El sol brillaba anunciando la llegada de un nuevo día, para la mayoría de los italianos sería un día más, cargado de problemas, soluciones, preocupaciones y esperanzas, pero para otros sería un día que jamás olvidarían.Cada medio de comunicación lleno sus páginas y sitios web con una sola noticia, la finca de la familia Santoro, respetados empresarios italianos había sufrido un atentado, algunos medios más osados apuntaban a la vistita de la familia Zabet, como verdaderos blancos de aquel hecho, y que los pobres Santoro solo fueron un daño colateral, algo que a nadie le importo y que no gastaron fuerzas ni energías en confirma o negar tales dichos.— Señor Santoro, ¿es verdad que su familia y su tranquilidad se vio afectad por la visita de la familia de su esposa? — pregunto una mujer rubia de un medio internacional y Alessandro siguió subiendo los escalones de cemento sin siquiera dedicarle una mirada.—Señor Alessandro algunos medios de comunicaciones están afirmando que usted no e
Simón Rossi al fin aceptaba que Dios existía, a sus 24 años reconoció que Dios no desampara a sus siervos, porque solamente por un milagro su santa seguía con vida, no había otra explicación. sentado en uno de los escalones de la mansión Berlusconi, mirando a la nada misma, reconoció la existencia de Dios y del mismo diablo, porque a su parecer ningún humano podría a ver hecho aquello con Alejandra, y eso que él conocía a los peores humanos que pudieron pisar este mundo, cerro sus ojos tratando de borrar la imagen de… la mujer que amaba, aunque aún no se atreviera a reconocerlo en voz alta, él la amaba y conoció lo que era el dolor y sufrimiento solo cuando la observo tirada en aquella bodega, Alejandra Santoro le estaba enseñando demasiadas cosas a este hombre, quizás por eso él se reusaba tanto a ceder a sus sentimientos. La imagen de su rostro ensangrentado, llegó a su mente, habían golpeado su cabeza con tanta furia que solo se distinguía su cabello y el rojo de la sangre, la best
Simón abrió sus ojos encontrando una luz blanca que lo cegaba, que pronto fue eclipsada por la silueta de un hombre.— Te lo advertí Simón, eras mi amigo, te dije que no tocaras a mi hermana.Era Giovanni quien hablaba y el odio en su voz jamás lo había escuchado, quiso hablar con su amigo, aunque ahora dudaba que lo fuera, pero se dio cuenta que un tubo en su garganta no lo dejaría decir palabra alguna, sus ojos se cerraron y la oscuridad lo abrazo, como una madre a la espera del regreso de su hijo.Sus ojos se abrieron una vez más, esta vez sintió su cuerpo en movimiento, aunque notaba que estaba sobre una cama, aun con vista borrosa pudo destituir que un hombre ejercitaba su cuerpo, para que sus músculos no se atrofiaran, quiso hablar, pero la voz no le salió, no por tener un tubo en su garganta, sino que esta estaba tan seca que simplemente no salió sonido alguno.— Se está despertando, duérmelo.Momento, no quería eso, ¿Cuánto tiempo había pasado? Se sentía desorientado perdido,
Alessandro Santoro ingreso en la que una vez fue su finca, su hogar, su lugar seguro, ahora tan distinto, tan vacío, carente de amor y felicidad, solo la oscuridad reinaba en él, mantuvo la vista en frente, hasta que llego al final del camino, encontrándose con la gran casona por la que una vez sus hijos corrieron, miro por el espejo retrovisor y no pudo evitar sentir miedo.— ¿Estas segura? — la pregunta salió en un pequeño susurro, sabía cuál era la respuesta, aun así, quiso preguntar.— Como que me llamo Alejandra Santoro. — respondió la rubia sin temor alguno.La joven madre le dedico una sonrisa tranquilizadora y descendió del automóvil, ayudada por sus custodios, la observo entrar en la casona, tan distinta a como lucia hacia un año atrás, sin embargo, aún poseía la misma luz.— Ella estará bien cariño. — trato de consolarlo Victoria, sabiendo muy bien en que pensaba el hombre.— Sé que es así, pero los recuerdos de aquel día, el dolor que sentí, cuando los médicos dijeron que e
Alejandra Santoro fue arrastrada por Simón fuera de la casona, pero apenas pusieron un pie en el jardín trasero se vieron rodeados de custodios, Alessandro había aprendido la lección, jamás se confiaría en que nadie llegaría por ellos. — Está bien, pueden marcharse. — dijo Alejandra mirando a uno de los custodios que apuntaba a Simón con su arma. — El señor dijo…— comenzó a rebatir el hombre y Alejandra dio dos pasos al frente, con su espalda recta, cabeza en alto al igual que su barbilla y las cejas un poco fruncidas. — Y yo digo que se marchen ¿es que acaso no sabes quién soy? — no hacía falta preguntar, a pesar de que la joven solo había pisado aquella casona dos veces, solo bastaba ver sus ojos para saber que era la santa hija de la sombra, como la luz y la oscuridad batallaban en su interior, por ver cuál de las dos terminaría dominando esos ojos tan raros, verdes con motas negras. — Como usted diga señora. — se limitó a responder el hombre y se marchó junto a los demás guard
Las horas transcurrían, María estaba asustada y conflictuada con su futuro, en el fondo esta mujer no era mala, solo estaba perdida en el profundo océano de la culpa y el dolor, el saber que por su desobediencia y rebeldía su padre había muerto, su madre la había negado echándola a la calle a su suerte, ella solo busco castigarse, sin tener noción realmente del daño que le causaba al único ser humano que jamás dejaría de quererla, su hijo, ahora había llegado el momento de tomar su lugar como madre y cuidar de aquel que ya no era un niño y mucho menos inocente, pero que sin embargo, necesitaba más que nunca el amor de su madre, María Rossi entraría al mundo de la mafia siguiendo a su hijo y porque no a Dante, el hombre la había tratado con respeto desde el primer momento, quizás teniendo unas perspectiva más amplia de lo que sucedió en aquel entonces, eran dos hombres, pero para los ojos de una madre, jamás dejarían de ser unos simples jóvenes.Dante llamaba a cuanto número recordaba,
Tiempo que corre despacio y pasa deprisa, tiempo que no se para ni se ata, no se detiene ni gira, tiempo que no se duerme, ni se repite, tiempo… el mayor enemigo de Simón y Alejandra, ese mismo que pasaba sumiendo a ambos en una agonía tortuosa, la misma que debe sentir un condenado a muerte, la luz del día que debía significar un nuevo comienzo o una nueva oportunidad, ahora se convertía en una herida de la cual ninguno de los dos tenía verdadera noción de cuan grave seria, si formaría un cicatriz más a curar y cuidar o si sería el golpe final que acabara con la poca luz que LA SANTA tenía y de la que LA BESTIA dependía.Dos meses fueron suficientes para que Dante no solo retomara el negocio, sino también para sostenerse en el con mayor fuerza que antes, EL FENIX abría sus alas quemando todo a su paso, menos la sombra de la mujer que amaba, LA REINA DE LAS SOMBRAS así la habían bautizado a Estefanía Santoro, pero ambos ampones tenían un gran problema, mientras que la reina de las som
Estefanía tuvo solo dos horas para prepararse psicológicamente, la reina de las sombras tendría que interpretar el mayor engaño de la historia, aún más arriesgado tenía que engañar a su propia familia, por ningún motivo podían saber lo que realmente sucedía, pero además debía engañar incluso a sus empleados, ya que a esta altura nadie sabía quién era amigo o enemigo. El sol hacia unas horas que se dejaba ver cuando la morena ingreso en la casona, algunos empleados ya se encontraban en el lugar acompañando a los Santoro que se disponían a desayunar. — Giovanni quedaras a cargo de todo. — dijo mientras pasaba de largo a su recamara sin siquiera dar los buenos días y bajo la atenta mirada de sus padres. — ¿Qué sucede? — pregunto el menor de todos, sin entender el humor que cargaba su hermana. — Está furiosa. — se limitó a decir Victoria que podía sentir como las entrañas de su hija se retorcían de furia. — ¿Qué hizo ese idiota ahora? — Alessandro sabía que su hija había salido la no