Así que me dirigí a la casa de los Lewis, donde sabía que se estaba ocultando. Al llegar, los sirvientes me reconocieron y, sin hacer preguntas, me dejaron pasar. Subí las escaleras rápidamente, mi mente llena de las cosas que necesitaba decirle y las respuestas que ansiaba escuchar. Abrí la puerta de su habitación sin pensar, y me encontré con una escena que no esperaba. Alexis salía de la ducha, su cuerpo aún húmedo y gotas de agua deslizándose por su piel. Su cabello oscuro también estaba mojado, cayendo desordenadamente sobre su frente. A pesar de la situación, mantenía esa actitud arrogante que siempre lo había caracterizado. —¿Qué haces aquí, Alba? —preguntó, sin molestarse en cubrirse más allá de la toalla que rodeaba su cintura.
La culpa me carcomía por dentro mientras caminaba hacia la casa. Había dejado que Alexis me besara y me tocara, a pesar de que estaba intentando algo con Gabriel. No podía sacarme de la cabeza lo traicionero que era todo aquello. Cuando llegué, Gabriel estaba sentado en el sofá, leyendo un libro. Al verme, cerró el libro y me sonrió, pero en sus ojos había una pizca de preocupación. —¿Dónde estuviste toda la tarde? —preguntó con suavidad. Sentí cómo la culpa se intensificaba. No podía mirarlo a los ojos sin sentirme como una terrible traidora. Me senté junto a él, tratando de mantener la compostura. —Fui a ver a Williams. Necesitaba hablar con él sobre la investigación y algunas cosas del pasado —respondí, tratando de sonar natural. Gabriel me miró fijamente, como si tratara de leer más allá de mis palabras. Sentí un nudo en la garganta y bajé la mirada. —¿Te pasa algo, Alba? —preguntó, su voz cargada de preocupación. Negué con la cabeza, aunque sabía que mi gesto no era
Me estoy dedicando a cenar con las niñas y mi tío Diego. No he logrado dejar de comer debido a que la lasaña está deliciosa. Le pedí a mi tío que nos acompañe porque Alexis vendrá a hablar conmigo y no quiero caer nuevamente en sus brazos. Jamás he tenido demasiado apetito, pero ahora no puedo dejar de comer. Cada bocado parece ofrecerme una distracción momentánea de mis pensamientos turbulentos. Las niñas están ocupadas hablando entre ellas, riendo y disfrutando de la comida, mientras mi tío Diego me observa con una mezcla de preocupación y curiosidad. —Alba, ¿estás bien? —pregunta Diego, notando mi inusual apetito. Asiento, aunque sé que no es del todo verdad. —Sí, tío. Solo estoy un poco nerviosa por la reunión con Alexis —admito, dejando el tenedor a un lado. Él frunce el ceño y asiente lentamente. —Entiendo. Por eso estoy aquí, para asegurarme de que estés bien —responde, dándome una sonrisa tranquilizadora. Le devuelvo la sonrisa, agradecida por su apoyo. A pesar d
¿Quién es mi madrina? Es lo que me he preguntado durante toda mi vida. —Mis recuerdos sobre la noche en que murieron mis padres son muy confusos —Mi voz temblaba mientras trataba de hablar—. Yo estaba jugando a las muñecas en el despacho de mi padre. Me fascinaba estar allí. Luego escuché gritos entre los dos, lo cual era usual porque siempre se peleaban. Después, escuché sonidos... En esos momentos pensé que eran fuegos artificiales, pero ahora sé que fueron disparos. Alexis y Diego me miraron con preocupación y comprensión. Alexis se acercó más y tomó mis manos entre las suyas, su mirada suave pero decidida. —Lo siento mucho, Alba. Lo siento tanto que hayas tenido que pasar por eso — Respondió Diego, su voz llena de empatía.—Esos recuerdos son dolorosos, pero también pueden ser clave para entender lo que realmente sucedió. No estás sola en esto. Vamos a descubrir la verdad juntos. —¿Puedes continuar?— Preguntó Alexis. —Si puedo —Asenti , tratando de mantener la voz firme—.
Esa noche fue particularmente angustiante. Gabriel nunca había pasado una noche fuera sin avisar, y eso me tenía muy preocupada. Traté de llamarlo y mandarle mensajes, pero no obtuve respuesta. Ni siquiera mi prima Elisa, quien suele estar al tanto de todo, contestaba mis llamadas. Vera y Emma, mis hermanas, habían salido con Alexis para pasar la tarde. Me alegraba que estuvieran disfrutando, pero eso solo aumentaba mi sensación de soledad en ese momento. Sin nadie con quien compartir mis preocupaciones, me encontré buscando consuelo en la comida. — Ya deja de comer. Pareces una vaca.— Bromea Samuel al verme. — ¡Cállate, Samuel!— Le grité molesta. — ¿Qué te pasa, Alba? Estás muy molesta porque Gabriel no está o porque Alexis está con tus hermanas y con Lila. No me digas que estás celosa de Alex—, preguntó Samuel con tono de curiosidad. —No estoy celosa—, respondí rápidamente, tratando de contener mi frustración. —Solo estoy preocupada por Gabriel. No ha dado señales desde a
Alba MillerEstaba muy molesta. La furia latía en mis sienes mientras me dirigía a la oficina de Gabriel. Hace días no aparecía en mi casa. Mi paciencia se agotaba, y necesitaba respuestas.Al llegar a su oficina, mi ira aumentó al verlo completamente absorto en su trabajo, como si yo no existiera. Me detuve en la puerta, observándolo mientras hablaba por teléfono, ni siquiera levantando la vista para reconocer mi presencia. Sentí como una oleada de resentimiento me recorría el cuerpo. —Gabriel —dije con voz firme, tratando de mantener la calma mientras cruzaba los brazos sobre el pecho.Él apenas levantó la vista, asintiendo con la cabeza en señal de que me había visto, pero su atención seguía fija en la conversación telefónica.—Dame un segundo, Alba —murmuró, volviendo su atención al teléfono, ignorándome de nuevo.Esperé, tratando de controlar mi respiración y mantener la compostura, aunque por dentro hervía de rabia. Cada segundo que pasaba parecía un insulto a nuestra relación
Estaba muy triste por la ruptura con Gabriel y me dediqué a hablar con mi prima Elisa. Buscaba apoyo en ella; necesitaba consuelo y comprensión, pero sabía que sería complicado, ya que Elisa estaba enamorada de Gabriel. Nos encontramos en un café tranquilo. Elisa me miraba con una mezcla de curiosidad y preocupación. Empecé a contarle lo que había pasado, tratando de contener las lágrimas. —Elisa, terminé con Gabriel —dije, mi voz temblando—. Fue... fue horrible. Ella arqueó una ceja, y vi cómo su expresión cambiaba de preocupación a una leve irritación. —¿De verdad, Alba? —respondió, su tono más frío de lo que esperaba—. ¿Otra vez con lo mismo? Me encogí en mi asiento, sintiendo que las paredes se cerraban a mi alrededor. Elisa nunca había sido del todo comprensiva cuando se trataba de mis problemas con Gabriel. Sabía que sus sentimientos por él influían en su actitud hacia mí. —No quería lastimarlo. Pero todo se complicó tanto... —traté de explicar, aunque sabía que sona
Me sentía muy mal y no había logrado salir de la cama en toda la noche. No había dejado de llorar, pero la mañana siguiente, me levanté a desayunar. Mis hermanas, Emma y Vera, estaban en la cocina. Emma me miraba con preocupación, pero Vera no dejaba de mirarme con desprecio. Nos sentamos a la mesa y traté de comer algo, aunque mi apetito era inexistente. Emma intentaba ser comprensiva, pero Vera no perdía ninguna oportunidad para atacarme. — ¡Quiero volver a vivir con Alexis!— Ella no dejaba de gritar. —Me duele la cabeza, Vera. — Respondí intentando tranquilizarla. —Eres tú la que destruyó a nuestra familia, Alba. Gabriel se fue de la casa por tu culpa — Me acuso Vera, su tono lleno de resentimiento. Sentí una punzada de culpa y dolor, pero sabía que tenía que enfrentar sus palabras. —Sé que me equivoqué. Me dejé manipular por las personas equivocadas —dije, intentando mantener la calma—. Alex es inocente. Él no lastimó a mis papás. Yo ya me disculpé con él. Vera soltó una ri