Una guerra por ti

No pregunté dónde dormiría. Simplemente entré en su habitación. Toqué la taza de té y me molesté:

- Estaba fría.

Catriel se tiró en la cama, tal como estaba.

- ¿Podría... ¿Usar tu baño? Necesito una ducha.

Levantó la cabeza:

- Puedes usar lo que quieras. Todo en este lugar es tan mío como tuyo.

- Incluido... ¿El dormitorio? - Sonreí.

- El nuestro. - se rió.

- Yo también necesito ropa. Mis maletas se quedaron en algún sitio... Entre el barco y la capilla. - Intenté recordar dónde las había dejado. Lo único que sabía con certeza era que las había puesto en el barco.

- Ve a la ducha y te traeré algo para ponerte. Y les pediré que busquen tus maletas.

Fui hacia el baño y oí su voz:

- Si fuera en otro momento, me ducharía contigo. Pero tengo que confesarte que, aunque te deseo tanto, siento un dolor horrible en el pecho, como si me hubieran arrancado un trozo de mí.

Me di la vuelta y volví junto a él, sentándome en la cama y mirándolo fijamente:

- Gato, me encantó tener sexo contigo. Y sí,
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