Eliana no podía dejar de mirar a José Manuel.El silencio en la habitación era tan denso que hasta el leve zumbido del ventilador parecía ensordecedor.Ella se había quedado abrazada al dibujo que Samuel le había regalado, con las palabras del niño todavía dando vueltas en su cabeza: "quiero que seas mi mamá".Y aunque cada fibra de su ser le pedía no insistir, algo más fuerte —algo que latía con fuerza en su pecho— la impulsó a hablar.—José Manuel... —dijo en voz baja—.Necesito saber la verdad.¿Quién es la mamá de Samuel?¿Por qué te pusiste asi?José Manuel no se movió de inmediato. Parecía una estatua, con la mandíbula apretada y los ojos clavados en el suelo.Finalmente, inspiró hondo, llenándose de valor.Se acercó despacio, arrastrando una silla junto a la cama de ella.Se sentó, pero en vez de mirarla, mantuvo la vista fija en sus propias manos, que descansaban entrelazadas sobre sus piernas.—Eli... —su voz tembló ligeramente al pronunciar su nombre—.Quiero que escuches to
El apartamento estaba en completo silencio, interrumpido solo por el sonido de los coches de juguete chocando suavemente entre sí. Isaac se recostó en el respaldo del sofá, observando la escena frente a él con un nudo formándose en la garganta. Gabriel, su pequeño, estaba sentado en el suelo, rodeado de bloques de construcción, carritos, peluches, y aun así, había en su carita una expresión de evidente aburrimiento, de una tristeza silenciosa que lo hizo sentir más perdido que nunca. Después de un rato viéndolo, Isaac se incorporó y caminó hacia él con pasos lentos. Se agachó a su lado, recogiendo uno de los bloques para unirse al juego, aunque claramente no sabía muy bien qué hacer.—¿Qué haces, campeón? —preguntó con una sonrisa forzada.Gabriel soltó un suspiro pesado, de esos que solo los niños que han perdido la emoción del momento saben dar, y sin mirarlo directamente, dejó caer uno de los carritos de sus manos.—Estoy aburrido —dijo simplemente, como si no hubiera solución posi
Isaac caminaba por la acera con Gabriel de la mano. El sol estaba alto, y el aire estaba impregnado con el calor de la tarde, pero Isaac no podía disfrutar del momento. Había algo en su mente que no lo dejaba tranquilo. Aunque estaba acostumbrado a llevar a Gabriel a jugar, hoy se sentía distinto. No era la primera vez que su hijo salía a jugar con Samuel, pero había algo en esta ocasión que lo tenía nervioso, algo que no podía ignorar.¿Qué pensará María José de esto?Era la primera vez que Gabriel iría a la casa de Eliana, aunque Samuel fuera un amigo. Isaac no sabía cómo tomaría María José que su hijo estuviera tan cerca de Eliana, ni cómo reaccionaría Eliana. Aunque la situación era inocente, el pasado de Isaac y Eliana, las huellas de su vieja amistad, se cernían sobre ellos como una sombra, y no estaba seguro de si esa sombra sería capaz de disiparse con el tiempo.—Papi, ¿cuándo llegamos? —preguntó Gabriel con su voz alegre, tirando de su mano mientras saltaba hacia adelante.I
Eliana no apartaba la vista de Isaac, y sus labios se curvaron en una sonrisa que expresaba más que palabras. La sinceridad de su gesto era inconfundible.—Claro, quiero ir a verlo —respondió con voz llena de afecto. —Es un niño afortunado. ¿Cómo está? ¿Se lleva bien con Samuel?Isaac sintió una leve presión en el pecho al escuchar la pregunta, pero trató de mantener la calma.—Sí, se llevan muy bien —dijo Isaac con una sonrisa que solo una parte de él sentía que podía ser genuina—. Es un niño muy activo, y Samuel lo adora.Eliana se quedó unos segundos en silencio, como si sus pensamientos estuvieran corriendo por su mente a toda velocidad. Luego, como si recordara lo que realmente le importaba en ese momento, dio un paso hacia adelante.—Déjame ir a conocerlo —dijo con entusiasmo, como si fuera una aventura el tener la oportunidad de ver a ese niño que Isaac había traído consigo.Isaac la miró, un poco sorprendido por su entusiasmo. Había algo en su tono que lo hizo sentirse más rel
El sol ya comenzaba a caer, tiñendo de naranja y rojo el cielo sobre el jardín de Eliana. La brisa suave movía las ramas de los árboles, mientras Isaac y Eliana se quedaron en silencio unos instantes, observando cómo Gabriel jugaba con Samuel al fondo. Los niños se divertían, pero algo en el ambiente seguía tenso, como una cuerda estirada, esperando a ser liberada.Isaac no pudo soportar el silencio por más tiempo. Sintió que el peso de las palabras de Gabriel aún rondaba entre ellos, y aunque Eliana había tratado de restarle importancia, él no podía dejar de sentirse culpable. ¿Cómo le había hecho esa pregunta tan directa? ¿Cómo podía haber permitido que su hijo hiciera ese comentario tan delicado?—Eliana... —dijo Isaac finalmente, su voz teñida de preocupación—, quiero disculparme por lo que dijo Gabriel antes. Sé que fue incómodo, y no tenía la intención de poner esa carga sobre ti. No debería haber dejado que la situación llegara hasta ahí.Eliana lo miró en silencio durante unos
El sol ya comenzaba a caer, tiñendo de naranja el horizonte, cuando Isaac y Gabriel se despidieron de Samuel, Eliana y José Manuel. Había sido un día lleno de emociones inesperadas, pero por fin, después de un rato de juegos en el jardín, Gabriel se sentó junto a su padre, listo para regresar a casa.—Nos tenemos que ir, hijo —dijo Isaac con una sonrisa, levantándose del banco donde habían estado sentados.Gabriel, que había disfrutado mucho del tiempo con Samuel, no pudo evitar mostrar una pequeña mueca de tristeza.—¿Ya? Quiero quedarme más —dijo, mirando a Samuel, que lo observaba desde el otro lado del jardín.—Lo sé, pero es tarde —respondió Isaac con suavidad, tocándole el hombro—. Ya habrá más días para jugar, ¿verdad? Prometido.Con una sonrisa, Samuel asintió, corriendo hacia él para darle un abrazo de despedida.—Nos vemos pronto —dijo Samuel, mientras se abrazaban.Gabriel también le devolvió el abrazo con calidez, prometiendo que en otra ocasión jugarían más. Eliana, obser
María José cerró los ojos por un momento, tratando de procesar la información.Isaac miró a su alrededor, buscando una forma de explicar, pero las palabras simplemente no llegaban. Gabriel, en su inocencia, había desatado una cadena de emociones que Isaac no estaba preparado para manejar. No era solo la preocupación por María José, sino la incomodidad de sus propios sentimientos.—Lo siento, María José, pero te prometo que mi intención no era molestarte—dijo Isaac, y su voz sonó más firme de lo que se sentía en ese instante—. Ahora, lo único que quiero es que Gabriel esté bien.María José lo miró, aún en silencio, asimilando todo lo que acababa de escuchar. Y en ese momento, en medio de las palabras no dichas y las miradas llenas de preguntas, Isaac entendió que el futuro de su familia, y su relación con Eliana, ya no sería algo fácil de manejar.La tensión en el apartamento era palpable, y mientras Isaac intentaba encontrar las palabras adecuadas para explicar la situación con Eliana
La noche había caído con una lentitud agónica. Afuera, el viento soplaba contra las ventanas, arrastrando las últimas hojas secas del otoño. En la casa, el ambiente era aún más gélido que el exterior.Isaac caminaba de un lado a otro en la sala, su ceño fruncido, sus manos cerrándose y abriéndose en puños a cada segundo. El silencio entre él y María José era tan pesado que casi podía sentirse como una pared entre ambos.Ella, de pie cerca de la mesa, jugueteaba nerviosamente con el borde de su suéter, evitando mirarlo directamente. Sabía que esa conversación era inevitable. Había sentido la tensión construirse entre ellos desde hacía días, una tensión que ninguno de los dos quiso enfrentar hasta ahora.Finalmente, Isaac rompió el silencio, su voz ronca y llena de reproche.—¿A qué estás jugando, María José? —espetó, mirándola directamente.Ella parpadeó, sorprendida por la dureza de su tono.—¿De qué hablas? —preguntó en un susurro, aunque en el fondo sabía exactamente de qué hablaba.