Punto de vista de SofíaUn par de días después, Rocío y los demás chicos ya estaban instalados en sus puestos de trabajo. Todo parecía ir bien. Los chicos viajaban desde la manada, mientras que las chicas lo hacían desde la casa alquilada por la madre de Sofía, ubicada cerca de la empresa.Los primeros días transcurrieron tranquilos. Isabella aprovechaba cada oportunidad para escaparse al casino del hospital, deseando ver a sus gemelos, aunque rara vez coincidía con ellos debido a los turnos. Sofía, por su parte, no había visto a Jason, quien estaba en casa por el nacimiento de su hermana, mientras que Lucas la ignoraba, aunque su esencia se hacía cada vez más presente y difícil de ignorar para ella.Aquella mañana, algo distinto la perturbaba. Sofía se sentía enferma: fiebre, calor sofocante y un dolor incómodo en el vientre bajo. Miró el calendario con rapidez, pero su periodo aún estaba lejos. Entonces, un calor familiar la golpeó, un calor que venía desde lo más profundo de su ser.
Punto de vista de LucasSaga rió en su mente.—Vamos, Lucas. Admítelo. Te gustó más de lo que estás dispuesto a aceptar.Lucas gruñó, metiendo las bragas de nuevo en el bolsillo y apresurándose hacia el baño para lavarse las manos. Sin embargo, el aroma seguía adherido a su piel, y no importaba cuánto se lavara, no podía escapar de la sensación que lo envolvía.Al salir, casi choca con Sofía, quien también acababa de salir del baño. Sus ojos se encontraron por un momento antes de que ella intentara apartarse. Pero Lucas fue más rápido. La tomó suavemente del brazo, girándola hasta dejarla con la espalda contra la pared.—¿Tienes idea de cómo tus bragas terminaron en mi bolsillo? —susurró contra su oído, su voz baja y cargada de intención.Los ojos de Sofía se abrieron de par en par.—¡¿Qué?! ¡Devuélvemelas!Lucas levantó una ceja, una sonrisa maliciosa curvando sus labios.—Claro. ¿Quieres que las saque aquí, delante de todos?—¡No, no, no! Por favor… —susurró ella, nerviosa, mirando a
Punto de vista de JasonEn ese momento, la puerta de la oficina se abrió de golpe.—¿Qué demonios haces, Lucas? —dijo Jason, con el ceño fruncido.Lucas se giró hacia él, dejando a Sofía tambaleándose ligeramente por la interrupción.—¿Qué hago? —replicó Lucas, avanzando hacia Jason—. Sofía es mi mate, y está en celo. Mi lobo ya ayudó a su loba, y ahora me toca a mí.El rostro de Jason se endureció al escuchar esas palabras, pero no pudo evitar inhalar profundamente. El aroma de Sofía lo golpeó como una ola, haciendo que su propio lobo rugiera con fuerza dentro de él.—Eso no te da derecho a... —comenzó Jason, avanzando un paso, pero Lucas lo interrumpió, empujándolo hacia atrás con un gruñido.—¡Mantente lejos de ella! —espetó Lucas.Sofía, atrapada entre los dos, sintió cómo su propio cuerpo traicionaba sus pensamientos. La tensión entre ambos machos encendió algo en ella que no podía controlar. Atrapada en su celo, unió sus manos para calmar a ambos.—¡Basta! —exclamó.Pero su voz n
Punto visto de SofíaEl aire en la oficina parecía volverse más pesado con cada segundo que pasaba. Lucas y Jason se miraron fijamente, el desafío entre ellos palpable, mientras Sofía permanecía en el centro, tratando de entender la maraña de emociones que la envolvía.—No quiero elegir —repitió, con un tono más firme esta vez, aunque su cuerpo temblaba levemente.Jason bajó la mirada, su mandíbula tensa. Aunque intentaba mantener la calma, las palabras de Sofía lo golpearon como un jarro de agua fría. Él siempre había sentido una conexión especial con ella, pero no podía ignorar los susurros de su instinto, esos que le advertían sobre algo más oscuro y complicado en su relación. Aun así, el pensamiento de alejarse de ella le resultaba insoportable.Lucas, por otro lado, respiraba profundamente, luchando por calmar a su lobo. No podía negar que las palabras de Sofía le dolían, pero algo dentro de él le decía que tenía que ser paciente. Había visto el miedo y la desconfianza en sus ojos
Punto de vista: MaxEl aroma golpeó a Max con fuerza aMax se detuvo un instante, procesando la escena frente a él. Rocío, quien había entrado unos pasos antes, ya estaba en el suelo, tambaleándose bajo el efecto de las feromonas. Sofía, roja y evidentemente fuera de sí, estaba atrapada entre los dos machos que apenas contenían a sus lobos.—¿Qué está pasando aquí? —gruñó Max, su voz firme como un trueno que atravesó el caos.Lucas y Jason se giraron hacia él al mismo tiempo, con los ojos brillando de un modo que Max reconoció al instante: sus lobos estaban peligrosamente cerca de tomar el control.—No es asunto tuyo, Max —dijo Lucas, su voz baja pero cargada de advertencia.Max entrecerró los ojos, ignorando la tensión palpable. Se acercó a Rocío y la ayudó a ponerse de pie. Su asistente, apenas lograba mantenerse en equilibrio, y su rostro estaba pálido.—¿Estás bien? —le susurró, mientras la mantenía cerca para asegurarse de que no volviera a caer.—Demasiado… demasiado intenso… —m
Punto de vista de IsabellaIsabella regresó al casino del hospital, como quien sigue un ritual vacío pero necesario. Cada paso que daba hacia la fila para el almuerzo llevaba consigo un peso invisible, el de su esperanza rota. No era la comida lo que buscaba; era a ellos. Quería ver a los gemelos, aunque solo fuera de lejos. Tal vez, si los observaba lo suficiente, encontraría una respuesta a las preguntas que la atormentaban: ¿Por qué no me buscan? ¿Por qué no se acercan? ¿Sabes que soy su compañero? ¿O acaso lo saben y simplemente no me quieren?Mientras avanzaba en la fila, los vio. Primero a James, sentado en una mesa al fondo, acompañado por una mujer rubia. Era deslumbrante, con una figura que parecía sacada de un catálogo: pechos prominentes, sonrisa perfecta, el tipo de mujer que atrae miradas sin esfuerzo. Isabella sintió una punzad
Punto de vista de MaxRocío subió a la azotea junto a Max, sintiéndose cómoda en el abrazo de él. El aire se tornó más frío, y su cuerpo instintivamente se pegó más al suyo. Max, incómodo, la apartó suavemente por los hombros y la sentó en un banco.—Quédate aquí hasta que te sientas mejor —dijo, con voz firme pero amable.Rocío se sonrojó, sorprendida de que su acción pareciera haber incomodado a Max. ¿Qué esperaba? Él era su jefe y su Alfa. Confusa, se preguntó en silencio: ¿Qué me está pasando?Mientras tanto, Max se dirigió de vuelta a su oficina. Sin embargo, cada paso le resultaba complicado: tenía una erección que no lograba controlar. Al llegar a su escritorio, se encontró con una inesperada visita.—¿Rebeca? No lo puedo creer, ¡qué pequeño es el mundo! ¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Max, desconcertado.—Hola, Max, tanto tiempo —respondió Rebeca, acercándose con su habitual confianza. Era una mujer curvilínea, de piel clara, labios carnosos y unos ojos esmeralda que lo at
Punto de vista de MaxMax levantó una de sus piernas, apoyándola suavemente en su hombro mientras sus labios rozaban su piel. El aire en la oficina se volvió denso, cargado de tensión y deseo. Cada beso que Max dejaba sobre su entrada era una mezcla de hambre y devoción, como si el tiempo y la distancia nunca hubieran existido entre ellos.Rebeca cerró los ojos, dejando escapar un suspiro entrecortado. Sus dedos se deslizaron instintivamente hasta el cabello de Max, enredándose en él mientras sus caderas comenzaban a moverse al compás de su lengua. Los gemidos suaves que escapaban de sus labios parecían romper el silencio de la habitación, avivando el fuego que ardía en el interior de Max.Incorporándose lentamente, Max capturó sus labios en un beso profundo, y en un movimiento fluido la alzó, sentándola sobre el escritorio. Sin decir una palabra, rasgó la blusa que ella llevaba y el delicado encaje del brasier, dejando expuesta la piel blanca y suave de sus pechos. Su mirada recorri