Camino hacia la casa del antiguo director del orfanato pasaron frente a un local cerrado que se veía abandonado desde hacía tiempo. Sara se lo señaló a Tristán.
—Era una tienda de aparejos de pesca. La abrió el director un par de años después del incendio, pero no le duró demasiado. Tal vez estuvo abierta unos cinco años, después cerró y el director no volvió a trabajar. Supongo que vive del dinero de ese seguro.
—¿Le conoces bien?
—Tengo más relación con el jefe y su esposa, Aurora, pero aquí todos nos conocemos. ¿Piensas que fuera él quien lo incendió?
Tristán se encogió de hombros. No sabía qué pensar. Solo sabía que era una locura contarle a aquella chica que un grupo de fantasmas le asediaban día y noche y le habían dirigido hasta ese lugar, aunqu
Tristán se quedó dormido en seguida, después de cenar un plato de chuletas de cordero con patatas que la señora Carmen se esmeró en prepararle. Era su único huésped en aquel momento y su actitud hacia él había cambiado bastante desde la conversación que mantuvieron sobre el orfanato.—¿Ya tienes la información que necesitas? —le preguntó mientras cenaba. Ella ya lo había hecho y se sentó frente a él observándolo mientras comía.—He hablado con el jefe de policía y con el antiguo director. Ellos me han hecho una especie de retrato sobre lo sucedido. Supongo que ahora podré preguntar a algunos de los vecinos cómo lo vivieron ellos, ah, y que me cuenten alguna de esas leyendas que circulan sobre el lugar.Tenía la esperanza de que la señora Carmen lo hiciera, pero esta llevaba la conversac
A las cinco de la tarde del día siguiente, Sara acudió a la pensión a buscar a Tristán. El muchacho se puso la cazadora y salió al encuentro de la muchacha alejándose de la pensión mientras la señora Carmen les observaba desde una de las ventanas de la planta baja.—¿Qué has hecho toda la mañana?—He estado socializando con los vecinos —bromeó Tristán.—¿Y cómo te ha ido?—Está claro que solo le gusto a las viejas —sonrió el chico.Sara se rio a carcajadas.—Puede que sea porque te pareces a ellas.Tristán le echó una mirada rápida y luego bajó la vista al suelo.—¿Tanto se nota?—¿El qué?—Que no soy como los demás.Sara le observó sin disimulo. Era cierto que el compo
Sentados en el despacho del jefe de policía, Sara y Tristán solo esperaban a quedarse solos para poder hablar entre ellos. En cuanto el jefe salió a la recepción se volvieron el uno hacia el otro.—Tú también sentías el temblor ¿verdad? —preguntó Tristán de inmediato, no muy seguro de no haber sufrido alguna de sus alucinaciones.El rostro de Sara le demostraba que no, que esta vez no había sido su mente la que se había inventado lo sucedido.—¿Qué ha sido eso? Comenzaste a hablar solo —soltó.Tristán tragó saliva. Había olvidado aquella parte, la de tener que dar una explicación a sus respuestas a Josué en voz alta cuando Sara no estaba viendo a nadie.—Fue el pánico.El gesto de Sara se tornó serio. Entrecerró los ojos y su voz sonó decepcionada
Tristán se volvió directo a la pensión dispuesto a seguir las instrucciones del jefe. A fin de cuentas ya no tenía ninguna razón para continuar en Cuñera. No había logrado nada, no había descubierto el porqué los fantasmas parecían dirigirle a aquel lugar. Todo había sido una tontería, una jugada más de su cabeza trastornada.Se quitó la ropa sucia y la metió en una bolsa de plástico, ya no necesitaría que se la lavara la señora Carmen, al día siguiente cogería ese autobús de vuelta a casa.Después de ducharse se recostó en la cama y cogió la libreta en la que había ido apuntando cada dato que había obtenido del orfanato. Las declaraciones del bibliotecario, de los vecinos, del jefe, del director…Poco a poco el sueño le fue acogiendo mientras la libreta se resbalaba de
Tristán recogió la mochila de su habitación y dejó la pensión. Era su última noche, su última oportunidad. Pasara lo que pasara a la mañana siguiente tomaría ese autobús de vuelta a casa.Caminaba a paso rápido por la carretera, iluminado con su pequeña linterna, sorteando el miedo y el frío. Atravesó el bosquecillo silencioso y se plantó frente al edificio del orfanato. En ningún momento se percató de la sombra que le seguía desde que saliera de la pensión.Tiró la mochila al otro lado del muro y escaló por la parte más baja, donde este se hallaba semiderruido. Observó que en la puerta de entrada desencajada había colocado una cinta policial y un cartel de prohibido el paso, como si algo así pudiera detenerle.Se introdujo en el orfanato con la seguridad de que esa noche encontraría
Tristán salió a toda prisa del orfanato. La sangre le hervía, no podía creerse lo que acababa de descubrir y cómo los culpables se habían salido con la suya quedando impunes.Se dirigió hacia la parte más baja del muro. Se quitó la mochila y la lanzó al otro lado, y cuando estaba dispuesto a saltar para escalar a lo alto, escuchó una voz tras de él.—Esta vez vas a salir por la puerta.Tristán se quedó paralizado. Se giró para ver en la oscuridad al antiguo director del orfanato. “Él”, como ella le nombraba. En sus manos tenía un pequeño arpón de pesca y Tristán no puso en duda que estaba dispuesto a utilizarlo contra él.—Camina —le dijo el hombre.Tristán se volvió y comenzó a caminar despacio delante del hombre. Calculó la posibilidad de salir
Sara se levantó más temprano de lo habitual. El coche de línea de la mañana pasaba por Cuñera a las ocho menos cuarto. Se vistió apesadumbrada por saber que Tristán finalmente desaparecería de su vida. Él sí se iría de Cuñera. Su confesión de la noche anterior le había sonado demasiado seria y dolorosa como para ser una mentira, como para que no hubiese más que querido reírse de ella.Desayunó sola. Su padre ya habría comenzado su turno a las siete, probablemente se acaba de ir de casa. Pensó en él. Pensó en ella, cuando también quería ver fantasmas, o al menos uno, el de su madre. Hacía tiempo que había dejado de creer en ello.Tristán había traído de vuelta todos aquellos recuerdos y ahora se los volvería a llevar.Llegó a la pensión sobre las sie
Sara terminó de leer el diario y lo soltó como si le quemase en las manos. No podía ser. El jefe de policía, el hombre bondadoso que la había rescatado siendo una adolescente tonta, y su mujer Aurora, la dulce señora que apenas si salía de su cuarto aquejada por la fibromialgia, había sido capaz de encubrir a su esposo y al director y librarse de aquel bebé trasladándolo a la otra punta del país.Miró el cuaderno sin decidirse a qué hacer con él. ¿Dónde estaba Tristán? ¿Por qué había dejado su mochila abandonada al otro lado del muro? ¿Había leído aquel diario? Sin duda. Había vuelto al orfanato para eso. No había olvidado que había visto algo en aquella viga la vez anterior, cuando todo parecía derrumbarse.Sara tomó de nuevo el diario entre sus manos y guardó sujeto e