El pasado de mi madre.

Me estoy dedicando a cenar con las niñas y mi tío Diego. No he logrado dejar de comer debido a que la lasaña está deliciosa. Le pedí a mi tío que nos acompañe porque Alexis vendrá a hablar conmigo y no quiero caer nuevamente en sus brazos.

Jamás he tenido demasiado apetito, pero ahora no puedo dejar de comer. Cada bocado parece ofrecerme una distracción momentánea de mis pensamientos turbulentos. Las niñas están ocupadas hablando entre ellas, riendo y disfrutando de la comida, mientras mi tío Diego me observa con una mezcla de preocupación y curiosidad.

—Alba, ¿estás bien? —pregunta Diego, notando mi inusual apetito.

Asiento, aunque sé que no es del todo verdad.

—Sí, tío. Solo estoy un poco nerviosa por la reunión con Alexis —admito, dejando el tenedor a un lado.

Él frunce el ceño y asiente lentamente.

—Entiendo. Por eso estoy aquí, para asegurarme de que estés bien —responde, dándome una sonrisa tranquilizadora.

Le devuelvo la sonrisa, agradecida por su apoyo. A pesar d
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