—Altezas, ya pueden pasar al comedor para la cena —eso fue como una orden. Todos se dirigieron al lujoso comedor, donde la cena se presentaba como un encuentro entre la sencillez de la tradición y la opulencia del entorno.
La sala, majestuosa y cargada de historia, brillaba bajo la luz suave de los candelabros de cristal, cuyas innumerables facetas atrapaban y reflejaban los destellos de las llamas.
En el centro del salón, una larga mesa de caoba se extendía con una imponente presencia, su superficie pulida reluciendo bajo la luz. Sobre ella, un mantel de lino blanco, finamente bordado a mano, caía en suaves pliegues hasta casi rozar el suelo de mármol. La vajilla de porcelana fina, con delicados bordes dorados, estaba dispuesta con una precisión que hablaba de una meticulosa atención al detalle. Los cubiertos de plata, pulidos hasta brillar como espejos, descansaban a cada lado de los platos, mientras las co
La joven loba despertó entre los brazos de Dantes. A pesar de que el aire acondicionado refrescaba la lujosa habitación de la mansión Marchetti, Lirio sentía el calor abrumador de su compañero. Se removió, intentando zafarse de su agarre, provocando que el príncipe soltara un leve gruñido.—Un rato más —masculló, enterrando su rostro en el cuello de Lirio. Ella se quedó quieta hasta sentir la suave caricia de Dantes en su vientre—. ¿Qué hora es? —preguntó con voz grave.Lirio miró rápidamente el reloj en la mesita de noche.—Son las ocho —susurró, mientras Dantes suspiraba, dejando un suave beso en la marca que compartían.Dantes gruñó al recordar algo.—Tienes que salir con mis hermanas hoy. No me gusta la idea —dijo, cubriéndose el rostro con su brazo.—Si no quieres que vaya, me puedo quedar —ofreció Lirio con cierta timidez.Dantes quitó su brazo para mirarla directamente a los ojos.—¿No quieres ir? —preguntó, frunciendo el ceño, claramente confundido, ya que la noche anterior el
Las damas caminaban por las calles de Corso Umberto, la principal arteria de la ciudad donde se encuentran las tiendas más exclusivas, con sus gafas de sol de Louis Vuitton que acababan de adquirir, ya que al salir tan rápido olvidaron las suyas en la mansión. Todas se detuvieron frente a Dolce & Gabbana, admirando los vestidos detrás del cristal, con detalles bordados a mano que capturaban la atención de las tres chicas que sabían mucho más de alta costura que Lirio, que solo veía la extravagancia y sensualidad de uno color pastel.—Vamos —les dijeron, abriendo las puertas. La chica que atendía se acercó enseguida al reconocerlas.—Bienvenidas, señoritas —sus ojos solo visualizaban esas chequeras sin límites de las mujeres Marchetti.—Sofía —solo Kazuma recordaba su nombre—. Nos probaremos lo de la vitrina. Supongo que ya conoces la gama de colores que solemos utilizar… Y Lirio, cariño, ¿qué deseas probarte? —interrogó, llamando la atención de todas las mujeres, y sus mejillas se son
Lirio no pudo evitar tensarse cuando Dantes, sin esperar respuesta, la ayudó a bajar con cuidado del banco y comenzó a caminar hacia la escalera de caracol. Subieron tranquilamente en dirección a la habitación de Dantes. Al ingresar al amplio aposento, él se aseguró de cerrar la puerta con llave.—Desnúdate —ordenó, con voz firme.—No quiero que me castigues, no fue mi culpa —susurró ella, agachando la cabeza. Dantes se quedó quieto, sorprendido por la osadía de su omega al contradecirlo.—Pudiste haber hablado y detenerlas, o simplemente irte a un restaurante —respondió, buscando alguna excusa. Lirio lo miró con el ceño fruncido, extrañada por la valentía que encontró para enfrentarlo.—¿Acaso alguien puede detenerlas? —preguntó con curiosidad. Dantes esbozó una sonrisa, consciente de que él mismo no había logrado frenar a sus hermanas.—¿Ellas te han enseñado a ser una chica desobediente? —bromeó, a lo que ella negó con la cabeza—. Si no puedo castigarte, ¿qué hago contigo hasta que
El jardín trasero se transformó en un paraíso para niños y niñas para celebrar el cumpleaños número cinco de Liam. Bajo un cielo azul y despejado, carpas de encaje blanco se alzan como delicados palacios, cada una adornadas cok guirnaldas de flores frescas que llenan el aire con su dulce fragancia. Globos azules flotan en cada esquina, reflejando la poca luz del sol que baña el mar Mediterráneo detrás de todo lo colocado para festejar.Un carrusel antiguo, cuidadosamente restaurado, gira al ritmo de una melodía alegre, mientras los niños, vestidos con atuendos elegantes, suben y bajan en caballos tallados a mano y pintados de vivos colores. En un rincón, una mesa de banquete infantil está cubierta con un mantel de lino bordado y decorada con delicadas porcelanas y cristalería a prueba de niños. Sobre la mesa, una impresionante torta de cinco pisos, decorada con deta
Detrás de la mansión un muy bien decorado camino de piedra llega de la colina hasta una casa de playa que al parecer es totalmente privada, ya que son pocos metros los que hay en ese estrecho de mar abierto con arena blanca bañadas por las aguas del mar Mediterráneo.La luna, alta y resplandeciente, derramaba su luz plateada sobre la casa de playa con sombras suaves y misteriosas. Sus muros blancos, que durante el día brillaban bajo el sol, ahora parecían absorber la calma de la noche, fundiéndose con el paisaje bajo el cielo estrellado.El sonido del mar, suave y rítmico, era el único acompañante en la quietud nocturna. Las olas se deslizaban sobre la arena como un susurro, mientras la brisa marina agitaba suavemente las buganvillas que trepaban por las paredes, sus flores de un púrpura oscuro casi invisible en la penumbra.Dantes llevó a Lirio hasta la orilla, donde ambos admir
Sus patas se movían con rapidez entre los árboles de ese bosque desconocido. Lirio solo quería alejarse lo más posible de Dantes. Se sentía herida por su desprecio. Siempre había temido que llegara el día en que el príncipe se aburriera de ella y la descartara como un trapo viejo de un restaurante de mala muerte.Gimió de dolor cuando una de sus patas se enredó en la raíz de un árbol, haciéndola rodar por una pequeña colina rocosa. Su cuerpo chocó contra varias piedras hasta que finalmente un peñasco detuvo su caída hacia un riachuelo. Lirio quedó inconsciente tras los fuertes golpes, y, luego de lo que pudieron haber sido horas, su cuerpo volvió a su forma humana.La loba tenía varias costillas rotas que se regeneraban lentamente debido a su condición de omega. Estaba cubierta de rasguños en las piernas y el costado,
Las puertas puerta de mármol se abre en silencio, revelando un espacio amplio y luminoso. La luz natural entraba a raudales a través de unos ventanales que ocupaban casi toda la pared sur, ofreciendo una vista despejada del mar Mediterráneo, cuyas olas azotan con fuerzas a la distancia.El suelo, cubierto de elegantes baldosas de mármol en tonos neutros, emitía un brillo suave bajo la luz del día. Las paredes, pintadas en un tono marfil cálido, estaban decoradas con cuadros discretos pero de buen gusto, pequeños destellos de color en un entorno pensado para la calma. Frente a la cama, una gran pantalla plana descansaba en la pared, lista para ofrecer distracción y entretenimiento a quien lo deseara, mientras un sistema de sonido envolvente aseguraba que la música o las palabras resonaran con una claridad cristalina.El centro de la habitación lo ocupaba una cama amplia y tecnológicamente avanzada, con sábanas de algodón egipcio que prometían el máximo confort. A un lado, una mesa de no
El clímax los alcanzó a ambos, y Dantes gruñó mientras sostenía firmemente la cintura de Lirio, asegurándose de que permaneciera sobre su regazo. La calidez de su unión los envolvía, creando una atmósfera íntima y de profundo vínculo. —¿Fue suficiente? —preguntó, dejando suaves besos en su cuello antes de morder delicadamente su barbilla, mientras sostenía su cabeza hacia atrás, enredando sus dedos en su cabello. —Mmm… —escuchó a Lirio murmurar. Dantes la hizo mirarlo, sonriendo al ver sus ojos somnolientos. —Para mí nunca es suficiente —susurró sobre sus labios, recorriéndolos con su lengua, pero con un toque más juguetón—. Pero te dejaré descansar —añadió, y con una suave palmada en su nalga, la animó a levantarse de su regazo. Lirio, con pereza, así lo hizo, mientras Dantes jadeaba. La llevó a la cama, cubriéndola con las colchas. Lirio no tardó en dormirse, mientras Dantes recogía su ropa y la doblaba con cuidado sobre un mueble antes de ponerse solo el pantalón. Luego, tomó su